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El Siglo de las Luces (I)

Historia de la Iglesia
Publicado: 27/03/2017: 6442

El Pontificado Romano en el siglo XVIII no estuvo acorde con la sociedad de la época. Sus papas, salvo alguna excepción, no fueron capaces de iniciar un diálogo con la cultura moderna. Desde la escisión protestante, el Papa, en muchas naciones, había dejado de ser el jefe indiscutible de la Cristiandad. Y conforme avanzaba la praxis del Despotismo Ilustrado, se debilitaba la supremacía
pontificia. En la Iglesia francesa mandaba más el rey francés que el Papa de Roma. El papado había
perdido prestigio. Y lo peor era que el sistema de elección de los papas estaba dominado por las grandes potencias, a las que no interesaban pontífices que pudieran hacer sombra a los gobernantes
despóticos de la época. 

Las diversas Cortes europeas presionaban a los papas en la elección y nombramiento de los cardenales, futuros electores de los nuevos pontífices. A esto hay que añadir la práctica del “veto” que ejercían los soberanos católicos en los cónclaves. Se elegían hombres piadosos y honorables, pero insignificantes; algunos de edad avanzada, ciegos, desmemoriados, enfermos… Francia, España
y el Imperio eran los que más intrigaban. Los resultados fueron lamentables y esto explica el
porqué fue este siglo uno de los más críticos para el papado.

Dentro de la Iglesia, el Papa seguía siendo el Vicario de Cristo y seguía ejerciendo el poder de jurisdicción sobre la Iglesia, a través de las distintas congregaciones creadas en la época de la Contrarreforma. El resultado fue una excesiva actitud centralizadora. Había que recurrir a Roma para
todo, para simples dispensas, autorizaciones, nombramientos. Con esta política, el episcopado perdía muchas atribuciones en el gobierno de sus diócesis.

Entre 1700 y 1800, gobernaron la Iglesia ocho Papas; todos ellos italianos, cardenales de Curia, débiles y mediocres. Todos ellos incurrieron en el mismo error: intentar imponer una serie de derechos medievales, ya caducos, en una época histórica muy diferente. Faltos de una visión política, fracasaron en los intentos de resucitar la vieja Cristiandad.

Santiago Correa

Sacerdote Diocesano

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