Claro que también son fiestas muy familiares, en las que se notan más las ausencias y las penas de cada uno, pero en esta casa, que se convierte en una nueva familia para tantas personas necesitadas, compartimos la vida como va viniendo y nos sentimos acompañados y en los brazos del Señor. ¿Qué cómo se consigue esto? Con ojos de Fe y con plena confianza en este niño Dios que nos nace, con la hermosa compañía de nuestros voluntarios que nos dan tanto cariño, tanta dedicación y tanta alegría de forma absolutamente desinteresada, con las personas que vienen en estos días a convivir y a cantar con nosotros, con las personas que trabajan en la casa, que dedican lo mejor de sus vidas a servir a los más pobres (y esto, además de mucho trabajo, reporta una inmensa e íntima Paz), gracias a las personas que nos ayudan con sus donaciones económicas o con alimentos, gracias a tantas personas que rezan por nosotros y que sentimos tan cerca… Todo eso hace que en la casa del Sagrado Corazón, después de casi 50 años podamos decir que realizamos la misma labor, que es la misma casa pero también que vivimos una Nueva Navidad.