NoticiaPalacio Episcopal Herrera Oria y su delegado de Enseñanza Francisco García Mota, en la exposición de Herrera Oria que ha visitado Málaga recientemente · Autor: A. LAGO Publicado: 23/02/2016: 8097 Francisco García Mota comparte sus recuerdos con el que fuera obispo de Málaga, el cardenal Ángel Herrera Oria. «Cursaba estudios en el Seminario de Málaga, cuando tomó posesión, como obispo de Málaga, Don Ángel Herrera. Fue el 12 de octubre de 1947. Yo tenía 17 años. Mi vida de formación en el Seminario estuvo marcada por el espíritu apostólico de nuevo obispo. El Seminario de Málaga, hasta entonces, vivía de la herencia espiritual del obispo Don Manuel González; una espiritualidad muy profunda, marcada con una devoción principalmente a Jesús Eucaristía, sin olvidar una entrega pastoral muy cercana al pueblo de manera especial a los más pobres, para los que se construyeron viviendas y escuelas parroquiales. Con la llegada de Don Ángel, sin dejar ese espíritu religioso y pastoral anterior, Mons. Herrera intentó que esta espiritualidad se marcara más hacia fuera, como exigían los nuevos tiempos. La formación en el Seminario y las directrices al clero la fomentó basándose en dos pilares: preparación homilética y Doctrina Social de la Iglesia. Para ello, además de clases en el Seminario, creó una residencia sacerdotal y una escuela de Asistentes Sociales. Como consecuencia de ellos, se comenzaron a construir viviendas, para erradicar el chabolismo, y se crearon colegios y las célebres Escuelas Rurales. En este ambiente de pastoral, fui ordenado sacerdote el 8 de diciembre de 1954, antes de terminar los estudios de Teología, por el Obispo Auxiliar Don Antonio Añoveros. Después de las Navidades, me nombraron Superior-Educador de un grupo de seminaristas. El Sr. Obispo Auxiliar me invitó a estudiar Magisterio; no sabía el porqué, aunque luego intuí cuál era el motivo. Estos estudios los completé con la Licenciatura en Pedagogía en Madrid, con residencia en el “León XIII”, donde se vivía el espíritu de Don Ángel, pues él residía allí. Luego me indicaron que hiciera el doctorado en Salamanca. Durante el episcopado de Don Ángel, estuve de Superior en el Seminario, luego me nombraron Delegado de Enseñanza y Catequesis, unido a la Presidencia del Patronato Diocesano de Enseñanza y del de las Escuelas Rurales. A esta labor dediqué mi mejor entusiasmo; una tarea de educación con profundo espíritu de Iglesia misionera, a favor de los más débiles, la población de barrios periféricos y gente del campo: niños y adultos. Mis años en esta tarea son los que han dado sentido a mi vida sacerdotal. Me entregué a la promoción de los Maestros Rurales, de los que he aprendido mucho. La sociedad aún no ha reconocido bien la labor de entrega de hombres y mujeres, en nombre de la Iglesia, a favor de los más pobres».