Es fin de curso, también en el Seminario, Instituto de Ciencias Religiosas y Escuela Teológica.

Todos necesitamos este momento de cierto parón y descanso, pues generalmente somos personas que compaginan unos estudios de gran exigencia con otras muchas responsabilidades profesionales, parroquiales y familiares. Pero también es momento de repensar por qué estudiamos teología. Visto desde nosotros, la razón es que nuestra vida como cristianos es un proceso espiritual, en el que siempre estamos necesitados de descubrir más claramente las  implicaciones que la fe tiene en nuestra vida, y de enfrentarnos con las preguntas que la vida plantea a nuestra fe. Sólo desde aquí, la Iglesia puede comunicar de manera significativa el Evangelio.

Visto desde nuestro objeto de estudio, Jesucristo, constatamos que Él es una fuente inagotable de sentido y felicidad, de estímulo para vivir y para desvivirse en su seguimiento. La riqueza insondable de su misterio nos atrae tan poderosamente, que todo esfuerzo es poco para conocerle más y comunicarle mejor.