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Encuentro con los seminaristas (Málaga)

Publicado: 24/05/2012: 268

Homilía pronunciada por el Obispo de Málaga, D. Jesús Catalá, en el encuentro con los seminaristas celebrado en Málaga el 24 de mayo de 2012.

ENCUENTRO CON LOS SEMINARISTAS

(Málaga, 24 mayo 2012)

Lecturas: Hch 22, 30; 23, 6-11; Sal 15; Jn 17, 20-26.

1.- En estos días estamos leyendo el Libro de los Hechos de los Apóstoles y viendo cómo Pablo va haciendo la voluntad del Señor, a veces sin darse cuenta de una manera consciente de lo que ocurre, el Espíritu le lleva, el Señor le lleva, él se deja llevar.

Resulta curioso que, en la historia de Pablo que leemos estos días, todas las intervenciones y las mediaciones humanas van configurándose de manera que al final se está cumpliendo las palabras que Dios quiere.

En el texto final se ha dicho: «Se le apareció el Señor y le dijo: «¡Animo!, pues como has dado testimonio de mí en Jerusalén, así debes darlo también en Roma». (Hch 23, 11) Y, ¿por qué va a Roma? Por una serie de circunstancias históricas que empieza por su nacionalidad romana, por ser de Tarso, por su manera avispada de defenderse.

2.- El texto de hoy nos cuenta como han reunido al Sanedrín en pleno y él sabe que hay un grupo de fariseos al que él pertenecía antiguamente, un grupo de saduceos y él sabe que puede defenderse bien y puede liar la de “San Quintín”. Entonces dice: «Hermanos, yo soy fariseo, hijo de fariseos; por esperar la resurrección de los muertos se me juzga». (Hch 23, 6b). Y entonces todos los fariseos le apoyan. Él intentando salvar su vida, más legítimamente, defiende lo que él vive, lo que él cree. Entonces los fariseos apoyan totalmente a Pablo diciendo pues éste no tiene motivo para estar en la cárcel, ni motivo de muerte, ni de motivo de nada. Cree lo que creen el grupo de fariseos.

            En días anteriores se nos ha narrado lo que le ocurre a Pablo: lo encarcelan; Félix, el Procurador romano, por congraciarse con los judíos no lo soltó. Le sucedió otro Procurador, Festo, y dice: Aquí me he encontrado un preso que me dejó Félix (cf. Hch 25, 14), cómo diciendo que podría haberle dejado resuelto el tema y Félix no quiso resolverlo. El político de entonces se lavó las manos y dejó a Pablo en la cárcel bastante tiempo y se lo encontró el siguiente. El siguiente quiere hacer justicia al primer día de su toma de posesión, y lo llama para juzgarlo y se produce una emboscada, ya sabéis el resto de lo que sucede. Unos que se habían conjurado para matarle querían llevarlo a Jerusalén con la excusa para que en una emboscada lo apresaran.

3.- Pero el Señor no permite eso, le salva de las emboscadas, de los juramentados, acepta que Félix lo tenga más tiempo del normal en la cárcel. Al final, Pablo irá a Roma y aquí se le adelanta el Señor: “Has dado testimonio en Jerusalén, pues lo darás también en Roma” (cf. Hch 23, 11) por un conjunto de circunstancias histórica, sociopolíticas y religiosas.

Y Pablo dará el testimonio supremo de la fe en Roma, no en Jerusalén. Y menos aún en las ciudades paganas que él había predicado, en la zona de Asia Menor. Él va aceptando esa voluntad de Dios en su vida. Esto es una lección para cada uno de nosotros que no sabemos dónde nos quiere Dios mañana, no lo sabemos, ni tampoco para mí. Hemos de estar abiertos para cumplir el hoy, ¿hoy dónde me quiere Dios a mí? ¿Dónde quería a Pablo, en la cárcel? Pues en la cárcel, defendiéndose en un juicio delante de lobos y rapaces, defendiéndose en un juicio.

4.- Cada día el Señor nos dice dónde debemos estar. Hoy, ¿dónde os toca estar a vosotros? Estudiando seriamente, “poniendo codos” y formándoos. No adelantéis acontecimientos, no queráis hacer programas de vuestra vida, porque si somos fieles al Espíritu, hemos de dejarnos en manos del Señor. Lo que sí está claro es lo que debo a ser hoy, cada día.

Cada día el Señor me abre el oído y me dice lo que tengo que hacer, cuál es su voluntad. Hágase Tu voluntad hoy, y mañana volveré a decir: “Hágase Tu voluntad”, mañana. Y que sea el Señor el que nos lleve con su Espíritu, el que nos dirija, pero respondiendo nosotros cada día. El trabajo, la oración, la entrega, el estudio, la relación con los demás, cada día. El día a día, que es lo más prosaico, también puede ser lo más aburrido, pero no tiene por qué serlo, y si es aburrido no pasa nada. Pasarse una tarde o cuatro horas estudiando en un cuarto puede ser aburrido, y preparar exámenes puede ser pesado. Pero eso es lo que te pide el Señor. ¡Ya harás otras actividades cuando pases los exámenes!

5.- El Evangelio, ayer y hoy, nos ha ofrecido la preciosa oración sacerdotal de Jesús (cf. Jn 17), que nos confirma que Jesús reza por nosotros. Eso nos da una gran tranquilidad; aparte de que Él es el gran mediador y el único Mediador, el Salvador, pero saber que Jesús reza por ti, por mí. Que ha rezado por los suyos, por los suyos coetáneos, por los que han vivido con él, por sus apóstoles y discípulos.

Pero también reza por los que creerán en su nombre por la palabra de los suyos y de los que le seguirán después. Jesús reza por nosotros para que nos convirtamos. Jesús envía su Espíritu para vivamos de su Espíritu y que nos dejemos trasformar.

6.- En la oración colecta hemos pedido una doble petición: primero, que Él nos ayude en el tema de la cabeza, que sepamos pensar lo que a Dios agrada. La “metanoia”, la conversión, empieza por la cabeza, va unida al corazón se entiende, es un cambio de mentalidad. “Te pedimos Señor que pensemos lo que a Ti te agrada”. Por tanto, primer cambio, el pensamiento. ¿Qué pensamos? ¿Qué pienso? ¿Qué hay en mi inteligencia? ¿Qué busco? Debo pensar, debo meterme en la dinámica de pensar lo que Dios le agrada, de proyectar lo que Dios le agrada.

Y la segunda petición: que hagamos, que actuemos según esa forma de pensar. La petición doble es: primero, tengo que sintonizar mi vida, mi inteligencia, mi pensamiento con lo que Dios quiere de mí. Y después, actuar en consecuencia. Actuar según su voluntad porque quedaría inacabado si fuera sólo pensarlo sin poner manos a la obra. Pero ambas cosas, porque si no rige primero el conocimiento (noos), la actividad (actio) tampoco va después.

7.- Vamos a pedirle al Señor Jesús que nos envíe su Espíritu para que haga y opere esa trasformación en nosotros, en primer lugar, en la cabeza y en segundo lugar en la acción, en las obras, en la conducta. Dejar que nuestro corazón se esponje con el Espíritu, que nuestra mente se ilumine con el Espíritu, que respiremos el Espíritu como el aire que respiramos, que sea como es viento, ese ruaj, ese Espíritu que entre en nosotros renovándonos continuamente, como la respiración.

            Y le pedimos a la Virgen, que ha sabido vivir ese Espíritu en Ella, aceptarlo, dejar que obre en Ella lo que ha querido obrar, que nos permita a nosotros también, que nos ayude la Virgen por su intersección, para permitir que el Espíritu opere en nosotros lo que Él desea hacer. No le pongamos barreras. Que así sea.

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