DiócesisHomilías

Encuentro de jóvenes en la diócesis de Alcalá de Henares (Santa María de la Victoria-Málaga)

Publicado: 10/10/2015: 156

Homilía pronunciada por el Obispo de Málaga, D. Jesús Catalá, en el encuentro de jóvenes en la diócesis de Alcalá de Henares (Santa María de la Victoria-Málaga) celebrado el 10 de octubre de 2015.

ENCUENTRO DE JÓVENES

DE LA DIÓCESIS DE ALCALÁ DE HENARES

(Santa María de la Victoria-Málaga, 10 octubre 2015)

 

Lecturas: Sb 7, 7-11; Sal 89; Hb 4, 12-13; Mc 10, 17-30.

(Domingo Ordinario XXVIII - B)

1.- Un saludo a todos, aunque nos hemos saludado al principio de la Eucaristía con el saludo trinitario de la paz, pero un saludo cordial y afectuoso. De modo especial, un saludo a los sacerdotes, algunos de los cuales fueron ordenados a través de mi ministerio episcopal. Siento mucha alegría al estar en este encuentro con vosotros, porque habéis venido, porque aún reconozco por el rostro a algunos de vosotros y porque veo, por vez primera, muchos rostros jóvenes.

Bienvenidos todos a esta Diócesis hermana. Espero que os aprovechéis, que disfrutéis, que compartáis y sobre todo que salgáis enriquecidos.

2.- El autor del libro de la Sabiduría explica en qué consista la sabiduría. Es distinta de los saberes científicos o saberes humanos. Es un don que Dios regala; y un don que todo fiel creyente puede pedir: «Supliqué y me vino el espíritu de sabiduría» (Sb 7, 7).

Levantad la mano los que habéis pedido a Dios el don de sabiduría que también se regala en la confirmación. Si no la pedís no la vais a tener. Os animo a que la pidáis. A mí me encanta de este libro los capítulos del 7 al 9 donde hay una oración preciosa. Os recomiendo que la recitéis.

El termino Sabiduría viene del latín “sapere”, que significa sabor, saborear. La Sabiduría es la que me permite saborear las cosas de Dios y ver las cosas humanas desde otra perspectiva, con otra luz.

Poseer la Sabiduría es una gran riqueza, que aventaja a los cetros y a los tronos (cf. Sb 7, 8), a las piedras preciosas, al oro y a la plata: «Todo el oro a su lado es un puñado de arena, y barro parece la plata en su presencia» (Sb 7, 9).

Poned la mano abierta. ¿Sabéis qué tenéis en la mano? Mucho más que todo el oro del mundo. Cuanta gente pierde la vida por tener cuatro euros. Pues, tener la Sabiduría es tener más que todo el oro del mundo. El oro no es nada comparado con la Sabiduría.

Queridos jóvenes, muchos compañeros y coetáneos vuestros, –incluso a lo mejor alguno de los presentes también–, van detrás del poder, del honor y del dinero; y, obteniéndolos, no consiguen la felicidad que anhelan; siguen necesitando más y más, no se sacian, su corazón sigue vacío.

Vosotros habéis encontrado la Sabiduría, que se expresa en la fe, en el amor y en la esperanza cristiana; que se regala en el bautismo y en la confirmación; que se personifica en Jesucristo; que se nos otorga como don del Espíritu Santo. Por tanto, pedid ese don, pedidlo.

Quisiera que fuerais conscientes de la gran riqueza, que Dios ha puesto en vuestras manos; y que apreciarais el incalculable valor de ser hijos adoptivos de Dios por el bautismo. Es el mejor regalo que podemos tener después de disfrutar de la vida humana.

3.- El bautismo nos ha regalado la luz de Cristo; por eso se le llama “iluminación”. La foto es una impregnación de la luz sobre un negativo, pues el bautismo es una iluminación de la luz de Dios en la persona, en el alma del ser humano. El autor del libro de la Sabiduría dice que prefiere la sabiduría divina a la salud, a la hermosura y a la luz: «La amé más que la salud y la hermosura y preferí tenerla a ella más que a la luz, porque la claridad que de ella nace no conoce noche» (Sb 7, 10).

Muchos de nuestros contemporáneos viven en oscuridad y en una noche continua, buscando a tientas, medio a ciegas, cómo encontrar la satisfacción de sus propios deseos. Y una vez satisfecha la necesidad material, siguen buscando para llenar su corazón vacío.

El Señor nos invita a acoger la Sabiduría, a aceptar a Jesucristo en nuestras vidas, a ser discípulos del único y gran Maestro de la humanidad.

No abandonéis el manantial de agua viva por aguas salobres de aljibes agrietados (cf. Jr 2, 13); no caigáis en la tentación de abandonar el pozo de agua viva que salta hasta la vida eterna (cf. Jn 4, 14), por arroyos de agua sucia que no sacian la sed.

4.- En el evangelio se nos narra el diálogo entre Jesús y el joven rico, que desea saber lo que debe hacer para heredar la vida eterna (cf. Mc 10, 17).

En esta celebración nos encontramos con Jesús, a quien le hacemos la misma pregunta que el joven rico: ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna? Ahora, todos a la vez y que se os oiga, preguntáis a Jesús personalmente: ¿qué tengo que hacer? (Los jóvenes asistentes se preguntan en voz alta: ¿qué tengo que hacer?). Y Jesús nos responde que cumplamos los mandamientos (cf. Mc 10, 19).

Aquel joven debía ser “bueno”, porque ya guardaba los mandamientos desde había tiempo (cf. Mc 10, 20). ¿Cumplimos nosotros los mandamientos? Tal vez nosotros no llegamos a la altura espiritual de ese joven que cumple los mandamientos de Dios. Necesito confesar periódicamente y lo hago porque no cumplo lo que el Señor me pide siempre, somos pecadores.

Pues si al joven rico le dijo que cumpliese los mandamientos y le respondió que ya los cumplía, se repite la pregunta: ¿qué tengo que hacer? (Los jóvenes asistentes se preguntan nuevamente en voz alta: ¿qué tengo que hacer?).

Y, ¿qué nos responde Jesús? Jesús igual que al joven rico nos mira con amor y nos invita a algo mucho más grande, nos invita a dos cosas: «Anda, cuanto tienes véndelo y dáselo a los pobres» (Mc 10, 21a). Pero venderlo no para hacer negocio, sino regálalo a los pobres. Primera condición, primera exigencia: vamos a suponer que ya cumplimos los mandamientos; pero la segunda vez que preguntamos a Jesús “¿qué tengo que hacer?”, Él nos dice: “regala tus bienes a los pobres”.

¿Queréis levantar la mano los que estáis dispuestos a hacer eso? ¡Uy, cuántas manos levantadas! ¿Nadie levanta la mano? Pues os animo, porque no vais a perder. El que lo pierde todo por el Evangelio gana todo, gana lo mejor y gana la vida eterna. No seáis tacaños con el Señor. Cuánto más generosos seáis más os enriquecerá. Por tanto, aunque sea tímidamente levantad un poco la mano, sin que se vea mucho.

“¿Qué tengo que hacer? Regalar tus bienes a los pobres”. No te preocupes, despréndete de tus riquezas.

Y, ¿cuál es la segunda condición? Le volvemos a preguntar a Jesús: ¿qué tengo que hacer? (Los jóvenes asistentes se preguntan nuevamente en voz alta: ¿qué tengo que hacer?). Y la condición que nos dice Jesús es: «ven y sígueme» (Mc 10, 21b).

Sígueme después de haber dado a los pobres. Es decir, orienta tu vida y todo tu ser hacia Mí; se mi discípulo. El sentido de tu vida lo vas a tener si sigues a Jesús, si escuchas a Jesús, si vives como Él. Así entenderás y vivirás mejor tu vida, así tendrás un tesoro en el cielo, porque como sigas con tus tesoros de la tierra te irás igual dentro de cinco, diez, ochenta o cien años, pero todo eso lo dejarás aquí. En cambio, si sigues a Jesús tendrás un gran tesoro en el cielo.

5.- Esta es la invitación que Jesús nos hace esta tarde. Jesús le pide dos cosas: Desprenderse de las riquezas, a las que está apegado; y seguirle como discípulo. Dos renuncias muy difíciles: renunciar a los propios bienes; y renunciar a sí mismo y a la propia voluntad, para ponerse sin reservas al servicio del Maestro.

El joven, abatido por estas dos exigencias, «se marchó entristecido» (Mc 10, 22). No quisiera que os marcharais de este encuentro entristecidos, ni con la cabeza baja, ni apesadumbrados. Deseo que os marchéis alegres, con la cabeza bien alta y con el deseo de ver a Jesús.

Nuestra sociedad valora sobremanera la voluntad de la persona, la libertad individual, el subjetivismo. En general defiende lo personal como un valor absoluto. Esta mentalidad no ayuda a los jóvenes a poner su voluntad en manos del Señor, ni a doblegar la propia voluntad ante las decisiones de otro.

En esta sociedad es muy difícil renunciar a la voluntad propia para ponerla en manos de Dios o de otro. Incluso los que tienen su vida consagrada a Dios les cuesta tener que aceptar la voluntad de Dios a través de su Obispo o de su Superior. Y lo mismo los de vocación laical, al tener que aceptar la voluntad del Señor.

Os animo a ser generosos con el Señor y a no tener miedo de entregarle a Él la propia voluntad. No le tengáis miedo. Cuando renunciéis a vuestra voluntad para hacer la suya, –que es lo que hizo Jesús en su vida, Jesús vino a hacer la voluntad del Padre, no vino a hacer la suya propia–, entonces os sentiréis más libres. Y si alguno no me cree que haga la prueba. Y cuando haga la prueba de renunciar a su voluntad en favor de la voluntad del Señor, verá que se siente más libre, y entonces lo experimentará.

6.- Deseo terminar con unas palabras del papa Francisco, dirigidas a los jóvenes en su viaje a Cuba. Comentaba que un escritor latinoamericano decía que las personas tenemos dos ojos: uno de carne, con el que vemos físicamente; y otro de vidrio, con el que vemos lo que soñamos. “Un joven que no es capaz de soñar está clausurado en sí mismo, está encerrado en sí mismo (…). -Nosotros los argentinos decimos-: “No te arrugues, abrite, abrite y soñá. Soñá que el mundo con vos puede ser distinto. Soñá que si vos ponés lo mejor de vos, vas a ayudar a que ese mundo sea distinto” (Discurso en el encuentro con la juventud cubana en el Centro Cultural Padre Félix Varela, La Habana, 20.09.2015).

Os invito a que soñéis con Jesús, a que soñéis con la Virgen. Soñad con los demás jóvenes para hacer un mundo mejor entregando la propia vida al Señor.

Pedimos a la Virgen de la Victoria, en cuyo Santuario nos encontramos, que nos ayude a renunciar a los bienes que atan nuestro corazón; y que nos anime a seguir con libertad a Jesucristo. Amén.

Más artículos de: Homilías
Compartir artículo