NoticiaHomilías de Don Fernando Sebastián Solemnidad de la Epifanía (Catedral-Málaga). Card. Fernando Sebastián. Detalle de "La Adoración de los Magos" de El Bosco. Museo del Prado Publicado: 06/01/2016: 6660 Homilía pronunciada pro el cardenal Fernando Sebastián en la solemnidad de la Epifanía, el 6 de enero de 2016, en la Catedral de Málaga. SOLEMNIDAD DE EPIFANÍA (Málaga, 6 enero 2016) Card. Fernando Sebastián Lecturas: Is 60, 1-6; Ef 3, 2-3.5-6; Mt 2, 1-12. Seguramente la fiesta de Epifanía es una de las fiestas cristianas que han llegado a ser más familiares y populares. Por desgracia tenemos que reconocer que ha sido también una de las fiestas más deformadas y vaciadas de su verdadera significación en los últimos años. En la pura tradición cristiana, la fiesta de Reyes es la fiesta de la Manifestación y del reconocimiento de Jesús como Salvador universal de la humanidad. La noche de Navidad hemos adorado al Niño Jesús en la humildad de su nacimiento y de su pobreza. Hoy tenemos que reconocerlo como Salvador Universal de todos los pueblos, de todas las culturas y de todos los hombres y mujeres del mundo. En la noche de su nacimiento lo adoraron los pastores cercanos de Belén. En este día vemos cómo vienen a adorarlo los Sabios de otros mundos de otras culturas. Jesús es el Salvador de todos los hombres porque es el hombre perfecto, porque es la humanidad de Dios, porque es la humanidad de todos los hombres vivida en su máxima perfección y plenitud por el Verbo y la Sabiduría de Dios. Jesús es Modelo, Promesa, Raíz y Principio de una humanidad nueva, de una humanidad santa y verdadera, la humanidad de Dios, la vida santa de Jesús, la vida y la humanidad que Dios quiere para todos nosotros. En la primera lectura el profeta Isaías canta la gloria de Jerusalén a la que se encaminan todos los pueblos. Esa Jerusalén somos nosotros, somos la Iglesia de Jesús, porque tenemos el secreto de Dios, porque tenemos la clave de la verdadera humanidad. San Pablo nos dice que los dones de Dios son definitivos y universales. También ahora hay Herodes que no quieren reconocer la realeza universal de Jesús. Tienen miedo de que Jesucristo les quite libertad, que sea una amenaza para el progreso y la felicidad. Pero, desde que Jesucristo está en el mundo, brilla para todos la luz de Dios, aunque algunos se empeñen en caminar con los ojos cerrados. Hoy, hermanos, tenemos que vivir la alegría de ser discípulos del Maestro Universal, del Señor de la Historia, Hombre santo y Perfecto Salvador del mundo. Como en aquella primera Adoración, Jesús está hoy con María, la Madre de la fe, está en la Iglesia, la Casa abierta para todos los hombres de buena voluntad. Nuestra respuesta tiene que ser una respuesta de fe clara y decidida. Tenemos que ser nosotros la Estrella que guíe a nuestros hermanos hasta el reconocimiento y la adoración de Jesucristo. Tenemos que sentirnos responsables de este reconocimiento universal de la misión salvadora de Jesús. Fuera miedos. Fuera perezas. Es la hora de hacer brillar en el mundo la luz de Jesucristo, la luz de su evangelio, la fuerza de su salvación. Una salvación que está al alcance de todos, en el arrepentimiento de los pecados, en la piedad, en la esperanza de la vida eterna, en una vida sencilla de amor y de servicio. No tengamos miedo al compromiso. Ofrezcamos nuestra vida a Jesús para ser luz con El en la noche del mundo, para ser puntos de encuentro, corazones abiertos en donde nuestros hermanos puedan encontrar la vida verdadera, con el amor de Dios y la esperanza de la vida eterna.