NoticiaCuaresma La Cuaresma, desde los ojos de una mujer consagrada Publicado: 22/02/2016: 11940 CARTA ABIERTA. Sor Carmen Benavides. Hija de la Caridad La Cuaresma: un tiempo para el ayuno Dios, que es todo amor, misericordioso y compasivo, nunca ha abandonado a la humanidad. “En muchas ocasiones y de muchas maneras habló Dios antiguamente a los padres por los profetas. En esta etapa final, nos ha hablado por el Hijo” (Heb 1, 1-2). Sí, la Cuaresma es un tiempo para el ayuno, pero a lo largo de este año de LA MISERICORDIA, nuestro ayuno debe tomar una nueva forma, la que lleva a la conversión. Nuestro ayuno debería ser tal que no pudiéramos nunca ser acusados «de pasividad, de indulgencia o de complicidad culpables respecto a situaciones de injusticia intolerables y a los regímenes políticos que las mantienen» (Evangelii Gaudium, n° 194). Nuestro ayuno debe dolernos, tocarnos en las mismas profundidades de nuestro ser, de manera que podamos oír y comprender de nuevo los gritos de nuestros hermanos y hermanas. Entonces, escuchando estos gritos, corramos a servirles como se corre a apagar el fuego. Recordemos sin embargo que cuando tejemos lazos con los que están en las periferias, hemos de entrar en sus sentimientos… es preciso que sepamos enternecer nuestros corazones y hacerlos capaces de sentir los sufrimientos y las miserias del prójimo, (SVP). Que nuestro ayuno durante este tiempo de Cuaresma nos dé, un corazón nuevo, un corazón de carne, un corazón que nos permita crear vínculos cada vez más fuertes con los innumerables hombres y mujeres que están olvidados y abandonados en el mundo entero. Que nuestro ayuno durante esta Cuaresma refleje este mismo paso que experimentan nuestros hermanos y hermanas que sufren, un paso de la Cruz (nuestra propia situación de crisis) a la Resurrección (la solidaridad y una mayor identificación con la situación de los pobres). La Cuaresma: un tiempo para orar Jesús se retiraba a menudo de la multitud y de sus discípulos para orar. Él mismo rezaba para “que todos sean uno, como tú, Padre, en mí, y yo en ti “(Juan 17, 21). Antes de partir, Jesús nos dejó la herencia de una oración que combina dos grandes deseos centrados en Dios, con tres gritos de petición centrados en las necesidades elementales urgentes de la humanidad. Jesús expresa al Padre los dos grandes anhelos de su corazón: Que tu nombre sea santificado y que tu reino venga. A esto le siguen los tres gritos de petición: danos pan, perdónanos nuestras ofensas, y no nos dejes caer en tentación. Por su Encarnación, Dios comprende nuestras necesidades, comprende que estamos rotos y heridos y en la persona de Jesús todas estas realidades son presentadas al Padre. Sí, la Cuaresma es un tiempo de oración y nuestra oración, como nuestro ayuno, debe igualmente tomar una nueva forma a lo largo de este año de la Misericordia, la que conduce a la conversión personal y comunitaria. “Sin momentos detenidos de adoración, de encuentro orante con la Palabra, de diálogo sincero con el Señor, las tareas fácilmente se vacían de sentido, nos debilitamos por el cansancio y las dificultades, y el fervor se apaga. La Iglesia necesita imperiosamente el pulmón de la oración. (Evangelii Gaudium, n° 262). Nuestra oración y nuestro ayuno dan sentido a nuestro servicio y nuestro servicio da sentido a nuestra oración y a nuestro ayuno. Mi esperanza es que durante estos 40 días de Cuaresma dediquemos tiempo no solamente a escuchar los gritos de los pobres, no solamente a servir y evangelizar a los pobres, sino a rezar POR Y CON los pobres nuestros hermanos. Que nuestra oración y nuestro ayuno nos permitan morir con Cristo durante este tiempo de Cuaresma del año 2016 para resucitar con Él el domingo de Pascua y cantar nuestro Aleluya. Sor Carmen Benavides Pérez Hija de la Caridad