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Rito de Admisión al sacerdocio (Seminario-Málaga)

Publicado: 08/05/2014: 404

Homilía pronunciada por el Obispo de Málaga, D. Jesús Catalá, en la Eucaristía celebrada con motivo del Rito de Admisión al sacerdocio, en el seminario de Málaga el 8 de mayo de 2014.

RITO DE ADMISIÓN AL SACERDOCIO

(Seminario-Málaga, 8 mayo 2014)

Lecturas: 1 Co 12, 13; Juan de Ávila, Escritos sobre el sacerdocio, 35.

1.- En este tiempo pascual la Iglesia, como los Apóstoles, se congrega en torno a María, la Madre de Jesús y Madre de la Iglesia, en oración y en comunión para recibir el Espíritu Santo y sus dones en Pentecostés.

Los dos textos que acabamos de proclamar, uno de ellos la carta de san Pablo a los Corintios, nos recuerda que hemos sido bautizados en un mismo Espíritu para formar un sólo cuerpo y que hemos bebido de un sólo Espíritu.

Y el otro texto, el de Juan de Ávila, en El tratado sobre el sacerdocio, nº 35, habla de la necesidad de la ferviente y eficaz oración.

Creo que le va a este tiempo pascual unir esa oración que para nosotros, desde nuestro ministerio sacerdotal, con nuestra comunidad y a nivel personal, hagamos una oración a la espera del Espíritu. Es importante que todo sacerdote, todo presbiterio y toda diócesis respire un mismo Espíritu.

Vamos a pedirle en este tiempo pascual que el Espíritu nos haga saborear la comunión, la unidad, sus dones, la alegría pascual, la paz... todo eso significa también fraternidad. Eso es lo que le pido, por intercesión de san Juan de Ávila, que nos ayude a vivir como presbiterio, a saber esperar y pedir el Espíritu en oración para pedir que podamos vivir en unidad de Espíritu, en comunión.

2.- Una segunda idea que quería comentaros con motivo de esta fiesta de san Juan de Ávila, y en la que van a ser admitidos al sacerdocio como candidatos dos de nuestros seminaristas, José Miguel e Isidro; también para que los seminaristas se preparen y vivan ya esa espiritualidad sacerdotal. San Juan de Ávila nos anima a vivir lo que somos.

La santidad sacerdotal, según él, consiste en vivir lo que uno es, lo que se es. No se trata sólo de cumplir unas obligaciones o de hacer muchas cosas. Fijaros que aquí hay un esbozo de lo que después la Pastores dabo vobis habla de la caridad pastoral. Por muchas tareas que tengamos, que nos pueden despistar -dice san Juan de Ávila- hay que hacer oración, aunque eso cueste. Dice que no es cosa fácil tener oración, devoción y devoción entre muchas ocupaciones, aunque sean buenas. No es fácil vivir, a veces, desde esa dispersión en el ejercicio del oficio ministerial que nos dispersa, pero que es importante.

Vivir lo que somos. Y dice que “si a alguno le parece mucho pedirle a los sacerdotes mucha santidad oiga la causa de ellos y por ventura le parecerá que aún no se pide como con justicia se podría pedir”.

3.- Dicen que cuando han hecho santo a Juan Pablo II, el Cardenal Comastri presidió una Misa de Acción de gracias al día siguiente de la canonización, y en la homilía contó que un día estaba trabajando con el papa Juan Pablo II y le invitó a una cena para tratar unas cosas. Durante esa cena Juan Pablo II no comió nada. Al Cardenal le sentaría mal tomar algo viendo que el Papa no comía nada; pero algo tomó por deferencia.

Y al terminar, ya despidiéndose le pregunta al Papa: “Santidad, ¿por qué no ha cenado nada?”. Y le respondió el Papa: “Eminencia, hacen falta santos. La Iglesia necesita santos”. El Papa estaba muy preocupado, era uno de esos momentos de grandes problemas y el Papa ofreció esa penitencia por la santidad de la Iglesia y de los sacerdotes.

La Iglesia necesita santos y eso le quedó calado ahí. No hubo más explicaciones. Pero es importante que tomemos en serio lo de la santidad, aunque nos cueste, que es lo que unifica: la oración y la configuración con Cristo. Por mucha dispersión que tengamos es esto lo que unifica.

Hombres, por tanto, de santidad y de oración. Santidad y oración también implica sacrificio, implica renuncia, incluso a cosas buenas que parecen formidables.

Os hago una invitación a la oración íntima, personal con el Señor; también a esa oración comunitaria, como les pedía Dios a los Apóstoles que esperaban la venida del Espíritu en Pentecostés.

4.- Otra idea que deseo comentaros es que Juan de Ávila en El tratado sobre el sacerdocio, en el número 11, dice una idea que a mí me impresiona y me ayuda: “El sacerdote debe ser sensible a los intereses de Dios y a los problemas de los hombres”. Dios no tiene problemas, Dios es un misterio. No hay que ser sensible al problema de Dios, Dios no tiene ningún problema. Hay que ser sensible a los intereses de Dios, a la voluntad de Dios, al ser de Dios, para promover que sea conocido y amado, que sea adorado.

Los intereses de Dios es que sea adorado, conocido y amado. ¿Qué es la vida eterna? Jesús contesta: “que te conozcan a ti y a mí, a tu enviado” (cf. Jn 17, 3). Esa es nuestra tarea.

Esos son los intereses de Dios. Pero simultáneamente hay unos problemas de los hombres. El problema del mal, del pecado, del egoísmo, del alejamiento de Dios. Y nuestra sociedad no está exenta de problemas. Nuestros contemporáneos y paisanos tienen los problemas que tiene cualquier hombre en cualquier época y los que le pertenecen a la época propia.

Pero me gusta esta idea de Juan de Ávila de ser sensible a los intereses de Dios y a los problemas de los hombres. Hacer esa síntesis es propia de cada uno de nosotros. Nos podemos ayudar como presbiterio, como hermanos, en el sacramento, pero ésta es una tarea personal. Uno puede pedir por otro, pero no puede rezar por otro. Y el sacerdote que no reza, no reza nadie por él; en su lugar me refiero.

El sacerdote que busca la santidad, los demás pueden rezar por él, pero como no sea él quien busque la santidad, se queda sin la santidad.

La dimensión comunitaria y eclesial es importantísima, pero no se puede renunciar a la dimensión personal e individual. El camino de santidad es un camino personal. Y en la misma época ha habido grandes santos y grandes detractores de la fe y del amor de Dios, grandes ateos; en la misma época, viviendo las mismas circunstancias.

Y en el mismo presbiterio ha habido grandes santos y curas que son mejor no nombrarlos. Y no me estoy refiriendo a nuestro presbiterio, sino a otros y de otras épocas pasadas.

5.- María estuvo unida, vinculada, animando, junto al Colegio Apostólico en ese tiempo de preparación a la venida del Espíritu. Y María debe estar también con nosotros en este tiempo de Pascua que espera la celebración de la venida del Espíritu Santo.

María no puede faltar jamás en la espiritualidad de ningún fiel cristiano; y menos, por tanto, en la espiritualidad de un sacerdote. La figura de María es necesaria a la historia de la Salvación. Su maternidad, su protección, su intercesión es esencial; Cristo lo ha querido así.

Le pedimos, pues, a la Virgen María –y no solamente porque estemos en el mes de mayo, lo vínculo más al tiempo litúrgico de Pascua, previo a la venida de Pentecostés– que nos unamos en oración con María y con los hermanos del presbiterio, los que son hermanos nuestros en el ministerio sacerdotal. Amén.

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