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El Papa destaca a san Manuel González, obispo de Málaga, como guía para los seminaristas

Encuentro del Papa con el Seminario de Madrid y su arzobispo, D. José Cobo // VATICAN MEDIA
Publicado: 04/02/2024: 23817

Encuentro

El Papa puso de ejemplo al que fuera obispo de Málaga y su catequesis sobre la Eucaristía al encontrarse con los miembros del Seminario Diocesano de Madrid, acompañados de su arzobispo, en el Vaticano el sábado 3 de febrero.

El papa Francisco ha recibido en la Sala Clementina a los seminaristas de la archidiócesis de Madrid, que han viajado a Roma para acompañar al arzobispo D. José Cobo Cano en la toma de posesión de la iglesia de Santiago y Montserrat. En el encuentro, que discurrió en torno a las preguntas y respuestas espontáneas de los congregados, el pontífice ofreció a los futuros sacerdotes un discurso sobre la centralidad de la Eucaristía, para lo que recurrió a la figura del santo Manuel González, obispo de Málaga, en su obra "Un sueño pastoral": «el sueño de "un seminario en el que la Eucaristía fuera: en el orden pedagógico, el estímulo más eficaz; en el orden científico, el primer maestro y la primera asignatura; en el orden disciplinar, el inspector más vigilante; en el orden ascético, el modelo más vivo; en el orden económico, la gran providencia; y en el orden arquitectónico, la piedra angular"», dijo el Papa.

Franicsco les recomendó varias claves «para poner a Dios al centro, es decir, para dejar que sea Él el cimiento, el proyecto y el arquitecto, piedra angular». La primera de ellas, la adoración. «Jesús —dijo volviendo a fijar su mirada en el obispo santo— nos hará de pedagogo, paciente, severo, dulce o firme según necesitemos en nuestro discernimiento, porque nos conoce mejor que nosotros mismos, y nos espera, anima y sostiene en todo nuestro caminar. Es nuestro mayor estímulo, pues hemos consagrado nuestra vida a seguirle».

Destacó el Papa como crucial que, en lo científico, san Manuel una el ser maestro con el ser la asignatura. «Dios quiere dar a su Pueblo pastores según su corazón (cf. Jer 13,15), de Jesús no aprendemos cosas, lo acogemos, lo aferramos a Él mismo, para poder llevarlo a los demás. Y la gran lección que el Señor nos da es la humildad, el haberse hecho carne, tierra, hombre, humus por nosotros, por amor. Y en esta asignatura no hay otro ejemplo que Él mismo; de otras virtudes y circunstancias Jesús presentará parábolas, comparaciones, higueras, semillas o tormentas, pero la gran lección de su vida sólo la podemos aprender del que es "manso y humilde de corazón"(Mt 11,29)» añadió Franicsco.

«Para la disciplina -siguió diciendo-, confrontarnos con la Eucaristía cada mañana —el más vigilante inspector— nos hace recapacitar en la futilidad de nuestras ideas mundanas, de nuestros deseos de ascender, de aparecer, de destacar. El que es inmenso se hace don total de sí mismo y en mis manos antes de comulgar me interpela: ¿te has reconciliado con tu hermano? ¿te has vestido el traje de fiesta? ¿estás preparado para entrar en mi banquete eterno?»

Discernimiento, ciencia y vigilancia fueron las facetas clave en el seminario destacadas por el Papa, pero, añadió «de nada valdrían sin la ascesis, copiar un modelo, supone un esfuerzo, hacer una obra de arte necesita inspiración, pero también trabajo, Jesús no lo rehuyó. Es necesario entrar en el desierto, para que Él nos hable al corazón, si este está colmado de mundanidad, de cosas, por más que se puedan llamar “religiosas”, Dios no encontrará sitio, ni nosotros le oiremos cuando llame a nuestra puerta. Por ello silencio, oración, ayuno, penitencia, ascesis son necesarios para liberarnos de lo que nos esclaviza y ser todo de Dios. Y esto no sólo para adentro, también hacia fuera, en el trabajo, en los proyectos, abandonándonos en Jesús, el Señor será la gran providencia, dejemos que sea Él quien plantee y ejecute, pongámonos sólo a sus órdenes con docilidad de espíritu».

Ana María Medina

Periodista de la diócesis de Málaga

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