NoticiaSemana Santa Homilía #MisaAlAlba «En esta noche oscura esperamos el alba» Imagen de la Misa al Alba retransmitida por televisión y radio Publicado: 04/04/2020: 15198 La iglesia de San Pablo acogió el Sábado de Pasión la celebración de la Misa al Alba, sin pueblo, a puerta cerrada. Aquí puede ver el vídeo de la Misa al Alba Reproducimos la homilía que José Manuel Llamas, párroco de San Pablo y director espiritual de la Cofradía, pronunció en la Misa al Alba «Comenzamos con una de esas preguntas retóricas que tantas veces nos hemos repetido estos días: ¿quién nos iba a decir, hace un par de meses, que íbamos a estar ahora mismo viviendo así? El papa Francisco nos lo hacía ver la semana pasada con sus palabras en la Plaza San Pedro, que os invitó a todos a ver y también a rezar: se han roto todos nuestros esquemas, se han quedado en blanco nuestras agendas cargadas de reuniones y proyectos, y se han vaciado nuestras calles, que estaban llenas de gente a reventar hasta hace nada. La modernidad ha implosionado: nos veíamos como gigantes invencibles que podíamos progresar por encima de todo, sin importarnos lo que le pasara a nuestra casa común o a los más pobres, y de repente hemos tenido que plegar velas y colocarnos en posición de hibernación. Hemos entrado en una tormenta que ha resquebrajado los cimientos de esta sociedad que habíamos montado, y nos damos cuenta de que solo hay dos soluciones: perder todos, o que mueran los más débiles, que son nuestros enfermos y nuestros ancianos. Y seremos recordados por la opción que tomemos. Lo hemos dicho al principio de la Eucaristía:estamos en nuestras casas para proteger a los más débiles. ¿Y qué tiene que decir el Señor ante esta realidad? Ante esta pregunta hay varias respuestas, pero la más simple no es normalmente la acertada. Nosotros vamos a mirar la Palabra de Dios de hoy. A lo largo de toda la Cuaresma hemos ido viendo que Jesús es el camino, es la luz, es el agua viva, es la vida y la libertad… Hoy la primera lectura y el salmo nos dicen que somos un pueblo peregrino detrás del Señor, y Jesús en el Evangelio nos dice que en Él se cumple la alianza que se le promete a Abrahán. Dios es el pastor que guía a su pueblo. A mí me resulta muy iluminador lo que dice el Papa acerca del ser pastor: es el que va delante, guiando al pueblo; el que va en medio, escuchando a todos, sin perder la memoria de pertenecer al pueblo, sin contagiarse de esa ideología clerical de élite del que cree que está fuera del pueblo de Dios y tiene miedo a mancharse; y el que va detrás, sosteniendo yanimando a los últimos, a aquellos que no pueden seguir el ritmo de todos. En definitiva, Jesucristo es nuestro pastor y nos enseña a todos a ser pueblo, a latir con su mismo corazón, cada uno en el pequeño contexto en el que en estas fechas nos toca vivir. El Señor mismo nos ha dicho en el Evangelio que Él es la Palabra que da la vida: «Quien guarda mi palabra no verá la muerte para siempre», y también es el que es, el que está siempre con nosotros: «Antes de que existiera Abrahán, yo soy». Estar siempre ahí, hasta entregar la vida. Eso es lo que vemos cuando miramos la imagen de Nuestro Padre Jesús Cautivo. El Señor Jesucristo es el pastor de nuestro pueblo, la Palabra, el que nos enseña, porque va caminando hacia la Cruz. Él va a morir por cada uno de nosotros, ha muerto por ti y por mí para salvarnos, y para que nuestra vida tenga su música de fondo: esto es lo que nos da esperanza. Y no podemos separar este momento de la vida de Jesús de todo lo demás: todo lo que Él piensa, siente, dice y hace, tal y como nos lo reflejan los Evangelios y tal como se hace presente en la Eucaristía. Si esta imagen la separamos de toda la vida de Jesús nos puede pasar como a esos personajes que dicen en redes sociales que esto del Coronavirus es un castigo de Dios por no sé qué pecados, que curiosamente siempre son los pecados de los demás y nunca los de ellos: han convertido a Dios en una ideología barata que huele a rancio, y sus palabras, desde luego, no tienen el latido de quien multiplicó el pan para los que tenían hambre, curó a los enfermos, anunció la Buena Noticia a los pobres y pasó por el mundo haciendo el bien. En el Evangelio de hoy son los ideólogos de aquel momento los que quieren matar a Jesús, porque a ellos, y a los que en cualquier etapa de la historia ponen su idea por encima de la realidad, solo les interesa el poder, y Jesús ha venido justo para lo contrario: para servir a todos, especialmente a los que han sido rechazados por los “buenos y puros” de turno. Y lo hace de un modo inaudito: poniéndose en el último lugar. Es lo que vamos a celebrar, de un modo muy diferente, en esta Semana Santa. Ese es hoy también nuestro lugar: el último. Ahí tenemos que estar los cristianos: donde está Cristo. Él es nuestro pastor, nuestra Palabra. Hoy, en esta noche oscura en la que estamos metidos, esperando el alba, podemos pedirle al Señor que nos enseñe a latir con su ritmo, a salir de nosotros mismos y compartir con Él el último lugar en la casa, en el teletrabajo, donde estemos; a ponernos en la piel de los que más están sufriendo esta crisis profunda. A ser para los demás, porque es la única manera de ser feliz, como nos ha dicho Jesucristo con sus palabras, con su vida, con su muerte y con su resurrección. Nos ponemos también en los brazos de María. Sus manos están abiertas, y sostienen las coronas de espinas de nuestros hermanos y nuestras hermanas que más están pasando. Ella sufre con nosotros, pero también nos da la esperanza. Le pedimos que nos anime, para que nosotros llevemos la luz del Señor, la esperanza, dondequiera que estamos, en este cambio de época, en esta tormenta que estamos viviendo y que vamos a vivir, en tantos aspectos. Anímanos, Madre, para que seamos uno como Cristo, y con Cristo».