NoticiaSemana Santa Triduo Pascual: Pasión, Muerte y Resurrección Publicado: 29/03/2018: 15682 El delegado diocesano de Liturgia de la Diócesis de Málaga, Alejandro Pérez Verdugo, explica lo que se celebra cada uno de estos días santos. JUEVES SANTO La Misa vespertina del Jueves Santo introduce el Triduo Pascual y nos hace vivir sacramental y anticipadamente la unidad del misterio de la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor. Entramos en el cenáculo para conmemorar la institución de la Eucaristía en la Última Cena. El sagrario abierto y vacío, para comulgar del pan y vino consagrados en esta única Eucaristía de la tarde, nos transporta, horas después, como a discípulos con el corazón inflamado por su amor, a la intimidad con el Cristo eucarístico, a la adoración del Memorial, a la hora santa ante la Eucaristía. Y a partir de la medianoche podemos comenzar el “ayuno de los sentidos”: tapamos las imágenes, no oímos los instrumentos festivos, no saboreamos manjares, no nos acompañan ni el color ni el perfume de las flores… Sobriedad para celebrar la Muerte del Señor. VIERNES SANTO Con el sobrecogedor y austero rito inicial de la postración, rostro a tierra, del sacerdote, la celebración está centrada en la liturgia de la Palabra, su parte más importante; y su momento culminante es la lectura de la Pasión según San Juan: relato, memorial y actualización de la Redención. Esta primera parte concluye con la oración, que es universal para que nadie quede excluido de la salvación alcanzada por la Pasión de Cristo clavado en la cruz. En la segunda parte, adoramos la cruz arrodillándonos, inclinándonos, tocándola o besándola con fe y amor, porque es el “dulce árbol, donde la Vida empieza”. En la tercera parte comulgamos con el pan consagrado el Jueves, porque, de estos tres días, la Iglesia no celebra la Eucaristía ni el viernes ni el sábado, reservándola al domingo; a esta ausencia de la Eucaristía se vincula el ayuno no penitencial, sino esperanzado, del Viernes y Sábado (SC 110), por el cual nos unimos al tránsito del Señor a través de la muerte. SÁBADO SANTO La piedad cristiana tiene un recuerdo muy especial el Sábado Santo para la Virgen María, que este día especialmente vuelve a nosotros “sus ojos misericordiosos”. No es un día “a-litúrgico”; pero únicamente celebramos la Liturgia de las Horas, que nos da el significado de este día, ya que el oficio divino es el único que convoca hoy a la comunidad ante el altar desnudo, presidido por la cruz. Es un día “a-eucarístico”; no hay Eucaristía en señal de espera. La Iglesia se detiene ante el sepulcro del Señor crucificado y espera su Resurrección (Misal Romano). La Iglesia celebra, hora a hora, el reposo de Cristo en el sepulcro y su descenso al lugar de los muertos para abrir, de Adán en adelante, es decir, a los hombres de todos los tiempos, el camino de la salvación. DOMINGO DE PASCUA Comienza en la Vigilia Pascual, cuya primera parte es un lucernario, que nos introduce en la iglesia iluminada únicamente por el lumen Christi del cirio pascual y escuchamos emocionados el canto del solemne anuncio, o pregón pascual: el Exultet. A continuación, la liturgia de la Palabra recorre el misterio de la historia de la Salvación hasta recuperar con la alegría pascual la luz, el himno del Gloria, el sonido de las campanas, el perfume de las flores, el aliento… la vida; y, tras la lectura de la carta a los Romanos, el elocuente canto del Aleluya. Por último, la culminación de esta segunda parte es la proclamación del evangelio de la Resurrección. En la tercera parte, la liturgia bautismal nos invita a la renovación de las promesas bautismales y, por la Resurrección de Cristo, la Iglesia Madre da a luz a sus nuevos hijos por el bautismo. Por último, la Vigilia y el Triduo alcanzan su cumbre en la Eucaristía. La Vigilia Pascual es la primera celebración y el eje del año litúrgico, y con ella alcanzamos la “máxima solemnidad de la Pascua”. A la mañana siguiente, continúa el tercer y último día del Triduo, y comienza el tiempo pascual. En este domingo, Cristo Resucitado sale al encuentro de su esposa la Iglesia, representada en María Magdalena, Pedro y Juan. La muerte ha sido vencida, Cristo vive para siempre y la Iglesia celebra la Muerte y Resurrección de su Esposo hasta el final de los tiempos.