Este pontífice que, entre otras muchas razones, ha pasado a la historia por la constitución del actual estado del Vaticano, la creación de la Acción Católica, sus elevadas encíclicas y su negativa a recibir a Hitler en Roma en 1938, fue honrado a su muerte, como era costumbre en nuestra Catedral, con la construcción de un túmulo funerario o catafalco que, levantado en el bajo presbiterio, presidió sus honras fúnebres.

Se trataba de una arquitectura efímera que se componía de una estructura piramidal de varias gradas revestidas de paños suntuosos e iluminadas por numerosos candelabros, aunque en la época barroca su decoración llegó a ser mucho más compleja y complicada, con profusión de esculturas, pinturas, adornos y artificios. En todo caso, invariablemente, remataban con un símbolo representativo del personaje a quien se homenajeaba, que incluía su retrato o escudo de armas. En el caso del papa Pío, consistió en una mitra y su blasón personal.

Alberto Palomo