DiócesisCartas Pastorales Mons. Dorado

Servidores de la misericordia del Señor

Publicado: 24/09/2000: 1002

Pastoral de Mons. Dorado Soto
  Día de las Migraciones

"En este año jubilar y en el marco de una movilidad humana que ha aumentado por doquier, ¿cómo podrán los bautizados pretender que acogen a Cristo, si cierran su puerta al extranjero que se les presenta?" (Mensaje, 5). Esta pregunta inquietante del Papa Juan Pablo II debe guiar nuestra búsqueda, nuestras reflexiones, actitudes y comportamientos cuando nos disponemos a celebrar el "Día Nacional de las Migraciones". El mismo Jesús, que no encontró alojamiento en Belén y que vivió la  experiencia del destierro, dice en el Evangelio que Él está presente en cada forastero que acogemos o dejamos de acoger (cf Mt 25, 35).

Este año, el 24 de Septiembre, Día Nacional de las Migraciones, llega en un clima en el que nos vemos interpelados por las numerosas muertes que se producen en el Estrecho; por la certeza de que, detrás de estas personas que vienen en los medios más precarios, existe un auténtico mercado de seres humanos; por la llegada de adolescentes y de madres con su bebés en brazos; y por el aumento de quienes se presentan sin disponer de la documentación requerida por nuestras leyes. Mientras tanto, el Gobierno ha propuesto una modificación de la nueva Ley de Extranjería, que ha suscitado una honda preocupación y numerosas críticas en amplios sectores de la sociedad y de la Iglesia.

Ante un problema tan complejo, que requiere la cooperación internacional, es posible que nadie tenga la respuesta adecuada. Pero esta dificultad no debe constituir una excusa que nos lleve a cruzarnos de brazos. Este desafío es una auténtica llamada de Dios a los cristianos, y de manera especial a los seglares, cuya misión específica es la de poner orden en los asuntos temporales, de manera que avancen la justicia y el respeto a los derechos humanos. No es una cuestión exclusiva del gobierno ni de los políticos, sino que todos tenemos que decir una palabra.

Cuando casi sólo se habla de las dificultades que plantea la emigración, conviene poner de relieve que circular libremente en busca de trabajo, es un derecho humano básico. Además, para los países que los acogemos, los emigrantes constituyen una riqueza humana, cultural y económica de extraordinario valor, pues contribuyen al desarrollo económico, al intercambio cultural y al rejuvenecimiento de una sociedad en la que predominan las personas mayores. Y hay que decir muy alto que los necesitamos, tanto o más que ellos a nosotros.

Los laicos cristianos tenéis un gran cometido a la hora de encontrar la respuesta justa. Quienes sois expertos en derecho, enjuiciando y criticando la propuesta del gobierno; los técnicos en economía, hablando claramente de la necesidad que tenemos de recibir a quienes buscan un puesto de trabajo; los empresarios, cumpliendo escrupulosamente con ellos los deberes de justicia; los educadores, tratando de integrar a sus hijos sin que pierdan su identidad; los trabajadores sociales, ayudándoles a encontrar solución a los problemas básicos que se les presentan enseguida; los sacerdotes, abriéndoles  posibilidades de practicar y de cultivar su fe; y todos, aceptándolos como auténticos hermanos. Es así, con la aportación de todos, como conseguiremos encontrar la forma de acogida y de integración más justa y adecuada, pues en asuntos tan complejos nadie tiene la solución y nadie debe eludir su responsabilidad, limitándose a criticar lo que hacen los demás.

Dirigiéndose a los cristianos, el Papa Juan Pablo II nos ha dicho en su Mensaje para esta jornada: “El hecho de que en todas las sociedades del mundo existan desterrados, refugiados, deportados, clandestinos, emigrantes, que forman el 'pueblo de la calle’, confiere a la celebración del jubileo un significado muy concreto, que para los creyentes se transforma en una llamada al cambio de mentalidad y de vida, según la invitación de Cristo, 'convertíos y  creer en el Evangelio'", pues "es deber de todos -especialmente de los cristianos- trabajar con energía por instaurar la fraternidad universal, base indispensable de una justicia auténtica y de una paz duradera" (mensaje, 6).

+ Antonio Dorado,
 Obispo de Málaga.

Diócesis Málaga

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