DiócesisCartas Pastorales Mons. Dorado

A los cuarenta años de concluir el Vaticano II

Publicado: 11/12/2005: 899

Carta Pastoral Mons. Dorado Soto
40 aniversario de la Clausura del C.V. II

El día 8 de Diciembre de 1965, con la celebración de la santa misa en la Plaza de San Pedro, se clausuró el concilio Vaticano II. La víspera, en un discurso de espléndido contenido doctrinal, Pablo VI afirmó que el extraordinario interés que había suscitado el Concilio se debía a que había tenido la audacia de hablar de Dios al hombre moderno. Y lo había hecho “no con presagios funestos, sino con mensajes de esperanza y palabras de confianza”. Pues “ha querido observar profundamente su rostro, que muestra siempre dos caras, a saber: la miseria y la grandeza del hombre, su mal profundo que, como una enfermedad incurable e innegable sufre; su bien, que permanece marcado por una misteriosa belleza y singular prestancia. Pero hay que reconocer que este Concilio, al hacer su juicio sobre el hombre, se ha ocupado más de la contemplación de su aspecto dichoso que del desgraciado”.

Es lo que nos enseña el tiempo de Adviento que estamos celebrando: una actitud de esperanza, que brota de nuestra confianza en Dios. La fiesta de Navidad, ya próxima, recuerda que Él se hizo hombre por nosotros, para compartir nuestra historia y hacernos partícipes de su condición divina. Por eso, lo que parece imposible para nuestra débil condición humana, resulta asequible con su gracia: acoger, junto con nuestros logros históricos, esos cielos nuevos y esa tierra nueva en los que habitan la justicia, la paz y la plenitud humana.

A lo largo de las últimas semanas del año, las comunidades cristianas de Málaga estáis realizando el examen de conciencia que nos propone nuestro Proyecto Pastoral Diocesano: descubrir los avances de la tarea pastoral, para dar gracias a Dios; analizar sus carencias y las causas de las mismas, para buscar soluciones; y presentar propuestas imaginativas que sirvan de acicate a todo el Pueblo de Dios. Pero sabedores de que sólo Dios puede alumbrar nuestro camino, tenemos que hacer estas revisiones en un clima de oración y de fe, pues sin Dios, el necesario realismo pastoral conduce al desaliento.

A los cuarenta años del final del concilio Vaticano II nos tenemos que preguntar si la Eucaristía es el centro de la vida de nuestras comunidades, si el gusto por Palabra de Dios avanza, si tomamos en serio la iniciación cristiana de los niños, si centramos los mejores esfuerzos en la pastoral familiar y en la juvenil, si aprovechamos la religiosidad popular para profundizar en el Evangelio, si apostamos por caridad, si procuramos que los seglares se formen sólidamente para impregnar de valores evangélicos el mundo en que se mueven, si vivimos la comunión eclesial y si la opción por los pobres es más que una hermosa consigna... A estas líneas de acción del Plan Pastoral Diocesano, añadiría la vitalidad teologal de nuestra vida de fe, la dimensión social de la misma y el diálogo con la cultura actual.

Pienso que conserva intacta toda su validez lo que decían los padres conciliares al comenzar el Concilio: “Bajo la guía del Espíritu Santo, queremos encontrar el modo de renovarnos a nosotros mismos para que se nos encuentre cada vez más fieles al Evangelio de Cristo. Procuraremos proclamar a los hombres de este tiempo la verdad íntegra y pura de Dios, de tal modo que la comprendan y la acepten de buen grado (...). Esperamos la renovación espiritual de la que proceda también un impulso fecundo, que haga progresar los bienes humanos; es decir, los descubrimientos científicos, los avances de la técnica y una más amplia difusión de la cultura”.

+ Antonio Dorado Soto,
Obispo de Málaga

Diócesis Málaga

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