DiócesisCartas Pastorales Mons. Dorado

“Entra en acción el verdadero Señor del mundo”

Publicado: 09/12/2007: 916

Estas palabras nítidas y contundentes de Joseph Ratzinger, Benedicto XVI, nos recuerdan el sentido de la fiesta de Navidad, que vamos a celebrar. Dice el Catecismo que, tras largos siglos de espera, “al celebrar anualmente la Liturgia de Adviento, la Iglesia actualiza esta espera del Mesías: participando en la larga preparación de la primera venida del Salvador, los fieles renuevan el ardiente deseo de su segunda venida”. Es decir, mediante la celebración del Adviento, entramos en el dinamismo de un Pueblo que confiesa con sus palabras y su vida que Dios existe, que tiene en sus manos los hilos del mundo, que se ha hecho compañero de camino al asumir nuestra humanidad y que actúa de una manera completamente nueva en la historia de los hombres.

A lo largo de cuatro semanas, la Palabra de Dios que se proclama en la Liturgia nos invita a quitar los obstáculos que pueden impedir que descubramos su presencia amiga y a intensificar nuestro deseo de Dios, porque sólo los limpios de corazón y los que buscan con ahínco consiguen descubrir su rostro en medio de la vida diaria. Entre los obstáculos que nos impiden “ver a Dios” están las prisas, que no nos dejan escuchar y acoger su Palabra; el olvido del espíritu, que queda sepultado bajo la oferta de felicidad barata de los placeres; el consumismo, que nos dispersa y aleja de nuestra identidad más profunda; en una palabra, la situación crónica de pecado, que comienza en el olvido de Dios y nos arrastra al olvido de los demás y a la indiferencia ante ellos.

Es natural que, en este tiempo, decoremos nuestros hogares con el signo tradicional del Belén, que puede convertirse en una buena catequesis para los miembros de la familia, especialmente para los niños. También es importante que comentemos en familia qué parte de nuestros bienes vamos a aportar a alguna de las muchas causas humanitarias que llaman a la puerta. Y es muy oportuno que nos preguntemos si nuestro modo de existir encarna los valores de la paz, la justicia y el respeto a la naturaleza, de que hablan las felicitaciones de Navidad que muchos enviamos y recibimos. Pero lo más importante es que centremos la inteligencia y el corazón en la búsqueda del rostro de Dios.

A veces me sorprenden los recovecos artificiosos por los que transitan las personas que felicitan la Navidad y tratan de evitar a toda costa pronunciar el hombre de Dios. Por supuesto que merecen y tienen todo mi respeto, pues la conciencia del otro es el santuario sagrado ante cuyas puertas hay que detenerse siempre. Pero este mismo respeto que lleva a alentar a los que compartís nuestra fe y os sentís discípulos de Jesús a que busquéis a Dios con un ardiente deseo, sin infravalorar los valores humanos, pero también sin quedarse en cuestiones secundarias ante la grandeza del acontecimiento que celebramos.

Cuando contemplamos la debilidad de un niño, que nace en las afueras de un pueblo pequeño, porque no había lugar para Él en la posada, tenemos que preguntarnos por el amor infinito de Dios, que se despojó de su condición divina para acercarse a nosotros. Pues con palabras de Benedicto XVI, en su obra de “Jesús de Nazaret”, “a través de su presencia y su actividad, Dios entra en la historia aquí y ahora, de un modo totalmente nuevo, como Aquel que obra. Por eso, ahora se ha cumplido el plazo; por eso, ahora es, de modo singular, el tiempo de la conversión y el arrepentimiento, pero también el tiempo del júbilo, pues en Jesús Dios viene a nuestro encuentro”.

+ Antonio Dorado Soto,
Obispo de Málaga

Diócesis Málaga

@DiocesisMalaga
Más artículos de: Cartas Pastorales Mons. Dorado
Compartir artículo