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Resucitó de entre los muertos

Publicado: 23/03/2008: 878

Domingo de Resurrección


Durante la madrugada de este domingo de Pascua, miles de cristianos nos vamos a reunir en todo el mundo para acoger y confesar un mensaje desconcertante y esperanzador, que es el fundamento de nuestra fe: “Jesucristo ha resucitado”. Como símbolo de que este anuncio ilumina la vida del hombre y vence las tinieblas del sufrimiento y de la muerte, encenderemos una vela en el Cirio Pascual, que representa a Jesucristo, y nos reuniremos en torno a su Presencia invisible.

Algunos expertos piensan que hablar de la resurrección de Cristo es inaceptable para las personas del siglo XXI, y tratan de dar explicaciones alternativas que terminan por vaciar el contenido de la fe. La verdad es que resulta sorprendente para el hombre de todos los tiempos, como vemos por la reacción inicial de los mismos Apóstoles. El evangelista Lucas nos ha dejado patente la actitud escéptica de dos discípulos que se dirigían a Emaús; y San Juan, la negación abierta del Apóstol Tomas, que dice con absoluta crudeza: “Si no veo en sus manos la señal de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré”. Es la misma dificultad que experimentaban los cristianos de Corinto, porque la resurrección de un muerto nos desconcierta y nos sobrecoge siempre. Pero el Apóstol San Pablo nos sigue diciendo hoy a nosotros lo mismo que les dijo a ellos: “si no resucitó Cristo, vana es nuestra predicación, vana también vuestra fe”, porque “estáis todavía en vuestros pecados”.

Aunque se trata de un acontecimiento real, la resurrección de Jesucristo no fue un retorno a la vida terrena, como en el caso de Lázaro. Como dice el Catecismo de la Iglesia Católica, “en su cuerpo resucitado, pasa del estado de muerte a otra vida más allá del tiempo y del espacio. En la resurrección, el cuerpo de Jesús se llena del poder del Espíritu Santo; participa de la vida divina en el estado de su gloria; tanto que San Pablo puede decir de Cristo que es el hombre celestial”.

Cuando nos reunamos a rezar en la Vigilia Pascual, oiremos un pregón que anuncia a todo el universo: “Que noche tan dichosa, sólo ella conoció el momento en que Cristo resucitó de entre los muertos”, porque nadie fue testigo ocular de este acontecimiento que constituye la cumbre de la historia universal.

Para nosotros, la resurrección es el sí de Dios Padre a cuanto hizo y dijo Jesucristo. Los hombres lo condenamos a muerte y lo expulsamos de la ciudad, como un maldito, pero, resucitándolo de entre los muertos, el Padre ha avalado sus palabras y su vida. Ahora sabemos y confesamos que la muerte ha sido vencida y que se nos ha dado la posibilidad de vivir una vida nueva, por medio de la fe y de los sacramentos de la Iglesia. Como dice el Vaticano II, “al conmemorar así los misterios de la redención, abre la riqueza de las virtudes y de los méritos de su Señor, de manera que se los hace presentes, en cierto modo, a los fieles, para que los alcancen y se llenen de la gracia de la salvación”.

Cuando nuestras comunidades están profundizando en “celebrar el Misterio Pascual en la fe de la Iglesia”, la Vigilia Pascual y el tiempo de Pascua nos brindan una oportunidad espléndida para profundizar en el espíritu de la Sagrada Liturgia, fuente y meta de toda la tarea evangelizadora; y para anunciar al hombre de hoy, siguiendo la enseñanza del Papa Benedicto, la raíz profunda de nuestra esperanza.

+ Antonio Dorado Soto,
Obispo de Málaga

Málaga, 23 de marzo de 2008

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