DiócesisCartas Pastorales Mons. Dorado

¡Qué noche tan dichosa!

Publicado: 08/04/2007: 941

Domingo de Resurrección

Durante siete días, Málaga, con todos sus pueblos y ciudades, se ha convertido en un grandioso escenario por el que han desfilado las principales escenas de la pasión y muerte del Señor. Algunos han vivido esta realidad desde su actitud creyente; otros se han quedado en la belleza de las imágenes, de los tronos y de los desfiles procesionales; y seguramente ha habido muchos padres y abuelos que han aprovechado este hecho para impartir una jugosa catequesis a sus hijos y nietos.

Junto a estas representaciones externas, llenas de belleza y hondo sabor popular, los cristianos nos hemos reunido también en las celebraciones litúrgicas para celebrar estos misterios. Para los creyentes, la celebración es el complemento imprescindible de las procesiones, pues nos ayuda a acoger en comunidad y en clima de silencio la fuerza invisible y salvadora de este misterio que ha desfilado nuestras calles y plazas.

Lo importante es acercarnos a estos símbolos con los ojos de la fe y la mirada de un corazón convertido, pues como ha escrito el Papa Benedicto XVI en su Exhortación Apostólica sobre la Eucaristía, “la misión para la que Jesús ha venido entre nosotros llega a su cumplimiento en el Misterio pascual. Desde lo alto de la cruz, donde atrae a todo hacia sí, antes de ‘entregar el espíritu’, dice: ‘Está cumplido’. En el misterio de su obediencia hasta la muerte, y una muerte de cruz, se ha cumplido la nueva y eterna alianza. La libertad de Dios y la libertad del hombre se han encontrado definitivamente en su carne crucificada, en un pacto indisoluble y válido para siempre. También el pecado del hombre ha sido expiado una vez por todas por el Hijo de Dios (...). En su muerte en la cruz, se realiza ese ponerse Dios contra sí mismo, al entregarse para dar nueva vida al hombre y salvarlo: esto es el amor en su forma más radical” (n9).

La contemplación creyente del drama de la pasión y muerte de Jesucristo llega a su cumbre esta noche, en la celebración de la Vigilia Pascual. Os invito a participar en ella para renovar las promesas bautismales y para reavivar vuestra fe. La proclamación y meditación sosegada de diversas lecturas bíblicas nos lleva a profundizar en el sentido de la encarnación y la muerte de Jesús; y la celebración de la Eucaristía, a entrar en el dinamismo de su resurrección.

Como anuncia el Pregón Pascual, “esta es la noche en que, por toda la tierra, los que confiesan su fe en Cristo son arrancados de los vicios del mundo y de la oscuridad del pecado, son restituidos a la gracia y son agregados a los santos. Esta es la noche en que, rotas las cadenas de la muerte, Cristo asciende victorioso del abismo. (...) ¡Qué noche tan dichosa! Sólo ella conoció el momento en que Cristo resucitó de entre los muertos. Esta es la noche de la que estaba escrito: ‘Será la noche clara como el día, la noche iluminada por mi gozo’. Y así, esta noche santa ahuyenta los pecados, lava las culpas, devuelve la inocencia a los caídos, la alegría a los tristes, expulsa el odio, trae la concordia, doblega a los poderosos”.

Para el cristiano, la mejor manera de concluir la Cuaresma y entrar en la tensión renovadora de la Pascua consiste en celebrar esta Vigilia con su comunidad. El rito de la luz con que se inicia, la escucha atenta de la Palabra de Dios, la proclamación de la fe y la renovación de las promesas bautismales son medios que nos ayudan a resucitar con Jesucristo y a vivir la novedad del Evangelio en nuestro aquí y nuestro ahora, en el hoy de Dios.

+ Antonio Dorado Soto,
Obispo de Málaga

Diócesis Málaga

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