Crucificado de talla antigua y algo tosca (cuyo estado actual requiere de una urgente intervención restauradora), que cuelga del muro izquierdo de la capilla de la Inmaculada. Denominado en su día por sus propietarios como “el Señor de los Temblores”, llegó a la Catedral en 2005, de mano de la señora Silvia Ortega Casado, quien lo había heredado de sus abuelos.

Resulta que éstos, moradores del  barrio del Perchel, como tantos otros malagueños que experimentaron la tragedia del terremoto del día de Navidad de 1884, se veían en la necesidad de abandonar sus casas, especialmente por las noches, cada vez que se producía una de las réplicas del mismo, algo que fue una constante durante todo el mes de enero que siguió. Nada más percibir los movimientos de tierra salían presurosos a la intemperie cargados de las pertenencias más valiosas que, en previsión, tenían empaquetadas y entre las que se contaba la imagen de este Santo Cristo.

Acomodados y reservados del frío como bien podían, en algún lugar seco de los márgenes del Guadalmedina, se apresuraban a apoyar la imagen sobre los bártulos y, piadosos como eran, comenzaban a rezar el rosario al que, de inmediato, se sumaban espontáneamente muchos de sus vecinos buscando el consuelo de la fe. De ahí el nombre de Cristo de los Temblores que la imagen recibió y que hoy, juntamente con la lápida conmemorativa que está fijada en la fachada del Hospital de Santo Tomás, son de los pocos recuerdos visibles que quedan de aquella catástrofe que tanto dolor y víctimas produjo en las provincias de Granada y Málaga.

Alberto J. Palomo Cruz