Para mí es una alegría presentar a Adolfo Chércoles, con el que tengo el regalo de compartir una amistad que dura ya muchos años.

Desde muy jovencito salió de su casa para formarse como jesuita, y amplió tanto sus fronteras que salió de su cultura “paya” y se adentró, sobre todo, en la cultura gitana... Un pueblo peregrino, como Ignacio de Loyola, con el que ha compartido, no sólo vendimias y ladrillos, vivienda y barriadas, miseria y risas, lucha e incomprensión, sino sobre todo ¡camino y sabiduría!

Adolfo sigue dedicando su vida a ayudar a otros a prepararse y disponerse para afrontar la realidad desde Jesucristo, bien con los Ejercicios de San Ignacio, bien con las Bienaventuranzas. Lo más importante en él es que no “idealiza” nada. Cuando nos habla en sus charlas, lo hace siempre desde su experiencia de vida en contacto especialmente con las personas sencillas, que encuentran a Dios en lo gratuito, en lo sencillo y cotidiano.