La sociedad contemporánea ha dejado de lado a Dios. Pero el hombre es un ser religioso y el hueco han venido a llenarlo otros “dioses”. Hemos pasado de una sociedad creyente a una sociedad crédula, un caldo de cultivo ideal para que prosperen ofertas de fanatismo religioso y de manipulación sectaria, además de otras patologías de lo espiritual como la Nueva Era, las supersticiones, las pseudoterapias, la adivinación y otras muchas manifestaciones. El Magisterio de la Iglesia Católica siempre se ha referido al fenómeno de las sectas como un desafío: ¿por qué tantas personas entran en estos grupos? ¿A qué necesidades humanas responden? ¿Qué está haciendo mal la propia Iglesia al no llegar a esta gente que está en la búsqueda de la felicidad, de la espiritualidad y del sentido de la vida? La mejor respuesta de los cristianos a este desafío será la Nueva Evangelización, la fidelidad al Evangelio y la cercanía a cada persona en su realidad concreta, ofreciéndole a Cristo.