¿Cómo llegó a la Escuela Teológica?

La primera hornada éramos gente ya implicada pastoralmente. Se supone que primero hay que formarse y luego pasar a la acción, pero nosotros lo hicimos al revés. Yo colaboraba con don Antonio Rubio, el fundador de la Escuela, en la catequesis de adultos y él fue quien me invitó. Era una grandísima persona y un grandísimo sacerdote. Fueron pioneros en la formación de laicos en nuestra Diócesis Por eso lo acogimos con mucha ilusión, porque realmente nunca se había dado a los laicos esa posibilidad de una formación avanzada, sistemática, de los conocimientos básicos de nuestra fe. Era algo nuevo.

Para los profesores también sería algo nuevo ¿Cómo lo vivían ellos?

Los profesores eran lo más granado de la Diócesis, prácticamente el claustro del Seminario, y para ellos era una experiencia nueva formar a seglares. Eran buenísimos profesores, comunicadores excelentes. Imagínate contar con el desaparecido Francisco Parrilla, era una experiencia increíble. Como la Escuela no exigía ningún título académico para entrar, había de todo. Desde gente de una cultura muy básica hasta gente muy preparada. Los profesores supieron entender esto desde el primer momento y eran muy asequibles, muy cercanos.

¿Cómo valora estos 25 años de formación de evangelizadores?

Han sido muy positivos. Ciertamente, lo primero es tener fe, porque puedes tener mucho conocimiento, ser una enciclopedia, pero sin fe no podrás dar testimonio. Pero hoy día, los cristianos tenemos que estar preparados para dar razón de esa fe. La formación debería ser una aspiración para todo cristiano de a pie, pero para los que desarrollan alguna tarea pastoral es indispensable. No se puede estar transmitiendo algo que desconoces.