Cuando recibí el encargo de ocupar el atril desde el que anualmente se anuncia nuestra Semana Santa, aun consciente del tremendo honor que se me concedía, nunca pude imaginar la trascendente responsabilidad que se me avecinaba.

Sin embargo, conforme fueron pasando los días y me fui enfrentando a la redacción del texto, vi que esta oportunidad no podía quedarse en una mera exaltación más o menos poética de la belleza de las procesiones que nos aguardan sino que, más bien, debía servir como una reflexión sobre el espíritu que alienta al colectivo cofrade. Y ese ha sido mi deseo.

El trayecto recorrido desde el día de mi designación ha sido un camino feliz, lleno de gestos de apoyo y empatía y, sobre todo, de momentos llenos de emotividad y ternura pues las cofradías y personas cercanas al pregonero se vuelcan en su afán de arroparlo y ofrecerle toda la fuerza necesaria ante tan singular encomienda y, por tanto, no puedo dejar de expresar mi más sincera gratitud, ya que me he sentido tan arropado que al llegar el instante de subir al escenario me ha parecido hacerlo acompañado de todos esos testimonios.

El pregón ya ha sido pronunciado y ya pertenece al pasado, pero yo prefiero pensar que es patrimonio
de todos los cofrades, que es decir creyentes, porque pensando en ser su voz fue concebido. Si sirvió para que al menos algunos se reconocieran en el texto, ya me doy por satisfecho. 

Por mi parte, lo he tomado como un trabajo en pro de la Semana Santa de nuestra ciudad, que es tanto
como decir la propia Iglesia y, por ello, al servicio de Dios. Ojalá mis palabras animen a los malagueños, especialmente a los cofrades, a vivir una Semana Santa plena de sentido en la contemplación del sufrimiento de Cristo y el dolor de María, como preparación a la gran celebración del Misterio de nuestra fe en la Pascua que ya se nos promete próxima y feliz.

Rafael de las Peñas, pregonero de la Semana Santa de Málaga 2015