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María, Madre de Dios: ¡No nos dejemos robar el Evangelio!

María y el niño, de W. Bouguereau
Publicado: 31/12/2014: 11997

Muchos de nuestros contemporáneos han apartado a Dios de sus vidas y también de la sociedad, dejando un vacío de Dios que ha sido ocupado por el hombre, que es el que hoy es “glorificado”. Una tentación presente también en la Iglesia que puede dejarse llevar por una mundanidad espiritual escondida detrás de apariencias de religiosidad e incluso de amor a la Iglesia (EG 93)

«María no se busca a sí misma, lo busca a Él. No se define a sí misma, lo hace por Él, por ser su madre»

Cuando la vida cristiana se basa sólo en razonamientos, o en el cumplimiento de normas de un estilo católico propio del pasado, o en seguridades doctrinales, o gestionamos la vida de la Iglesia desde un mero funcionalismo empresarial (cfr. EG 94-95), – dirá el papa Francisco – ya no hay fervor evangélico, sino el disfrute espurio de una autocomplacencia egocéntrica.

María, Madre de Dios, es el contrapunto a la mundanidad espiritual. No se deja robar el Evangelio, encarnado en sus mismas entrañas puras. Cristo no ha quedado en la epidermis de su ser, sino que la ha reconfigurado por entero y da sentido a cada caricia, a cada mirada, a cada lágrima, a cada decisión, a cada pensamiento... No se busca a sí misma, lo busca a él. No se define a sí misma, lo hace por él, por ser su Madre. 

Frente al vacío de Dios, ella es la mujer rebosante de Dios, la llena de gracia, que se deja llevar por caminos insospechados al aire puro del Espíritu Santo.

Rafael Vázquez

Sacerdote diocesano, delegado de Ecumenismo y Diálogo Interreligioso y director del Secretariado de la Comisión Episcopal de Relaciones Interconfesionales.

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