Publicado: 14/03/1987: 780

Carta Pastoral Día del Seminario (1987)

 Queridos diocesanos:

El próximo domingo celebraremos el «Día del Seminario». De nuevo nos reuniremos para orar y avivar nuestra inquietud y colaboración en pro de las vocaciones sacerdotales y de nuestro Seminario.

La Asamblea Diocesana y el Seminario

La I Asamblea Diocesana de Pastoral que, sin lugar a dudas, es para todos una singular gracia de Dios y un momento de especial importancia para la Diócesis, nos impulsa a unir nuestros esfuerzos en orden a la evan­gelización de nuestro pueblo y a una mayor corresponsabilidad eclesial. Entre sus frutos es de esperar una mayor corresponsabilidad de los laicos en la Iglesia diocesana y una presencia evangelizadora más eficaz en nuestro mundo.

El Seminario, estrechamente unido a todas las realidades diocesanas está llamado a formar los pastores que puedan colaborar desde el minis­terio a la realización y profundización del camino emprendido con la Asamblea.

Una esperanza

Mi cercanía al Seminario me hace percibir con alegría los signos de esperanza que en él se van dando. Nuestro Seminario Menor va consoli­dándose y viendo cómo los primeros jóvenes pasan al Mayor o al curso preteológico que se ha iniciado este año. La alegría con la que se vive en el Seminario Mayor, el nuevo Plan de Formación Sacerdotal recientemente aprobado por la Conferencia Episcopal, y las clases de teología que ahora se imparten en el Seminario, serán una ayuda eficaz para el continuo crecimiento del mismo.

Preocupante escasez de sacerdotes

Pero también tengo que compartir con vosotros mi preocupación ante la carencia, cada vez mayor, de sacerdotes que puedan suscitar, alen­tar y acompañar a nuestras parroquias y comunidades. Ministros hoy más necesarios para ayudar a que los creyentes, impregnados del espíritu evangélico, puedan ser fermento del mundo, testigos del Dios vivo.

Ayudad a los vocacionados

Por ello necesitamos -y os animo a todos a esa tarea- ayudar a los jóvenes a plantearse y descubrir la posible llamada del Señor, a seguirla y dejarse transformar por El hasta ser, como decía Don Manuel González, «Evangelios vivos con pies de cura» que desde el ministerio presbiteral convoquen, alienten y sirvan a la comunidad cristiana, y sean con ella fermento que impulse a nuestra Iglesia y al mundo a un estilo de vida más evangélico, más justo, solidario y fraterno, más radicalmente trans­formado por los valores del Reino.

Todos debemos colaborar

Ciertamente ninguna ayuda es superflua en esta tarea. Necesita­mos de todos. Sobre todo de que vosotros los jóvenes os dispongáis a oír la voz del Señor y con generosidad os ofrezcáis a ser enviados por El. Necesitamos, también, la colaboración de las familias cristianas, de los sacerdotes, religiosos, comunidades y movimientos apostólicos para que «el tema vocacional no sea campo exclusivo del clero, sino preocupación de toda la comunidad diocesana» (Asamblea Pastoral, cap. IV núm.14), para suscitar y alentar las vocaciones sacerdotales, para orientarlas hacia nuestro Seminario (Asamblea Pastoral, cap. IV núm.7). También necesi­tamos vuestra oración y vuestra colaboración económica que permita al Seminario realizar adecuadamente su misión.

Mi gratitud

Quisiera invitaros a dar gracias al Señor porque El sigue suscitando vocaciones y sosteniendo al Seminario. Y agradeceros a todos y cada uno de vosotros la generosa ayuda que le prestáis. Permitidme que exprese mi gratitud de una manera especial a los sacerdotes que con tanta dedica­ción, constancia y entrega trabajan como fermento evangélico en nues­tras comunidades para que éstas puedan ser fermento del mundo.

Málaga, 14 de Marzo de 1987. 

Autor: Mons. Ramón Buxarrais

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