NoticiaColaboración Reflexión sobre el Mensaje de Cuaresma del Papa Francisco, por Alfonso Crespo Publicado: 26/02/2020: 18859 El sacerdote diocesano Alfonso Crespo ayuda a profundizar en el Mensaje que Francisco ha hecho llegar al pueblo de Dios con motivo del tiempo litúrgico de la Cuaresma. «EN NOMBRE DE CRISTO OS PEDIMOS QUE OS RECONCILIÉIS CON DIOS» (2Cor 5,20) Con esta exhortación, dirigida por san Pablo a los corintios, nos invita el papa Francisco a comenzar esta nueva Cuaresma: «En nombre de Cristo os pedimos que os reconciliéis con Dios (2Cor 5,20). El Señor nos vuelve a conceder este año un tiempo propicio para prepararnos a celebrar con el corazón renovado el gran Misterio de la muerte y resurrección de Jesús, fundamento de la vida cristiana personal y comunitaria. Debemos volver continuamente a este Misterio, con la mente y con el corazón. De hecho, este Misterio no deja de crecer en nosotros en la medida en que nos dejamos involucrar por su dinamismo espiritual y lo abrazamos, respondiendo de modo libre y generoso». Cada año, el Miércoles de Ceniza marca el primer paso del camino de Cuaresma, que en cuarenta jornadas nos dejará a las puertas de la Pascua. El camino del cristiano es «caminar de Pascua a Pascua»: la Resurrección es el acontecimiento que divide la historia de la humanidad y nuestra propia historia personal en un antes y después porque, como dice Pablo: «si Cristo no ha resucitado, vana es nuestra fe». EL MISTERIO PASCUAL ES EL FUNDAMENTO DE LA CONVERSIÓN La alegría del cristiano brota de la escucha y de la aceptación del «kerigma»: el anuncio de la Buena Noticia de la muerte y resurrección de Jesús. En este Misterio se expresa un amor «tan real, tan verdadero, tan concreto, que nos ofrece una relación llena de diálogo sincero y fecundo» (Christus vivit, 117). Quien cree en este anuncio rechaza la mentira de pensar que somos nosotros quienes damos origen a nuestra vida, mientras que en realidad nace del amor de Dios Padre, de su voluntad de dar la vida en abundancia (cf. Jn 10,10). En cambio, si preferimos escuchar la voz persuasiva del «padre de la mentira» (cf. Jn 8,45) corremos el riesgo de hundirnos en el abismo del sinsentido, experimentando el infierno ya aquí en la tierra, como lamentablemente nos testimonian muchos hechos dramáticos de la experiencia humana personal y colectiva. Dice Francisco: «En esta Cuaresma quisiera dirigir a todos y cada uno de los cristianos lo que ya escribí a los jóvenes en la Exhortación apostólica Christus vivit: «Mira los brazos abiertos de Cristo crucificado, déjate salvar una y otra vez. Y cuando te acerques a confesar tus pecados, cree firmemente en su misericordia que te libera de la culpa. Contempla su sangre derramada con tanto cariño y déjate purificar por ella. Así podrás renacer, una y otra vez» (n. 123). La Pascua de Jesús no es un acontecimiento del pasado: por el poder del Espíritu Santo es siempre actual y nos permite mirar y tocar con fe la carne de Cristo en tantas personas que sufren. La Cuaresma nos abre a la esperanza de una vida nueva y sin término. LA CONVERSIÓN ES RESTABLECER «LAZOS DE MISERICORDIA» Dice Francisco: «Es saludable contemplar más a fondo el Misterio pascual, por el que hemos recibido la misericordia de Dios. La experiencia de la misericordia, efectivamente, es posible sólo en un cara a cara con el Señor crucificado y resucitado «que me amó y se entregó por mí» (Ga 2,20). Un diálogo de corazón a corazón, de amigo a amigo. Por eso la ORACIÓN es tan importante en el tiempo cuaresmal. Más que un deber, nos muestra la necesidad de corresponder al amor de Dios, que siempre nos precede y nos sostiene». El cristiano reza con la conciencia de ser amado sin merecerlo. La oración puede asumir formas distintas, pero lo que verdaderamente cuenta a los ojos de Dios es que penetre dentro de nosotros, hasta llegar a tocar la dureza de nuestro corazón, para convertirlo cada vez más al Señor y a su voluntad. En este tiempo favorable de Cuaresma, «dejémonos guiar como Israel en el desierto (cf. Os 2,16), a fin de poder escuchar finalmente la voz de nuestro Esposo, para que resuene en nosotros con mayor profundidad y disponibilidad. Cuanto más nos dejemos fascinar por su Palabra, más lograremos experimentar su misericordia gratuita hacia nosotros. No dejemos pasar en vano este tiempo de gracia, con la ilusión presuntuosa de que somos nosotros los que decidimos el tiempo y el modo de nuestra conversión a Él». LA MISERICORDIA DE DIOS QUIERE HABLAR APASIONADAMENTE CON NOSOTROS La Cuaresma es una nueva oportunidad «que debería suscitar en nosotros un sentido de reconocimiento y sacudir nuestra modorra, nuestra rutina. A pesar de la presencia —a veces dramática— del mal en nuestra vida, al igual que en la vida de la Iglesia y del mundo, este espacio que se nos ofrece para un cambio de rumbo manifiesta la voluntad tenaz de Dios de no interrumpir el diálogo de salvación con nosotros». Dios hizo recaer nuestros pecados en su Hijo Jesucristo, para poder amar en nosotros lo que amaba en él. Así, Dios, por su Hijo, ama también a sus enemigos (cf. Mt 5,43-48). En Cuaresma Dios quiere dialogar apasionadamente con nosotros. Pero el diálogo que Dios quiere entablar con todo hombre, mediante el Misterio pascual de su Hijo, no es como el que se atribuye a los atenienses, los cuales «no se ocupaban en otra cosa que en decir o en oír la última novedad» (Hch 17,21). Este tipo de charlatanería, dictado por una curiosidad vacía y superficial, caracteriza la mundanidad de todos los tiempos, y que podemos ver, hoy, en un uso engañoso de los medios de comunicación. La Cuaresma nos invita a un AYUNO de las formas de mentira: la charlatanería, el chismorreo, las falsas verdades, la calumnia. Dios quiere que nuestro diálogo se fundamente en la verdad: La oración es un diálogo que Dios entabla con nosotros y brota de su amor. El amor es una forma de hablar: un diálogo que brota del corazón a las palabras y de las palabras vuelve al corazón. Por eso, a veces el diálogo es simplemente «silencio contemplativo». LA MISERICORDIA ES UNA RIQUEZA NO PARA ACUMULAR SÓLO PARA MÍ SINO PARA COMPARTIR Contemplar el Misterio pascual en el centro de la vida significa «sentir compasión por las llagas de Cristo crucificado presentes en las numerosas víctimas inocentes de las guerras, de los abusos contra la vida tanto del no nacido como del anciano, de las múltiples formas de violencia, de los desastres medioambientales, de la distribución injusta de los bienes de la tierra, de la trata de personas en todas sus formas y de la sed desenfrenada de ganancias, que es una forma de idolatría». Estamos invitados a compartir nuestros bienes con los más necesitados, mediante la LIMOSNA, como forma de participación personal en la construcción de un mundo más justo: «Compartir con caridad hace al hombre más humano, mientras que acumular conlleva el riesgo de que se embrutezca, ya que se cierra en su propio egoísmo. Podemos y debemos ir incluso más allá, considerando las dimensiones estructurales de la economía». Estamos invitados a diseñar una economía más justa e inclusiva que la actual. Como ha repetido muchas veces el magisterio de la Iglesia, la política es una forma eminente de caridad. También lo será el ocuparse de la economía con este mismo espíritu evangélico, que es el espíritu de las Bienaventuranzas. Concluye el Papa: «Invoco la intercesión de la Bienaventurada Virgen María sobre la próxima Cuaresma, para que escuchemos la llamada a dejarnos reconciliar con Dios, fijemos la mirada del corazón en el Misterio pascual y nos convirtamos a un diálogo abierto y sincero con el Señor. De este modo podremos ser lo que Cristo dice de sus discípulos: sal de la tierra y luz del mundo (cf. Mt 5,13-14)». PROPUESTAS PARA VIVIR LA CUARESMA La Cuaresma es un camino para renovar el encuentro con Cristo vivo en su Palabra, en los sacramentos y en el prójimo. En este clima, vivamos LA ORACIÓN, EL AYUNO Y LA LIMOSNA, abriendo el corazón a los débiles y a los pobres. 1. ORACIÓN: «buscar el trato amigo con Dios: oírle y después hablarle, invocar su misericordia» - Meditemos las parábolas de la misericordia de Lucas (cap. 15). - ¿Qué me aleja de Dios mi Padre? ¿Realmente quiero volver, como hijo pródigo, a la casa del Padre? â–º Nos comprometemos a preparar las lecturas de los domingos de Cuaresma, meditando la Palabra de Dios y participando activamente en los Oficios de Semana Santa. 2. AYUNO: «evitar la charlatanería, el chisme, las falsas verdades, la calumnia» - Meditemos si nuestras palabras construyen fraternidad o crean división… Decía santa Teresa a sus monjas: «hermanas, hablar de Dios o callar… que en la casa de Teresa esta ciencia se profesa». - ¿Cuáles son los defectos y pecados que me apartan de Dios mi Padre? Me comprometo a «ayunar de ellos» â–ºMeditemos el Salmo 50: «Misericordia, Señor, hemos pecado contra ti». 2. LIMOSNA: «compartir con caridad nos hace más humanos, colaborando con la Providencia de Dios» - La limosna se reviste de muchos trajes: comida, amistad, comprensión, cercanía, perdón... Recordemos las obras de misericordia, corporales y espirituales. - Cuidemos también la creación, que es un regalo de Dios: ¿Reciclo?, ¿Derrocho? ¿Comparto? Participemos en la acción caritativa de nuestra parroquia o comunidad â–ºMeditamos en esta Cuaresma las Bienaventuranzas (Mt 5,3-12). Y seguimos profundizando en la Exhortación del Papa Gaudete et exsultate.