NoticiaEl santo de la semana Isabel de la Trinidad, la casa de Dios Santa Isabel de la Trinidad Publicado: 09/11/2021: 8472 Isabel Catez, cuya fiesta se celebra el 9 de noviembre, nació en 1880 cerca de Bourges (Francia). Siendo aún niña, murió su padre, por lo que tuvieron que mudarse a una nueva casa, cerca del convento de las Carmelitas Descalzas de Dijon. El día de su primera comunión se siente llena de Jesús y, por la tarde, visita por primera vez a las monjas, cuya priora le explica que el nombre de Isabel significa “casa de Dios”. Esto impresiona tanto a la pequeña que, desde entonces, se propone ser siempre morada de Dios. Desea ser carmelita, pero su madre se lo impide hasta que cumple los 21 años, edad en la que ingresa en la Orden con el nombre de Isabel de la Santísima Trinidad, a quien se dirige con el familiar nombre de “mis Tres”. Enamorada de los escritos de san Pablo, descubre en ellos su vocación a ser “Laudem gloriae (Alabanza de Gloria)”. Tras una fatigosa enfermedad, murió en 1906 dejando tras de sí una ingente e influyente obra espiritual. La sinodalidad de una carmelita La hermana Lucía Carmen de la Trinidad, Carmelita Descalza del Monasterio de San José de Antequera, es una gran devota de la santa de hoy, a quien dedica estas líneas: A santa Isabel de la Trinidad me unen muchos lazos: soy carmelita descalza, hija de Teresa de Jesús igual que ella; de la mano de san Juan de la Cruz –primero de los Descalzos de la madre Teresa- y de san Pablo, igual que ella; enamorada de esa “Fonte que mana y corre…”, la Santísima Trinidad, ¡igual que ella! Y ahora que hemos comenzado esta aventura universal de la sinodalidad, ¡cómo me gustaría ser Iglesia en salida, igual que ella! El papa Francisco nos invita, en primer lugar, al encuentro con el Señor, a la oración de adoración tan en desuso hoy día… Fijémonos en Isabel de la Trinidad que desde su silencio interior, su adoración constante a “sus Tres”, supo salir al camino y encontrar al que sufre, escuchar el sufrimiento ajeno y discernir caminos para sanar tantas heridas. En su corazón –pleno por la adoración- se dieron cita la cercanía, la compasión y la ternura de Dios, de “sus Tres” como ella los vivía. Os invito a pasearos por sus cartas, la sorpresa de una “Iglesia al lado de los más pequeños” os espera en cada una de sus palabras. Y junto a “los Tres”, “Janua cæli”, “Puerta del Cielo”, la Virgen adorante… Creo que de su mano nos será más fácil, más auténtico, este desafío sinodal en el que ya estamos sumergidos.