NoticiaEntrevistas «Las trabajadoras del hogar están en una situación complicada» Publicado: 05/05/2020: 28485 La Hna. Manoly Fernández es la superiora de las Religiosas de María Inmaculada de Málaga, conocidas como "las monjas de calle Victoria", que trabajan con, por y para las jóvenes, especialmente aquellas mujeres que se encuentran en una situación de mayor vulnerabilidad. En Málaga, además, también dirigen una residencia de estudiantes. Quisiéramos ser como las mujeres del Evangelio, que nos ponemos en camino y que asumimos la vida como nos está viniendo, queriendo ser testigos del Evangelio, aportando espacios de esperanza y acogida, espacios de posibilidad, de calidez y humanidad con todas las personas con las que compartimos la Vida. Llevan a cabo una labor inmensa de acogida y empleo con las mujeres más vulnerables, ¿cómo se ha visto afectado este servicio durante el confinamiento y la pandemia? El trabajo con las empleadas del hogar y la promoción de la mujer joven forma parte de los inicios de nuestra Congregación, de nuestro carisma, es nuestra misión en la Iglesia. Con motivo de la crisis sanitaria del covid-19 nos hemos visto obligadas a cerrar presencialmente el centro social de forma temporal y con ello todas las actividades y programas que estábamos llevando a cabo, al considerarse el servicio doméstico como una actividad no esencial, lo que ha supuesto forzosamente no tener la posibilidad de acceder a un trabajo. Sin embargo, no hemos dejado de acompañarlas telefónicamente ofreciéndoles escucha y asesoramiento. También a los empleadores. Iremos actuando de nuevo de acuerdo con las medidas que el gobierno vaya dictando y tratando de trabajar en red con otras ONGs e Instituciones. ¿Cómo se han visto afectadas las mujeres con las que trabajan? Se dan diferentes circunstancias. Muchas han sido despedidas por los empleadores ante el miedo del contagio, por otro lado, otras decidieron no ir a trabajar por el susto de poder ser contagiadas en la casa donde trabajan y por último ante el confinamiento los empleadores las despidieron porque ya no se las necesitaba para cuidar a los niños y a las personas mayores. El coronavirus ha puesto a las trabajadoras del hogar en una situación muy complicada, de inseguridad, de desigualdad de derechos laborales, de vulnerabilidad, de precariedad laboral y de invisibilidad. Entre otros, en este sector no se puede realizar Erte por fuerza mayor porque no tienen derecho a desempleo, y se quedan más desprotegidas. Muchas de ellas se encuentran en situación administrativa irregular por lo que no pueden tener salvoconducto para circular por la calle de camino a sus trabajos y otras muchas sufren los daños colaterales de una economía sumergida. ¿Ven signos de esperanza en el desconfinamiento y desescalada en el que estamos sumergidos? Me resisto a perder el optimismo y la esperanza ante esta debacle sanitaria, económica, laboral y social que nos está tocando vivir. Por eso quiero ver signos de esperanza en el modo de hacer política de nuestros gobernantes- que desde mi punto de vista en este momento están dejando mucho que desear- y en el modo de vivir con coherencia lo que nos piden a todos, siendo capaces de olvidarse de sus colores de partido y que con sus enredos y miras cortas no entorpezcan la recuperación de nuestro país que tanto necesitamos. Ver signos de esperanza en el desconfinamiento es pensar con sentido de Estado y re-construir todos juntos y unidos lo que con tanto trabajo y sacrificio hemos heredado de nuestros mayores y de tantos otros que nos han precedido. Es hora de que aprendan la lección que el pueblo les está dando. Creo que un signo de esperanza en el desconfinamiento es ver cómo todos estamos poniendo de nuestra parte para salir de esta situación tan difícil, cómo hemos vuelto a ponerle cara a muchos valores que estaban adormecidos, valores como la solidaridad, el sentido de familia, la caridad, el olvido de si en la vida entregada, el devolverles el reconocimiento que siempre se han merecido a nuestros mayores, nos hemos olvidado de individualismos y hemos recobrado el esfuerzo comprometido de todos, hemos vuelto también a acordarnos un poco más de Dios y lo hemos encontrado cuando lo hemos buscado, el sentir la necesidad de dar un abrazo y de decir un te quiero, acordarte de un viejo amigo y hacerte presente a quien creías que estaba más solo o necesitado. Tal vez sin darnos cuenta este confinamiento nos ha recordado lo vulnerables que somos y lo mucho que nos necesitamos los unos a los otros para caminar unidos, nos ha ayudado a recargar las pilas de la humildad y la humanidad. ¿Cómo seguir viviendo esta Pascua con esperanza? Quisiéramos ser como las mujeres del Evangelio, que nos ponemos en camino y que asumimos la vida como nos está viniendo, queriendo ser testigos del Evangelio, aportando espacios de esperanza y acogida, espacios de posibilidad, de calidez y humanidad con todas las personas con las que compartimos la Vida. Salir, estar, acompañar, encarar el presente con realismo y motivación desde el amor y la esperanza. Esto supone un esfuerzo de todos y de toda la comunidad. En palabras del papa Francisco, diría que “basta con abrir una rendija para que la Unción que el Señor nos quiere regalar se expanda y nos permita contemplar la realidad doliente con una mirada renovada y cada vez que tomemos parte de la Pasión del Señor, que acompañamos la pasión de nuestros hermanos, viviendo la propia pasión, nuestros oídos escucharán la novedad de la Resurrección. ¿Cómo están viviendo el confinamiento las Religiosas de María Inmaculada en Málaga? Gracias a Dios, en nuestra comunidad de Málaga, no ha habido ningún caso de contagio y esto ha favorecido mucho que el día a día sea más llevadero. Lo estamos viviendo con temor y preocupación, con sentimientos encontrados y estados de ánimos diferentes. Es importante sentirnos unidas y que unas necesitamos de las otras. Nos estamos jugando mucho cada día y por eso tratamos de vivirlo con sentido común, con responsabilidad personal y cívica, siguiendo las indicaciones que van marcando las autoridades. No podemos ni debemos “bajar la guardia” por el bien personal y de los demás. El confinamiento ha detenido nuestros ritmos de trabajo, planificaciones, rutinas diarias… y nos ha obligado a tomar perspectiva y a cambiar nuestras costumbres para vivir de otra manera la vida ordinaria de cada día, las celebraciones litúrgicas, los encuentros comunitarios… y disponernos a escuchar lo que Dios quiere decirnos con todo lo que está sucediendo. Nos conmueven y entristecen los fallecimientos de tantas personas… el dolor y sufrimiento de sus familiares y amigos al no poder despedirse de ellas. Son experiencias por las que nadie debería pasar. Y las situaciones del paro laboral que tantas familias están padeciendo y los efectos que traen consigo de no poder llegar a fin de mes, de falta de alimentos… También lo estamos viviendo desde la oración, la ayuda y el servicio con quienes nos necesitan y con mucha gratitud de corazón, por un lado, hacia tantas personas de buen corazón que se han preocupado por nosotras y han tenido gestos, de solidaridad, de generosidad, de cercanía. Por otro, la valoración y el agradecimiento a tantos profesionales de la sanidad, empleadas del hogar, transportistas, voluntarios, fuerzas y seguridad del Estado, militares, cuidadoras, limpiadoras, educadores, reponedores… que arriesgando sus vidas nos están ayudando a todos a vivir este confinamiento con dignidad, respeto y corresponsabilidad.