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Sacerdotes junto a ancianos con Covid-19

Publicado: 15/04/2020: 24632

Sacerdotes diocesanos atienden a los ancianos residentes del colegio mayor Arunda, en el barrio de La Paz, habilitado por la Delegación de Salud para mayores de residencias de Málaga y provincia que han dado positivo en el test del Covid-19.

«La Iglesia se ha confinado en casa como toda la sociedad, pero no se ha metido en una cueva. Cada cristiano sigue llevando a Jesús a sus vecinos de muchas maneras».

El sacerdote Antonio Sosa y otro compañero ya están acudiendo para acompañar a los mayores trasladados a esta residencia, y en breve se unirán más. Este centro viene funcionando desde el Miércoles Santo, y en él se atiende integralmente a personas mayores afectadas del Covid-19 que no cuentan con posibilidad de aislamiento en sus residencias, y que de momento superan la decena. Muchos de ellos han visto agravado su estado, ya de por sí delicado, por el coronavirus, y reciben una asistencia sanitaria cuidadosa por parte de un equipo compuesto por varios médicos y médicos internos residentes, un buen equipo de enfermeras, auxiliares, limpiadoras, cocinera y celadores. Pero para Antonio Sosa, era imprescindible ofrecerles también atención espiritual.

«Durante estas semanas, una docena de sacerdotes se ha ofrecido como capellanes extraordinarios en distintos hospitales, para hacer presente a Jesucristo y a su Iglesia, consolar, alentar y llevar el amor incondicional de Dios a los doloridos y vulnerables. Ahora más que nunca debemos estar con nuestros mayores, dar una palabra de aliento al abatido por los años y por tanta soledad. En estos días hemos dialogado con maravillosos sanitarios, y les decíamos la necesidad de ver al enfermo en toda su integridad, también la dimensión espiritual es fundamental, que para muchos de nuestros mayores se concreta y es vivida como cristianos católicos. Hemos sido enviados por la Iglesia, para ofrecer el acompañamiento espiritual a quienes pudieran necesitarlo en este momento tan crucial, y el equipo sanitario nos acogió con comprensión y mucho respeto. Nuestro deseo es que estén acompañados, que sientan que Dios no les deja en estos momentos. Rezamos por ellos, les ofrecemos la Unción de Enfermos y el sacramento del Perdón, y les llevamos la Comunión. Su espiritualidad la han vivido en la fe católica, y así se les atiende también en esa dimensión tan importante», cuenta.

«Cuando las familias supieron de nuestra labor, lo agradecieron mucho. Incluso hemos llevado una tablet, que nos ha financiado la Asociación Probeatificación José Gálvez Ginachero para que estén en contacto a pesar del aislamiento. Han visto a todos los ancianos y han hablado con ellos, llenos de emoción. Se les cambiaba el rostro al ver a sus seres queridos», añade este sacerdote, que explica que es tal la protección que deben tener que tardan unos 30 minutos en prepararse para poder entrar a visitar a los enfermos. «Tenemos que protegernos y proteger también a los demás. Es admirable la labor que están llevando a cabo los sanitarios, desde luego que merecen todos los aplausos, y están demostrando una sensibilidad muy especial en humanizar al máximo su atención a los afectados».

Aunque algunos de los residentes en este centro tienen muy limitada su consciencia, Sosa destaca testimonios concretos. «Las Carmelitas de Montemar nos dieron escapularios de la Virgen del Carmen, que repartimos entre los residentes. Desde que vamos, ha fallecido Carmen, con casi 100 años, y a la que a pesar de estar inconsciente, pudimos acompañar con la oración, darle la Unción de Enfermos y estar a su lado en esos momentos finales, que vivió con su escapulario en las manos. A otra anciana, Pepa, le queremos llevar una radio para que se distraiga, y se alegró mucho de recibir la comunión, ya que desde que los voluntarios de Pastoral de la Salud no podían ir a verla, no había podido recibirla», explica el sacerdote, quien también acude a hospitales a acompañar a los enfermos. «El otro día, en el Clínico, los hijos de Isabel, de Yunquera, hablaban con ella por videollamada, seguramente la última vez. Fue muy duro y doloroso. Le cogí de la mano y rezamos el padrenuestro como pudimos, ya que no nos salían las palabras por la emoción», cuenta.

También recuerda especialmente este sacerdote a Presentación, «que está muy contenta porque desde su cama puede ver su barrio, Parque Mediterráneo. Tiene confianza de que se va a poner buena, y así lo queremos también nosotros», cuenta Sosa. «La Iglesia se ha confinado en casa como toda la sociedad, pero no se ha metido en una cueva, tantas llamadas de cariño y ánimo estos días, cercanía a los vecinos solos, nuestras Cáritas atentas a las familias, pensando cómo ayudar mejor en estos meses que se avecinan, la oración por los difuntos en nuestros cementerios, estamos en los hospitales dando esperanza, en cada Eucaristía celebrada en casa o en el altar del templo aunque sea sin fieles, allí esta Jesucristo recordándonos que el Padre nos ama a todos. Cada cristiano sigue llevando a Jesús a sus vecinos de tantas maneras» expresa.

Para este sacerdote y su compañero, esta experiencia supone «una vivencia del ministerio que nos educa la mirada, nuestras manos y sobre todo el corazón, no somos solo hombres para el culto, sino que seguimos el ejemplo de Jesús el Buen Pastor, que lleva con amor sobre sus hombros al enfermo, a los dolidos, a los más débiles de este mundo. A mí personalmente me duele ver esa soledad tan grande y pienso que esto debe hacernos reflexionar en el papel que hemos dado a nuestros mayores en la sociedad, cuando ya no son útiles o no dan fruto aparente. Nuestros mayores son un tesoro, son la memoria y la sabiduría para una sociedad que muchas veces pierde el norte, no son un desecho y menos un estorbo. Salvemos a nuestros mayores», pide.



Ana María Medina

Periodista de la diócesis de Málaga

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