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La nueva felicidad que Dios te otorga a través del cáncer

Publicado: 04/05/2018: 10521

TESTIMONIO. Ante la celebración de la Pascua del Enfermo, el 6 de mayo.

Tengo 62 años y soy profesor en la Universidad de Málaga. Hace seis meses me diagnosticaron un cáncer de pulmón con una metástasis en la región supraclavicular del cuello.

Tengo claro que, sin mérito alguno por mi parte, me hice y Le hice las preguntas correctas cuando me comunicaron la noticia: Señor, ¿para qué va a servir esta nueva circunstancia en mi vida? ¿Cuál es tu voluntad ante esta enfermedad que ahora permites? ¿Qué sentido quieres que le dé a las molestias, dolores o desconciertos que el tratamiento de este cáncer llevará consigo? Entiendo que haya personas que, cuando se les informa de su padecimiento, se preguntan: “¿Por qué a mí, Dios mío?”. Y quizá no logren digerir sobrenaturalmente esta situación. Pero, como ya digo, no fue mi caso porque así lo quiso Dios, sin mérito ni virtud por mi parte. Comenzaron los tratamientos: inmunoterapia, quimioterapia y radioterapia y con ellos, las molestias que vienen aparejadas. Me encontré, fui consciente, de pronto, con un arsenal de medios o herramientas para hacer el bien. Un bien que nadie iba a ver pero que era tan real como que ahora es de día y luego será de noche. Y comencé a sentirme parte, de una manera más directa, de una nueva misión de la que Jesucristo me hacía partícipe. Solo me pedía que pusiera intenciones a esos pequeños sufrimientos diarios. El primero de ellos era sonreír siempre y no quejarme nunca y el segundo, hacer la vida llevadera a los que me rodeaban, de modo especial a mi acompañante en el proceso de la enfermedad, mi esposa. Efectivamente, se trataba de amar con un nuevo sentido. De ver las cosas y sucesos del día a día con otra dimensión. En ello está la nueva felicidad que Dios te otorga a través de esta enfermedad.

Qué bien se entiende ahora, que cada mañana amanezca con una profunda acción de gracias por todas las cosas que mi Padre Dios ha dispuesto para mí. También, y de modo especial, las atenciones del equipo médico que me atiende en el Hospital Regional de Málaga. Son los medios humanos que pueden llegar incluso a conseguir una total recuperación... si Dios quiere: lo cortés no quita lo valiente. Y tengo fe para pensar que, en manos de Dios, está esta sanación si es conveniente para mi alma y las de los que me rodean. Por lo pronto, ya me han dado la Unción de Enfermos nada más llegar a mi primer ingreso en enero de este año. Mi estancia en el Hospital me ha proporcionado una de las amistades con mi compañero de habitación más bonita que podía haber tenido: mi amigo Juan. Después de verme comulgar varios días en la habitación me dijo que él también quisiera recibir al Señor pero que hacía mucho tiempo que no practicaba el sacramento de la penitencia. Le dije que eso tenía fácil solución: vino un sacerdote, habló con él y desde entonces es uno más en nuestro ejército. Cada día me siento partícipe de la gran misión de la Iglesia.

Diócesis Málaga

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