Noticia Diario de una adicta (LV). El insomnio Publicado: 22/04/2017: 3286 Desde que el consumo lo integré en mi vida, el dormir mal o no dormir, casi no me creaba alteraciones evidentes, pues con la droga paliaba sus posibles consecuencias negativas, pero actualmente necesito, a la mañana siguiente, tener el cerebro descansado para el trabajo intelectual que tengo programado. Antes no me daba cuenta de esta necesidad porque casi todo el tiempo estaba adormecida, daba cabezadas y las noches las pasaba en un duerme-vela que no me preocupaba. Ahora cuando llega la hora de acostarme un cierto nerviosismo se apodera de mí. Consulté con el médico y me explicó las características el dormir, a la vez que me facilitó algunos artículos de información que detallaban remedios y estrategias para los enfermos que lo padecían. Me informó que existen clínicas del sueño y que es una patología muy extendida, ya que las causas también se encuentran presentes en nuestras vidas, y que se pueden resumir en el estado de estrés en que estamos sumergidos. Entendí que el sueño no es un proceso pasivo, sino muy activo y con varias fases, una de las cuales es muy característica, porque estando dormida aparecen unos movimientos oculares rápidos que se ven perfectamente a través de los párpados, y de manera especial en los niños pequeños. Pues bien, coincide este periodo con una fase profunda que el cerebro la utiliza para descansar, recuperarse, colocar en orden el contenido emocional y ofrecerle salidas o aliviar conflictos, descargar tensiones y poner a punto la maquinaria con el objetivo que, a la mañana siguiente estemos dispuestos a empezar como si estrenáramos todo el mecanismo. Son las drogas, y de manera muy particular la cocaína y los estimulantes, los que afectan a este periodo, acortan su tiempo y alteran su dinámica; así crean un desorden en la secuencia de fases que tiene la dinámica del dormir y, en resumen, desorganiza el sueño y provoca una disminución en sus propiedades terapéuticas y sanadoras. Era y es todavía un martirio acostarse y empezar a ver imágenes distorsionadas, sin fundamento, con chispazos extravagantes que se mezclan con episodios normales de tu vida, hasta que surgen ideas obsesivas a las que antes de intentar responder son sustituidas por las opuestas, y volver a empezar. A mí, lo que más me interesaba era sus posibles soluciones y me señaló que entran dentro del abordaje general terapéutico que habíamos diseñado: formalizar un horario de acostarse y levantarse a una hora determinada, para consolidar un hábito y que el cuerpo y la mente lo asuma sin dificultad. También una cena mínima y ejercicios de relajación y visualización de situaciones placenteras vividas. Debía evitar los fármacos hipnóticos o sedantes, porque interesaba dejar al cerebro sin ningún fármaco, para que de manera natural vaya recuperando sus funciones y el gobierno de los diferentes ritmos. Carmen me insistió en acelerar el entrenamiento en técnicas de sofrología para asegurarme un cierto control mental que después tendríamos que potenciar. El médico me ha explicado que son secuelas de la droga. Realmente lo que mejor me sentaba, y lo que más me tranquilizaba era cuando mi madre me traía el vaso de leche y con un, “que descanses niña mía”, me daba, lleno de ternura, un esplendoroso beso: y es que donde no llega la ciencia, llega siempre el corazón... especialmente si es de una madre.