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Diario de una adicta (XLV). Descubrimientos personales

Publicado: 09/02/2017: 3211

Ha sido en mi casa, en mi familia, en este espacio externo y a la vez tan profundo y entrañable, pletórico de significado, donde he encontrado la riqueza de la soledad, pero no la de antes, que incluso me empujaba a la auto-aniquilación, sino la que me ofrece la compañía de un amoroso diálogo, porque es compartida y disfrutada con las personas que más quiero.

Ellas se encuentran dentro de mí y modifican mi interior, que lo inundan con sus atenciones. No me encuentro nunca sola, aunque esté casi siempre sola; deseo y quiero su presencia física, pero no es muy necesario porque percibo y vivo en su “ambiente”.

Empiezo a disfrutar de esos momentos conmigo misma y de manera especial del silencio. Ese hábito del espíritu que deja, desde lo profundo, libertad para que salga a la superficie el amor que mantiene  la existencia de todo ser humano, y que con tanto ruido, tantas voces y ruidos de nuestra agitada vida, es difícil de contemplarse. Estos oasis de paz y tranquilidad que me regala mi familia, convierten el silencio en un tesoro del que emergen ríos de comprensión, solidaridad, benevolencia y bondad, que tienen la capacidad de hacer posible lo imposible.

¡Con qué fuerza y alegría estoy experimentando la riqueza de la familia!, ¡qué indispensable es el núcleo de varias personas que la conforman y que, unidas por lazos fortuitos de sangre, se consolida de manera permanente y segura cuando les une el cemento del amor! En esa dulce comunicación afectiva, nace el clima irreemplazable donde se encuentra el fundamento de la felicidad.

¿Será posible que haya sido la droga la que me está destapando todas estas joyas?, ¿será verdad que no hay mal que por bien no venga? Rodeada de cariño y ternura, me he hecho consciente de que estos representan los verdaderos y auténticos valores del ser humano: no tengo la menor duda. Y lo digo después de haber tenido diferentes, múltiples y variados estados alterado de conciencia, vividos como muy placenteros, pero que pasados esos momentos, no dejaban de ser una ilusión transitoria y promotora de oscuridades y sombras. Pero nada que ver, ¡en absoluto!, con los estados interiores que se viven como consecuencia de ser receptor o emisor de cariño y bondad: ¡es otra cosa! Y sólo con su ejercicio lo podremos entender. Nadie duda que esas “cosas” representen el mejor remedio terapéutico jamás inventado. ¿Qué más necesito?

José Rosado Ruiz

Médico acreditado en adicciones

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