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«El Covid-19 aumenta la vulnerabilidad de las mujeres prostituidas»

Publicado: 27/04/2020: 19266

Elena Moreno Gómez, Psicóloga del Proyecto Vive y Camina de las Adoratrices, explica las consecuencias que la crisis del Covid-19 tiene sobre las mujeres en contexto de prostitución.

«El coronavirus aumenta el riesgo de generar una mayor dependencia de las mujeres víctimas de trata en relación a las redes que las explotan»

¿Cómo trabaja la congregación de Málaga con las mujeres en contexto de prostitución? ¿Cuántas han sido atendidas por este servicio en el último año?

La Congregación de Religiosas Adoratrices de Málaga con el Proyecto Vive y Camina somos una entidad especializada en el apoyo integral a mujeres en riesgo de exclusión social, mujeres víctimas de trata, de violencia de género y de prostitución, mujeres que están pasando por un problema de adicción o cualquier otro problema que haga que se encuentren en una situación de vulnerabilidad.

Desde el año 1856 desarrollamos un proyecto de apoyo integral que cuenta con un equipo multidisciplinar formado por educadoras, trabajadoras sociales, psicólogas y personas voluntarias que trabajan desde un enfoque basado en el respeto de los Derechos Humanos. Ofrecemos un servicio residencial — casa de acogida y piso de reinserción— donde se atiende a cada mujer siguiendo un itinerario basado en fases, hasta su total recuperación e inserción social. Se provee a la mujer de servicios especializados según sus necesidades concretas: atención social, laboral, jurídica, sanitaria o psicológica. Igualmente contamos con un servicio de atención telefónica de veinticuatro horas, durante todos los días de año, para facilitar y colaborar en el bienestar de la mujer en situaciones de emergencia. Durante el año 2019 hemos atendido a un total de 69 mujeres, de las cuales 22 eran víctimas de la explotación sexual.

¿Es posible salir adelante?

Salir adelante tras la explotación sexual no es tarea fácil. Estas mujeres han sido objeto de una grave violación de Derechos Humanos y además han sufrido una de las más graves expresiones de la violencia de género. La trata de mujeres con fines de explotación sexual constituye una forma de esclavitud: se considera la esclavitud del siglo XXI. Las mujeres son sometidas, coaccionadas, intimidadas, etc.

Las mujeres que llegan al Proyecto Vive y Camina de RR. de las Religiosas Adoratrices de Málaga han pasado por un largo y doloroso recorrido. Recuperarse y salir adelante es posible y muchas, aunque no todas, lo consiguen. Recuerdo el caso de T.R. una chica nigeriana de 23 años que había sido engañada para venir a España a trabajar. A ella le pareció una oportunidad única, pues, de ese modo, podría ofrecer un mejor futuro a su hijo de 3 años que se quedó huérfano de padre al sufrir este un accidente de tráfico.

Los tratantes eligen para la explotación sexual de mujeres a las más vulnerables, es decir, a aquellas que tienen más necesidad y que, como en este caso, están dispuestas a separarse de sus hijos para poder viajar a España y así, poder enviarles dinero para que puedan salir de la pobreza. Dejan a sus hijos y a su familia para encontrar un mejor futuro en España. Pero cuando llegan aquí, la realidad es bien distinta a lo que les habían prometido.

En el caso de T. R., el trayecto hasta llegar a España duró meses; unos meses en los que sufrió abusos sexuales y violaciones y estuvo días encerrada sin comer ni beber. Al llegar a España, fue obligada a ejercer la prostitución en contra de su voluntad. Cuenta que lloraba constantemente y se arrepentía de la decisión de haber venido a España. Hasta que un día, en un despiste, pudo escapar. Pidió ayuda a la policía y llegó a nuestro centro  Al principio no hablaba español y su única preocupación era encontrar un trabajo rápido para poder enviar dinero a su hijo. Pero eso no es posible. Una chica nigeriana, sin experiencia laboral, sin papeles y sin dominar el idioma, no encuentra trabajo fácilmente en Málaga. Es casi imposible y poco recomendable. Las chicas tienen que aprender y admitir que necesitan un tiempo para recuperarse, y que esa es la única forma de poder ayudar a sus familiares. Es muy duro, pero no hay otro camino. Con tiempo, paciencia y mucho trabajo, consiguió aprender español, regularizar su situación, encontrar un trabajo y alquilarse un piso junto a una amiga. Ahora trabaja en un bar y se siente feliz. Su siguiente paso será traerse a su hijo a España.

Y el coronavirus, ¿cómo ha alterado vuestro trabajo?

El trabajo en el Proyecto Vive y Camina no cesa. Hemos tenido que adaptar el trabajo para poder garantizar la protección de las mujeres, pero no por ello se ha lastimado la atención que les ofrecemos.

En nuestro centro están las hermanas las veinticuatro horas del día al pie del cañón y además estamos un equipo multidisciplinar de cinco trabajadoras: dos trabajadoras sociales, una psicóloga y tres educadoras. Hemos organizado turnos de trabajo y se ha fomentado el teletrabajo, en la medida de lo posible. Hemos tenido que suspender las actividades grupales y las terapias presenciales, que ahora se hacen a través de videoconferencia; y solo en los casos más excepcionales se llevan a cabo de manera presencial manteniendo la distancia y las medidas de seguridad aconsejadas. En un tiempo récord, hemos conseguido adaptar nuestro trabajo a la nueva e inesperada situación, con el fin de poder seguir atendiendo a las mujeres, pero sin poner en riesgo su salud, ni la salud de las hermanas religiosas y las trabajadoras. Ahora, desarrollamos un sistema de trabajo mitad presencial y mitad telemático que creemos que funciona bien y que vamos adaptando, en función de las recomendaciones del gobierno.

¿Genera el coronavirus más vulnerabilidad para estas mujeres? ¿Por qué?

La restricción de la circulación ha favorecido un mayor aislamiento social de estas mujeres que no cuentan con redes de apoyo social ni familiar y que muchas veces desconocen sus derechos o los recursos existentes en el entorno. La situación se agrava en el caso de las mujeres extranjeras, en situación irregular, y que desconocen el idioma. Por otra parte, con la declaración del estado de alarma, muchas entidades y ONGs que trabajan de forma asistencial y ambulatoria atendiendo a estas mujeres han tenido que paralizar sus intervenciones, por lo que estas han perdido la posibilidad de recurrir a los dispositivos habituales de información y atención. Todo esto agrava su marginalidad y aislamiento y, en algunos casos, se corre el riesgo de generar una mayor dependencia de las redes que las explotan. Las mujeres que ya residen en centros, como las que están actualmente en el nuestro, se encuentran en un entorno de protección que les garantiza un estado de bienestar. No obstante, esta situación de aislamiento y paralización de las actividades cotidianas genera en algunas de ellas una cierta ansiedad, por no poder avanzar en la búsqueda de un empleo que les permita poder enviar dinero a sus familiares. A esto se suma otra dificultad con la que se enfrentan, puesto que la restricción obligada de movimientos les dificulta el envío de dinero a sus familiares y la recepción de dicho envío en su país de origen.

Habéis sido consideradas servicio esencial... y el decreto de Violencia de Género incluye a las víctimas de trata lo que es una buena noticia, aunque no todo lo buena que querríais... ¿por qué?

Es cierto que es una buena noticia que en el Real Decreto de apoyo a víctimas de violencia de género ante el COVID-1 se haya declarado servicio esencial a las entidades que trabajamos con víctimas de violencia de género, explotación sexual y trata con fines de explotación sexual. Esto garantiza que podamos seguir funcionando y garantizando el servicio que ofrecemos a estas mujeres. Pero es verdad que han olvidado que la trata no es solo explotación sexual sino que también existen víctimas de trata por otros motivos como la explotación laboral, matrimonios forzados, etc. y estos casos son los grandes olvidados.

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Ana María Medina

Periodista de la diócesis de Málaga

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