NoticiaOpinión La enseñanza de la religión en tiempos del laicismo Publicado: 19/06/2011: 3068 Por su interés y actualidad reproducimos una conferencia de D. Fernando Sebastián en Palma de Gran Canaria a los profesores de religión católica. I. CONDICIÓN Y MISIÓN ECLESIAL DEL PROFESOR DE RELIGIÓN Para aclarar las cosas desde el principio, tenemos que reconocer claramente que el Profesor de Religión no es un funcionario de la Iglesia, ni tiene relaciones laborales con la Iglesia. Pero sí es un cristiano que ocupa un cargo docente y ejerce una labor docente en un centro público, no confesional, en nombre de la Iglesia, por presentación del Obispo y con expresa misión apostólica del Obispo. No sois funcionarios, pero sois enviados, misioneros, docentes y educadores cristianos. Esta situación no tiene que ser considerada como anormal. Es lógica y normal como modo de actuación apostólica de un seglar cristiano (o de un sacerdote o religioso que cumple esta misión) en el seno de las instituciones sociales y civiles. En el mundo y por medio de las instituciones del mundo. Cuando hablamos del apostolado de los seglares decimos que los cristianos, en función de su propia vida espiritual y de su preparación intelectual, adquirida normalmente en las organizaciones de la Iglesia, pueden y deben actuar en las instituciones seculares, para dar en ellas y desde ellas el testimonio de su fe. Este es vuestro caso. Con una formación teológica adquirida en la Iglesia, con unas actitudes espirituales desarrolladas en la vida eclesial, estáis en instituciones civiles, para exponer desde ellas los contenidos y las características de la fe católica. Reconozco que desde el punto de vista laboral, vuestra situación puede resultar incómoda. No sois empleados de la Iglesia. El Gobierno tampoco os quiere considerar como funcionarios, puesto que no habéis obtenido la plaza por los medios previstos para ellos y tenéis siempre el condicionante de la misión episcopal. Esta complejidad de vuestra situación responde exactamente a la naturaleza de nuestra sociedad. El Estado garantiza la educación de los niños y jóvenes por medio de la escuela pública. Estas instituciones y la educación que en ellas se imparte tienen que responder a los deseos de los padres y en último término a las características de la sociedad. El Estado y las instituciones del Estado están al servicio de la sociedad y no al revés. Ahora bien, la sociedad no es meramente secular, ni la cultura en que vivimos y de la que vivimos, no es meramente secular. Hay también en la sociedad conocimientos, convicciones y actitudes religiosas que no están bajo el control del Estado, sino que eligen libremente los ciudadanos y que tienen su propia consistencia doctrinal, histórica e institucional, que no provienen ni dependen del Estado. Un Estado democrático tiene que tener en cuenta esta complejidad de la sociedad y de la vida de sus ciudadanos. En la medida en que los padres de los alumnos se sientan católicos y quieran para sus hijos una educación católica, el Estado en sus Centros tiene que facilitar la presencia de un colectivo de profesores para ofrecer estas enseñanzas de acuerdo con el sentir oficial de la Iglesia católica. El Estado no puede considerarse planificador de la conciencia ni de la cultura de los ciudadanos. Eso sería totalitarismo. De esta manera vuestra presencia en los Centros públicos es garantía de libertad religiosa y de autenticidad democrática. Es la fe católica de los padres católicos de los alumnos la última justificación de vuestra presencia en la escuela pública. Con vuestra presencia en la escuela pública respondéis, en primer lugar, al deseo de los padres católicos para educar católicamente a sus hijos, que es a la vez una obligación moral y eclesial, y un derecho político y democrático. De esta manera, cumpliendo este deseo de los padres, el Estado es fiel a su naturaleza democrática, promoviendo una escuela tal como los padres la quieren para sus hijos. Siempre la autoridad al servicio de la sociedad. Nunca al contrario. La intervención de la jerarquía católica en vuestra designación garantiza la autenticidad eclesial y religiosa en el cumplimiento de este deseo original de los padres. La Iglesia presenta al Estado las personas idóneas para cumplir el deseo original de los padres de que sus hijos sean educados cristianamente tal como ellos lo quieren, de acuerdo con la doctrina oficial de la Iglesia católica. Después de haber comprobado vuestra idoneidad, doctrinal, pedagógica y personal, la Iglesia, oficialmente, os envía a cumplir, en la escuela pública, una misión eclesial, aceptada y respaldada por un Estado democrático que quiera estar verdaderamente al servicio de sus ciudadanos. EN CONSECUENCIA - en el desarrollo de vuestro trabajo debéis sentiros enviados por la Iglesia, representantes de la Iglesia, en el proceso educativo de unos alumnos cristianos que sus padres, también ellos cristianos, os han confiado. Esta conciencia os ayudará a vivir con profundidad, libertad y responsabilidad el contenido, la grandeza y las exigencias de vuestra misión. - Y a la vez debéis sentiros colaboradores del Centro sin ningún complejo, formáis parte del Claustro, sois compañeros de los demás profesores, estáis desarrollando una tarea que el gobierno tiene que ofrecer a los ciudadanos que lo quieran en virtud del derecho a la libertad religiosa, vuestra presencia da legitimidad democrática al Centro y a la autoridad que os acepta. - Como resultado de todo ello, sois miembros del personal docente del Centro público, pero vuestra labor es diferente: tenéis una misión recibida de la Iglesia, ejercéis una labor de Iglesia, respondéis a una demanda de los fieles de la Iglesia para cuyo servicio existen los Centros públicos. Los Centros públicos no “son” del Estado, no están al servicio de las políticas del Gobierno sino al servicio de los ciudadanos, no tienen que responder al gusto de los gobernantes, sino al gusto de los ciudadanos. Y entre esos ciudadanos están los católicos, está la Iglesia. II. VALOR ECLESIAL DE LA ENSEÑANZA DE LA RELIGIÓN Es verdad que vosotros no sois catequistas. Sois profesores. No conviene ni resulta positivo confundir vuestra misión con la de los catequistas. Sería una deformación de las cosas confundir la asignatura de religión con una verdadera catequesis. La catequesis es aprendizaje teórico y práctico de la vida cristiana. Más práctico que teórico. La catequesis más bien supone los conocimientos, y exige además la asimilación personal y el ejercicio práctico de lo que se aprende. SIN EMBARGO - sois profesores enviados por la Iglesia católica - para enseñar los contenidos de la fe católica - a quienes desean conocer intelectualmente la fe católica. - dando por supuesto que la fe católica tiene una consistencia intelectual, una verdad real, cognoscible, comprensible por lo menos con la luz y la lógica internas de la fe. Y esto lo hacéis, - como primera oportunidad para recibir una información completa de la fe católica que vuestros alumnos profesan, que en algunos casos puede ser la única. - en un momento especialmente importante, cuando están creciendo en conocimientos culturales y van elaborando su personal visión de la vida, del mundo, de la sociedad, sus ideales personales, sus criterios morales. - en el mismo ambiente en que reciben su formación intelectual y cultural - a veces con acentos antirreligiosos, o laicos - con muchachos que no han tenido ni tendrán otra oportunidad EN CONSECUENCIA Vuestro trabajo no puede ser neutral. Aunque las clases estén dirigidas a la comprensión intelectual de las verdades de la fe, es evidente que si ésta se presenta bien y se logra de manera suficiente, a través de este conocimiento tiene que crecer la estima y el interés por las cosas conocidas. En vuestras clases se tiene que producir y llevar a cabo la consigna de S. Agustín: “Credo ut intelligam”. “Creo para entender” y su correlativo “trato de entender para creer”. La buena educación racional y teológica ayuda a creer, asimila, personaliza la fe, la hace configurante y operante. La clase de religión tiene el objetivo de que la fe cristiana de los alumnos intervenga decisivamente en la imagen del mundo que él se está forjando a lo largo de sus estudias y en la que él se situará durante el resto de su vida. Por eso esta enseñanza tiene un gran valor y una gran importancia pastoral, esencialmente complementaria con la catequesis y las demás actividades formativas de los jóvenes y aun de las mismas familias. Un buen profesor tiene que considerar, plantear y desarrollar su clase como un momento de la misión pastoral y apostólica de la Iglesia. Y así tiene que ser tratado y valorado desde dentro de las instituciones de la Iglesia. - En esto momentos hay que acentuar la valoración de las clases de religión como un medio de acercamiento a muchos alejados o en peligro de alejamiento, en la situación actual de la sociedad y de la Iglesia, son un medio importante de comunicación, de enraizamiento y de evangelización. Hay que hacer este trabajo en relación directa y viva con lo que los chicos y chicas llevan de verdad en su cabeza. Hay que dejarles que expresen sus dificultades, ayudarles a formularlas, analizarlas, criticarlas y superarlas, hasta formar en ellos verdaderas convicciones sólidas y personales sobre los puntos más importantes de nuestra fe y nuestra moral, asimilados y aceptados como elementos decisivos de su propia personalidad. Si todo profesor, cuando lo es de verdad, tiene que ser también educador, el de religión más que ningún otro. III. BREVE PRESENTACIÓN DE LA CULTURA LAICISTA Los cristianos vivimos en el mundo, y todas nuestras actividades tienen que relacionarse con las realidades de nuestro entorno social, cultural y hasta político. Un buen ejemplo de ello es vuestra labor en los Centros públicos como Profesores de religión. Conviene ocuparnos brevemente viendo cómo el ambiente cultural laicista influye en vuestra labor docente. Simplificando un poco las cosas, podemos considerar el desarrollo de la cultura laicista en nuestra sociedad desde dos puntos de vista. Lo podemos mirar desde el punto de vista histórico, algo más superficial, teniendo en cuenta la sucesión de hechos que nos han llevado, en treinta o cuarenta años, desde el predominio de la cultura tradicional católica hasta la situación actual, caracterizada por un claro predominio de la cultura laicista al menos en los ambientes públicos. 1. Desde principios del siglo XVIII, como consecuencia de la Ilustración, se han ido desarrollando en España movimientos de resistencia al predominio de la Iglesia católica. En gran parte estas tendencias laicistas centran sus ataques en el campo de la enseñanza católica. Estas tendencias, que aparecen y desaparecen en nuestra sociedad, alcanzan una presencia sólida y dominante en el año 31, con el advenimiento de la IIª República. Con la caída de la Monarquía, los innovadores pretenden cambiar la orientación cultural de la sociedad española. Quieren modernizarla. Era un buen deseo. Pero no lo hicieron bien. Uno de sus principales errores consistió en pensar que la modernización de España requería eliminar la influencia de la Iglesia católica y del catolicismo en la vida social y cultural española, de lo cual deducían que era preciso eliminar la religión como elemento importante de la cultura y de la vida del pueblo. Esta preocupación se puede comprobar asomándose a los debates del Parlamento durante la aprobación de la nueva Constitución (Cf Víctor Manuel Arbeloa, La semana trágica). 2. Poco a poco el gobierno republicano sucumbe a las presiones de los grupos de izquierda más radicales. Los Partidos revolucionarios pretenden aprovechar la debilidad de la República para implantar la revolución bolchevique. Este proyecto provoca el Alzamiento militar y la República desemboca en la guerra civil en la que se enfrentan dos formas de entender la vida y de valorar la historia de España y de los españoles. Los grupos enfrentados no supieron encontrar terrenos comunes sobre los que apoyar la convivencia. Al contrario, por las dos partes habían llegado a la conclusión dramática de que eran incompatibles. De una u otra manera los dos grupos intentaron perpetuarse eliminando físicamente al otro. 3. Durante los largos años del franquismo el enfrentamiento de la Guerra Civil permaneció en el subsuelo de la vida social, como algo oculto que se iba diluyendo poco a poco pero que nunca llegó a desaparecer del todo. Los derechos de los vencidos no fueron nunca reconocidos, ni ellos renunciaron a sus viejas aspiraciones En estos años del largo régimen franquista se produce el mayo del 68, reforzado en España con la reacción antifranquista. Recordemos como en los años setenta, en la Universidad española, se leía como un manual de pensamiento y de vida “El libro rojo de Mao” y el “Qué es ser agnóstico” de Tierno Galván. Es el momento de la recuperación del prestigio cultural de las posturas anticatólicas. Lo nuevo, lo intelectualmente prestigioso, lo “progresista” (y lo políticamente rentable) comienza a ser el socialismo, y con él el agnosticismo; el catolicismo, como el franquismo, comienza a ser lo viejo, lo impuesto, lo contrario a la libertad, a la razón y al progreso. Los españoles aceptan con avidez el pensamiento y los movimientos rupturistas que nos llegan del extranjero o de la clandestinidad. 4. En la Transición Democrática se intenta cerrar la época de la guerra civil con todas sus consecuencias. Este deseo estuvo muy presente en la redacción de la Constitución. Desde el punto de vista religioso esta intención se plasma en la concepción de un Estado no confesional, con un amplio reconocimiento de la libertad religiosa. En el documento que los Obispos dedican al referéndum constitucional, manifiestan que el pleno reconocimiento de la libertad religiosa no será contrario al mantenimiento de la unidad mayoritariamente católica del pueblo español. Las cosas no han favorecido este deseo. 5. Cuando parecía que habíamos superado los viejos enfrentamientos y que teníamos las bases para una convivencia tranquila y sin tensiones entre cristianos y no cristianos, creyentes y no creyentes, vemos que las tensiones y las posturas excluyentes entre católicos y laicistas vuelven a resurgir. En los últimos años el PSOE y el Gobierno de Rodríguez Zapatero han manifestado una tendencia clara a recuperar los viejos estilos y los objetivos sectarios de la IIª República, interpretando la Constitución como promotora de un Estado no sólo aconfesional sino positivamente laico y aun laicista. Esta manera de ver las cosas justifica fácilmente algunas restricciones de la libertad religiosa y una clara situación de privilegio en favor de las tendencias laicistas. Como consecuencia de estas tendencias se rompe el consenso que hizo posible la Transición y la Constitución del 78, resurge el anticlericalismo del 31, y se favorece la desautorización de la Iglesia, con un resurgimiento del laicismo agresivo y militante, que causa crecientes dificultades para la vida de la Iglesia y de los católicos. Vosotros, en vuestros Centros, vivís con frecuencia las consecuencias de este estado de opinión. “Cuando ahora se dice que la Iglesia católica es un “peligro para la democracia” se olvida que la Iglesia y los católicos españoles colaboraron al establecimiento de la democracia y han respetado lealmente sus normas e instituciones en todo momento” (Conf. Ep. Esp. “Orientaciones morales ante la situación actual de España. n.6). A los promotores de estos cambios les interesa mucho demostrar que la Iglesia y los eclesiásticos nos situamos en la extrema derecha. Para ellos, lo que no sea socialismo y liberalismo laicista, hay que considerarlo como “extrema derecha”. Lo hacen para meternos en el cuerpo el miedo a manifestar claramente nuestras convicciones cristianas. No debemos ceder, aunque nos digan “fachas”. Si cedemos, sin condescendemos, si nos resignamos a recortar los perfiles de nuestro cristianismo para que nos acepten y nos perdonen la vida, les habremos dado lo que ellos quieren conseguir: eliminar la luz de Jesucristo de la vida de los españoles. CAMBIOS RÁPIDOS Y PROFUNDOS. UNA VERDADERA REVOLUCIÓN CULTURAL. Podemos intentar ahora ver lo que está ocurriendo desde un punto de vista analítico. Esta tendencia no aparece sólo en España. No somos una isla. Todo esto ocurre en un marco general de profundos cambios culturales y espirituales, nacidos en el seno de la cultura europea y acelerados en el contexto de las dos guerras mundiales del 14 y del 39. Me refiero al giro antropocéntrico y subjetivista operado en la filosofía y en la cultura a partir de Descartes y de Kant. Hegel, y a partir de él, los empirismos, la crítica de la religión, los materialismos, los existencialismos. Hasta llegar a mayo del 68. Estos movimientos culturales han entrado en España tardíamente, pero con una especial virulencia. Apenas estrenada la convivencia democrática en libertad, nos presentaron de manera casi mítica las ventajas del “cambio”. No es exagerado decir que en pocos años estamos viviendo una verdadera transformación cultural y social que es una ruptura cultural, una verdadera revolución cultural que trata de cambiar substancialmente nuestra sociedad y nuestras formas de vida. En este contexto de cambios sociales que provocan inseguridad e indefensión espiritual en los ciudadanos, se desarrolla intensamente el fenómeno de la secularización. Comenzó como un proceso social de emancipación respecto de los poderes eclesiásticos, digamos de las “intromisiones” de la autoridad religiosa en cuestiones claramente seculares. Las ciencias, la filosofía, la política, eran actividades humanas para las que se reclamaba la plena autonomía en relación con la autoridad de la Iglesia y la influencia de fe y de la religión en general. Entendida la secularización como el reconocimiento de la legítima autonomía del orden creacional y de las instituciones seculares, fue bien acogida en la Iglesia, como fruto de una maduración cultural legítima. Se puede decir incluso que esta inicial secularización, casi sinónimo de lo que se llama recta o sana laicidad, es un fruto positivo de la cultura cristiana. Pero en la actualidad, entre nosotros, la secularización se presenta como la negación de cualquier referencia a Dios en la vida humana, personal, social y pública, en nombre de la razón y de la libertad, en nombre del progreso y de la madurez del hombre. Su origen teórico nace de una visión negativa y deformada de la religión, que es rechazada como contraria a la razón científica, a la libertad y a la felicidad del hombre. “Dentro de un cambio cultural muy amplio, España se ve invadida por un modo de vida en el que la referencia a Dios es considerada como una deficiencia en la madurez intelectual y en el pleno ejercicio de la libertad”. La razón secularista considera que la intervención de Dios y la plenitud de nuestra libertad resultan incompatibles. Para ser libre, para ser moderno, para disfrutar de la vida hay que prescindir de Dios, liberarse de la religión y de todo lo que tiene relación con ella. Ya estamos viendo que en Europa las cosas comienzan a cambiar. En Francia nos hablan de una “laicidad positiva” que sabe valorar el cristianismo y las demás religiones y está dispuesta a convivir con ellas sin agresiones. Esta manera de ver las cosas se acerca notablemente a la postura de la Iglesia, tal como lo ha repetido Benedicto XVI. Pero nuestros laicistas no han llegado todavía a ese nivel. El laicismo, tal como se ve en España, es el ordenamiento de la vida social y pública, comenzando desde la convivencia familiar, de acuerdo con una visión atea del hombre, sin referencias a Dios, ni a la creación. El laicismo pretende organizar la vida del hombre a partir de la concepción atea y evolucionista de la humanidad y del hombre. Estamos solos en el mundo, no tenemos que dar cuenta de nada a nadie. Somos enteramente dueños de nosotros mismos para bien y para mal. No hay ninguna ley natural que nos obligue a respetar el ser de las cosas, ni nuestro propio ser. Todo es libre, todo lo podemos transformar según nuestros deseos y nuestras posibilidades técnicas. Esta parece ser la filosofía que guía a nuestro gobierno en sus actuaciones. Tal manera de pensar y de actuar, implica una quiebra de la continuidad cultural, un rechazo de la mayor parte de nuestro patrimonio espiritual y cultural, una profunda innovación que adquiere los caracteres de una verdadera revolución cultural. Sobre todo si fuera cierto que este cambio cultural entra dentro de los proyectos del gobierno y del partido que lo sustenta. ANÁLISIS Y CONSECUENCIAS Para saber cómo conducirnos en la vida práctica, necesitamos ver con claridad en qué consiste esta ideología laicista que tratan de imponernos como marco de la vida social y denominador común de nuestra vida. Para exponer la fe cristiana de manera convincente y duradera ante vuestros alumnos, necesitáis conocer bien esta ideología laicista, saber cuáles son sus puntos de apoyo, sus debilidades internas, los puntos de las convicciones religiosas y cristianas más directamente afectados. En vuestra labor docente tenéis que estar permanentemente en un diálogo implícito con estas doctrinas para aclarar de verdad y fortalecer la fe de vuestros alumnos. El diálogo sincero y tranquilo con vuestros colegas docentes, donde y cuando sea posible, os ayudará a conocer por dentro este mundo espiritual. En la mentalidad laicista hay muchos matices y muchos acentos diferentes. Una vez que se ha generalizado en nuestra sociedad, es normal que muchas personas, entre ellos la mayoría de nuestros jóvenes, la tengan asimilada y hayan aceptado sus consecuencias prácticas, sin habérsela formulado nunca de manera teórica y refleja. Pero es innegable que la concepción laicista de la vida tiene una estructura bien definida que no siempre aparece claramente, ni siquiera la perciben con claridad muchas personas que la comparten y padecen sus consecuencias. La encontraréis presente en la manera de pensar de vuestros mismos alumnos. El dato básico y central de esta cultura, no siempre el más explícito, consiste en prescindir de la afirmación de la existencia de Dios como referencia central de la propia conciencia. Esta afirmación queda entre paréntesis, unas veces se niega expresamente, con más frecuencia se la deja de lado como algo irrelevante, carente de justificación y de importancia racional y científica, que no puede ser tenido seriamente en cuenta. Se da por supuesto que la afirmación de Dios es incompatible con una mentalidad moderna verdaderamente científica. Y digo que se da por supuesto porque no suele aparecer nunca una justificación racional de este rechazo. Más que una negación explícita y justificada de la existencia y providencia de Dios, esta irrelevancia de Dios se acepta como un dato incuestionable, impuesto por la tendencia imperante a negar lo tradicional, por el prurito de ser progresista, por la comodidad de seguir lo que más se lleva y menos se cuestiona. De forma expresa y directa se afirma la plena soberanía del hombre sobre sí mismo, sobre el mundo, sobre la historia. El hombres es la criatura afortunada, fruto de una evolución que nadie explica pero que todos aceptan como indiscutible, que se encuentra dueño de una existencia fortuita de la cual es enteramente dueño y en la que puede intervenir a su antojo sin tener que dar cuenta de nada ni ante nadie. Esta afirmación mítica de la centralidad del hombre supone la negación de Dios y es el principio configurador de otra manera de ver la vida y el mundo entero. En el ateísmo contemporáneo es muy característico este rasgo, se trata de un ateísmo que no necesita una justificación teórica, es algo que se da por supuesto, y que se vive más claramente en el orden práctico del comportamiento y de la vida moral que en el orden de las ideas y de las construcciones racionales. El ateo actual vive instalado apaciblemente en un mundo ficticio en el que no hay que hacer preguntas inoportunas y en el que se reconoce y se pretende disfrutar de una libertad afirmada sin limitaciones ni responsabilidades trascendentales. En la actual mentalidad laica el valor supremo es el de la libertad, y con la libertad el progreso, y como resultado del progreso el bienestar material. Puesto que no hay otra perspectiva real y firme que la de la vida temporal, la reivindicación de la libertad entendida como plena y permanente indeterminación del propio ser es el valor supremo de la existencia, la condición para ser feliz haciendo lo que a uno le parezca mejor. Vale la pena llamar la atención sobre esto, en la cultura laicista, la libertad no es sólo una cualidad de nuestro ser, sino que es un valor, el supremo valor moral. Todo se puede justificar si es libre. “La libertad nos hará verdaderos” dijo nuestro Presidente de gobierno, rectificando y “modernizando” la doctrina de Jesús. En este cambio de perspectivas queda expresada la ruptura radical que entraña el laicismo respecto de la antropología cristiana y tradicional. No es la verdad la que nos hace libres, no hay un mundo previo en el que nosotros tengamos que ejercer nuestra libertad; sino que nuestra libertad (que no sabemos de dónde nace) nos hace verdaderos, crea nuestro mundo. Como consecuencia de esta manera de pensar, las categorías de bueno y malo desaparecen y son sustituidas por las de progresista y conservador, democrático y no democrático, apetecible o no apetecible. En cada momento, lo bueno es lo que me apetece, lo malo lo que no me resulta en este momento apetecible. No hay ni puede haber un juicio moral definitivo de las cosas, nada es estable, ni universal, ni definitivo. Todo depende del momento y del para quién y para qué. Entramos así en el reino del relativismo y de la inseguridad moral más absoluta, lo que es bueno para uno puede ser malo para otro, y viceversa. Lo que es malo hoy, puede ser bueno mañana. No hay una fuente de moralidad objetiva, ni universal, ni estable. La única fuente objetiva de moralidad y de los criterios de actuación es la propia libertad, el propio gusto, el bienestar personal de cada momento. Y en una perspectiva social, la única fuente y el único criterio objetivo de moralidad es lo que democráticamente decidan los representantes del pueblo en cada momento. Ellos son los representantes, la conciencia activa de una sociedad autosuficiente y dueña de sí misma, sin referencias a ningún Ser superior ni a ninguna moral objetiva, que pueda limitar la amplitud y la variedad de sus libres decisiones. En adelante, escribió una política Navarra, “En adelante será natural lo que nosotros digamos”. Perfecto. En este mundo cultural, la religión es considerada como una supervivencia de estadios anteriores, menos ilustrados, menos científicos, menos libres y menos humanos. Los cristianos somos supervivientes de los tiempos precientíficos y predemocráticos. Es lógico que quienes viven en él traten de aislarnos y de liberar la vida social de nuestra influencia que consideran necesariamente vinculada a esquemas y usos poco racionales y autoritarios, contrarios a la libertad, al libre desarrollo y a la prosperidad social. Para ser fieles a esta nueva cultura, se pretende romper la tradición espiritual de nuestro pueblo y como alternativa se quiere construir “una sociedad sin referencias religiosas, exclusivamente terrena, sin reconocimiento de Dios ni esperanza de la vida eterna” (ib. n. 13). Puesto que la religión pierde consistencia y peso en la vida personal y pública, en esta mentalidad laicista la religión ya no puede poner límite a la omnipresencia de lo político. Donde no hay religión, donde no hay Iglesia, donde no hay Dios, la persona queda vaciada de intimidad y de sacralidad, somos enteramente ciudadanos y sólo ciudadanos, todo es política, todo nuestro ser, hasta la misma conciencia, está sometida a la política y es fruto de la política. Los políticos se crecen como semidioses, demiurgos, creadores de la realidad. La política alcanza atributos casi divinos. Sólo cuando la persona se define libremente delante de Dios, la vida personal alcanza una dimensión trascendente en la que se relaciona directamente con Dios y que está por encima de las vicisitudes e instancias de este mundo. La relación con Dios nos permite entrar en el mundo de las realidades permanentes y absolutas. Un mundo en el que ni todo es política ni la política es el todo de nuestra vida. Vivimos ante Dios, vivimos en relación personal con la verdad, nuestra libertad se configura en su relación con Dios y con la verdad de lo real, nada de esto nace de la política ni está sometido a la política. El hombre es un animal político, pero más profundamente es un animal de realidad y de verdad, un animal religioso, interlocutor de Dios, imagen e hijo de Dios, un animal que vive asomado a la eternidad. Cuando la política quiere ser dueña del hombre entero tiene que comenzar por anular en él su dimensión religiosa, su relación con Dios. Afortunadamente no lo consigue nunca del todo. Por eso le resulta tan molesta la presencia de la Iglesia. Por ser memoria de Dios en el mundo de los hombres, la Iglesia de Jesús es garantía de la libertad del hombre, el oponente más profundo y más sólido contra cualquier tiranía. Los mártires son maestros de libertad. Jesús el primero. Curiosamente, el laicismo, que pretende engrandecer la libertad y la grandeza del hombre, termina por considerarlo un fruto del azar, sin justificación racional de su propia existencia, sometido a sus instintos, programado y configurado por una estructura política omnipotente que decide sobre el bien y el mal, que sustituye su conciencia, dicta lo que hay que pensar y hacer en cada momento, se adueña de su libertad y configura los perfiles de su existencia (Cf ib. nn. 12 y 13). Puede parecer un diagnóstico muy radical, pero esto es lo que dicen nuestros Obispos. En la actualidad “Se va configurando una sociedad que se enfrenta con los valores más tradicionales de nuestra cultura, deja sin raíces instituciones tan fundamentales como el matrimonio y la familia, diluye los fundamentos de la moralidad y nos sitúa a los cristianos en un mundo extraño y hostil” (ib.n. 17). Esta manera de pensar y de proyectar la vida social está perfectamente reflejada en el Manifiesto Socialista titulado, “Democracia, Laicidad, Religión”. Todo su contenido se puede reducir a dos afirmaciones: -Las religiones monoteístas son fuente de fundamentalismos incompatibles con la convivencia en una sociedad libre y pluralista; -Por tanto la convivencia no se puede fundar sobre ningún código moral objetivo y vinculante de naturaleza religiosa, sino sobre unas bases éticas propuestas y garantizadas por las instituciones democráticas. El Parlamente es la fuente y el origen de las convicciones éticas sobre las que se debe asentar la convivencia. No hay otra referencia superior a la que tengamos que referirnos. El corolario de estas afirmaciones es la necesidad de la nueva asignatura “Educación para la Ciudadanía” como instrumento necesario para la difusión de la nueva moral sobre la que debe cimentarse la convivencia del paraíso democrático. Ciertamente nuestros muchachos no viven esta ideología de manera refleja, ellos seguramente no tienen conciencia de estar sustituyendo nada, pero sí la viven de manera implícita y a veces también de forma explícita y directa, porque es la ideología que muchos de sus profesores les transmiten en las clases de literatura, de historia, de ciencias, de biología. Y no sólo la reciben de manera teórica, sino quizás más eficazmente por la vía de la práctica. Vuestros alumnos, en muchos casos, aprenden a vivir con actitudes y aspiraciones vitales propias de esta manera de ver las cosas, sin Dios, sin esperanza de vida eterna, sin convicciones morales, sin referencia religiosa hacia Jesucristo ni hacia la Iglesia católica, sin otro criterio moral que la espontaneidad libre y placentera. Los datos y las afirmaciones que reciben en las aulas, en muchas ocasiones son incompatibles con lo que vosotros tenéis que enseñarles, a veces en el mismo lugar y con cinco minutos de diferencia. Ellos oyen decir cosas como que, “el mundo, la vida, el hombre, son fruto de la evolución, que no es preciso admitir para nada la hipótesis Dios, que la religión es incompatible con la ciencia, la libertad, la felicidad”. Reciben, no sólo en el colegio, también en la calle, y a veces en su propia familia, un modelo de vida que lleva consigo la exaltación de la libertad como valor supremo, instrumento para alcanzar el placer inmediato y permanente como valor supremo de la vida, sin ninguna otra convicción que la “moral democrática”, la moral fluctuante del consenso, de las directrices políticas, de la convivencia política. No lo olvidemos, en la mentalidad socialista, la persona se hace desde fuera, desde la sociedad, y no al contrario. Este, o algo muy parecido, será el mensaje de la nueva asignatura obligatoria con las que se les quiere preparar para que puedan vivir a gusto y dócilmente en la vida democrática. Digamos que muchos de vuestros alumnos llegan a vuestra clase con una mentalidad que se puede resumir, en lo teórico, como un narcisismo nihilista o un nihilismo narcisista, y en lo moral práctico como un relativismo narcisista y nihilista. IV. PROFESORES Y EVANGELIZADORES En estos momentos, los profesores de religión en los centros de enseñanza, y muy especialmente en los centros públicos, sois la avanzadilla de la evangelización de las nuevas generaciones. Estáis en comunicación con muchos jóvenes que pueden no tener ningún otro vínculo con la Iglesia católica. Unos irán a catequesis, otros no; unos irán a misa los domingos, otros no; unos vivirán cristianamente, otros no; unos tendrán familias cristianas, otros no. Vosotros sois la presencia de Iglesia más cercana que ellos tienen. La noticia más directa de Jesús y de su doctrina que a lo mejor van a tener en toda su vida. Antes de entrar directamente en decir alguna cosa sobre cómo tendríais que desarrollar vuestra tarea en este clima de secularización, me parece oportuno hacer por delante algunas afirmaciones. Y la primera es para reivindicar radicalmente la legitimidad de vuestra función. La educación cristiana de nuestros jóvenes es un derecho democrático primario de las familias cristianas. A veces parece que andamos mendigando de la administración unos derechos que ellos nos tendrían que conceder en virtud de no sé qué benevolencia. Los gobernantes, los parlamentos no nos conceden este derecho. Lo tenemos en virtud de nuestro ser de personas, lo tenemos como ciudadanos libres. De ellos pedimos simplemente que los reconozcan y que los organicen de manera razonable en el conjunto de nuestra convivencia. No estará plenamente implantada en España la democracia mientras no se resuelva holgadamente y establemente esta cuestión de la enseñanza religiosa católica en la escuela pública. La segunda afirmación es para valorar vuestra presencia y actividad en los colegios públicos como realizadores de una gran labor de orden cultural, vosotros, con vuestra presencia y vuestras clases estáis siendo testigos y transmisores de un gran caudal cultural que es válido para todos los alumnos del centro y no sólo para vuestros alumnos directos. La religión existe y ha influido profundamente en la configuración de la vida de las generaciones precedentes y de los hechos de nuestra historia. Los jóvenes que no sepan nada de la religión católica no pueden entender ni la historia, ni la literatura, ni la arquitectura de España, ni pueden entender el sentido, la grandeza o los errores de los grandes personajes de nuestra historia. Es decir, no pueden llegar a saber quiénes son ellos mismos. Este es un aspecto de la cuestión que ni siquiera ha sido abordado por nuestros gobernantes. En tercer lugar quiero decir que vosotros estáis siendo los protagonistas del verdadero diálogo entre la fe y la cultura.Tenéisque enseñar los contenidos de la fe católica en diálogo permanente con los contenidos de las demás asignaturas, la filosofía, la historia, las ciencias sociales, etc. Vivís junto con otros profesores que no son católicos, que a veces impugnan vuestra asignatura y otras veces os preguntan sobre cómo entender ciertos puntos de la fe con verdadera buena voluntad. Sois el escaparate de la vida cristiana ante las fuentes de la nueva cultura que llega. Sois evangelizadores no sólo de vuestros alumnos sino de vuestros mismos compañeros. Mas todavía, sois, como os he dicho varias veces, la primera línea de la evangelización de la Iglesia española en el campo abierto de la sociedad. Es cierto que vuestras clases no son catequesis, pero sí son la presentación más abierta y más completa de la doctrina de Jesús que se está haciendo en la sociedad española. Vuestra situación reclama de vosotros una excelente preparación. No voy a decir que tengáis que ser teólogos profesionales, pero sí me atrevo a deciros que no podríais cumplir dignamente vuestra labor sin una buena formación teológica, y por supuesto sin un testimonio firme y claro de la verdad y del valor racional y humanizador de lo que enseñáis, con el ejemplo de vuestra vida cristiana, profesante y militante. La negativa a evaluar vuestra asignatura está diciendo cómo, aunque la admitan a más no poder en el elenco de las asignaturas posibles, no la consideran como un conocimiento serio y verdaderamente razonable. Ante vuestros alumnos, ante sus padres y ante vuestros mismos colegas, tenéis que ganar algo tan importante como el prestigio cultural y social, el reconocimiento de la capacidad educativa y socializadora de la fe cristiana, profundamente menospreciada entre nosotros. En vuestra actividad tenéis que mostrar que la fe cristiana es profundamente razonable, que tiene una honda repercusión cultural y humanizadora, no a favor de esa sociedad hedonista, que termina siendo individualista y egoísta, sino a favor de una cultura en la que la benevolencia y la fraternidad pueden llegar a ser reales y eficaces, a la sombra de un Dios universal, padre de todos los hombres, cuya vida adorable es el amor. El corazón de una cultura es siempre su referencia a Dios, la autenticidad de los valores últimos que ofrece y reconoce. Una cultura sin religión queda sin coherencia, sin fundamentos, puede ser peligrosa para el hombre. Así lo explicaba Benedicto XVI en un coloquio con los sacerdotes de Roma en Marzo de 2009 V. EL ITINERARIO EVANGELIZADOR No es difícil imaginar lo exigente que tiene que ser para vosotros explicar de verdad la religión cristiana en este contexto cultural. Entre vuestros alumnos habrá quienes la acojan con gusto, la mayoría la acogerá, me temo, con poco interés, y frecuentemente con muchas reservas y prevenciones tanto afectivas como intelectuales. Aquí vale aquello de que quienes están en una habitación donde se fuma, todos salen oliendo a tabaco, sean o no fumadores. En la vida actual todos olemos a laicismo. Vuestra labor docente, para ser sincera y efectiva, tiene que tener en cuenta lo que vuestros alumnos tienen en la cabeza en todos aquellos puntos que tengan algo que ver con los contenidos de la fe, origen del mundo y del hombre, inmortalidad o mortalidad, legitimidad o ilegitimidad racional de la fe religiosa, valoración de muchos personajes, hechos e instituciones en la historia de España, fundamento y contenidos de la moral en la actualidad, etc. etc. No podéis enseñar ni educar a vuestros alumnos sin estar en un diálogo permanente, unas veces explícito y otras implícito, con los contenidos de las demás asignaturas tal como los están recibiendo al mismo tiempo que vuestras explicaciones. Desde el punto de vista teórico y práctico entiendo que vuestro trabajo requiere atender estos puntos privilegiados. A). Aclarar las afirmaciones básicas de la antropología. Para que los jóvenes comprendan lo que es la fe religiosa, lo que es el cristianismo, necesitarán reconstruir la noción y la experiencia de la libertad, como capacidad de ir configurando la propia existencia a partir del reconocimiento de la realidad (verdad) y de la colaboración con ella (bondad, obediencia a la ley moral). Los jóvenes necesitarán también adquirir un sentido de la responsabilidad de su propia existencia, una visión histórica de sí mismos, la cuestión sobre la inmortalidad del alma y hasta un atisbo de lo que es la salvación o la perdición de la existencia, la responsabilidad de nuestro ser en el mundo, etc. Hay muchas cuestiones de antropología filosófica que son imprescindibles para poder comprender y asimilar la noción de religión y de fe cristiana, antes de entrar en sus contenidos concretos. Lo mismo ocurre con la enseñanza de la moral cristiana. Hay que comenzar por despertar en ellos la conciencia de ser criaturas de Dios, imágenes e interlocutores de Dios, responsables del mundo y llamados a la eternidad, seres inmortales que viven y crecen en la temporalidad de lo material, etc. Nada de esto se puede hacer sin una visión de la persona como criatura, por eso se hace imprescindible plantear la idea de creación y de la verdad de Dios. B). Reconstrucción de la experiencia religiosa Tendréis que ayudar a vuestros alumnos a descubrir la idea de la creación como idea básica para la interpretación del mundo y la interpretación de la vida humana, por supuesto teniendo en cuenta lo que les hayan dicho acerca de la evolución o sobre cualquier otro modo de explicar científicamente la formación del mundo, la aparición de la vida, la historia del hombre. Hablar de creación supone abordar de frente la cuestión de la existencia de Dios, proporcionándoles al mismo tiempo una imagen creíble de Dios, de su providencia, de su intervención en nuestra vida, ofreciendo unos fundamentos firmes y bien asimilados de orden filosófico y la imagen cristiana de Dios manifestada por Jesús, conservada y anunciada por la Iglesia (“Deus caritas est”. “Dios es amor” de Benedicto XVI). Surge aquí la gran cuestión de la compatibilidad entre Dios y el hombre, entre la presencia de Dios y nuestra propia libertad, entre la fe y la ciencia, la religión y la libertad, la democracia, el progreso, la compatibilidad entre ser cristiano y vivir libremente y críticamente en la modernidad. C) Conocimiento de la verdad histórica de Jesús En estos tiempos de laicismo es imprescindible enseñar a nuestros jóvenes a apoyar muy claramente su fe en Dios, en el testimonio histórico de Jesús. Sorprende ver lo poco que la mayor parte de los cristianos saben acerca de la verdad histórica de Jesús y los fundamentos históricos de su fe cristiana, lo poco que la mayoría de los cristianos manejan la Escritura, especialmente los evangelios y los escritos del nuevo testamento. Hemos visto con verdadera sorpresa el interés suscitado por las fabulaciones de libros como “El Código da Vinci” o temas como “Las tumbas de Jesús”, “El santo Grial”, etc. Los mundos pocos religiosos son siempre amigos de relatos fabulosos. Por eso nuestros cristianos tienen que tener muy claro el fundamento histórico de nuestra fe, y los contenidos fundamentales del mensaje de Jesús, en su misión salvadora como Hijo de Dios venido a este mundo para dar testimonio sobre la verdad de Dios y salvar a los hombres, del error, del pecado y de la muerte. En una cuestión tan importante es indispensable atenerse a los juicios y orientaciones de la Iglesia, Libros muy publicitados pueden no ser acertados. D) Itinerario del acto de fe En tiempos de laicismo la fe se convierte en una decisión explícita y refleja de cada creyente. Resulta muy difícil mantenerse y vivir como cristiano por simple tradición cultural y familiar. Cada cristiano tiene que saber cuáles son los pasos y los apoyos personalmente válidos de su decisión de fe y de su vida cristiana. Este proceso antes apenas se estudiaba en los Seminarios, ni mucho menos se explicaba en la catequesis, hoy tiene que ser un tema fundamental en la formación de todos los fieles cristianos. Interesa mucho que la fe sea comprendida no como competencia sino como consumación de la vida racional y científica de la persona, consumación también de la libertad por la que definimos las características más hondas y universales de nuestra existencia, en vez de dejarnos configurar desde fuera de nosotros mismos. E). Dar a conocer la realidad salvadora de la Iglesia. Los cristianos del futuro que vivirán la mayor parte de su vida aislados en un contexto cultural adverso, necesitarán valorar mucho teórica y prácticamente la realidad de la Iglesia, como don de Dios, en continuidad con la vida histórica y mística de Jesús, enriquecida con la vida de los santos, mediadora de gracia y de salvación. F). Clarificar el fundamento de la vida moral. Será preciso también que los nuevos cristianos tengan una visión clara de la fundamentación de la moral cristiana, en relación con la idea misma de adoración del Dios Creador, en imitación, seguimiento y convivencia espiritual con Jesucristo. Tendréis que cuidar de hacerles ver cómo la moral cristiana no es moral de esclavos, fundada en el temor, sino moral de hijos, fundada en las correspondencia amorosa al amor recibido de Dios en Cristo, camino de vida, de liberación interior, de plenitud personal y de gozo. No una moral de barreras y prohibiciones, sino una moral de indicaciones, de estímulos y ayudas para no errar, para crecer y avanzar libremente por el camino de la verdad, movidos desde dentro por la fuerza del amor. G). Cultivar la satisfacción de ser cristianos. Educar para su vida real. Por último os digo que cuidéis de transmitir a vuestros alumnos una autoestima bien fundamentada de su ser cristiano, con una dignidad y una misión importantísima en la construcción de la sociedad. Autoestima que si no viene del ambiente cultural dominante, sí viene del juicio de Dios y de Cristo, de los ángeles y de los santos, de los hermanos en la fe y de muchas personas de buena voluntad. Los cristianos españoles vivimos todavía bajo el peso de una cierta culpabilidad histórica de nuestra Iglesia. Ya es hora de liberarnos de ella. Ni fuimos tan malos ni vamos a estar siempre así. Tenemos que saber vivir con dignidad y alegría nuestra fe, que en todo momento ha sido un fermento de vida y de cultura, también en España, también en los años del franquismo. Gran parte del patrimonio cultural y político que hoy tiene nuestra sociedad lo ha recibido de la fe católica, de la Iglesia y de muchos cristianos insignes. Que ellos descubran y se preparen para la gran misión de iluminación y de fermento de justicia que los cristianos tenemos que desempeñar en la sociedad ( Cf “Dios es amor”). VI. ALGUNAS SUGERENCIAS PEDAGÓGICAS 1) Exigencias pedagógicas de la responsabilidad eclesial Las responsabilidades del Profesor de religión provienen de la finalidad de su presencia en la escuela. Tenemos que responder al deseo de los padres y la encomienda recibida de la Iglesia que nos envía. Los alumnos tienen que aprender sólidamente la verdadera doctrina católica como fundamento de su fe y de su vida. Para conseguirlo tenemos que cumplir una serie de requisitos imprescindibles. - El alumno ha de sentir que se le está explicando lo que cree la comunidad católica, no un grupo, ni menos en conflicto con la comunidad. Hay que transmitir la base común, lo que es compartido y válido para todos, que es la mayor parte y lo más importante. Donde conviene dejar algo en suspenso hacerlo pero sin poner en tela de juicio la credibilidad de la Iglesia ni la buena voluntad de sus miembros. - El esfuerzo de creatividad más dirigido a ayudar a comprender lo clásico que a transmitir cosas discutibles y polémicas. La Iglesia es tradición, y en ella se llega a la actualidad y a la creatividad después de haber asimilado y vivido el caudal entero de la tradición. - Cuidar bien los textos y materiales, completarlos, equilibrarlos, acostumbrar a los niños a escuchar el magisterio de la Iglesia, con estima, las Encíclicas, El Catecismo de la Iglesia Católica. (Para resolver alguna consulta, etc.) Es bueno contar con la presencia de algún testigo de algún especialista. - Aprovechar el margen de las prácticas para complementos que enriquezcan, amplíen, confirmen el conocimiento de los muchachos. Se pueden visitar monumentos, instituciones, realidades que les ayuden a comprender y valorar las realidades cristianas en la historia, en el arte, en la vida real actual. - Cuidar bien de ir relacionando lo que se les enseña con las cuestiones más importantes de las demás asignaturas, en ciencias, en historia, en moral, en testigos y hombres valiosos, etc. Temas como la creación del mundo, la creación del hombre y de la mujer, la moralidad de la vida sexual, la historia de la Iglesia, la Inquisición, tienen que ser abordados en una perspectiva interdisciplinar. Si los demás profesores no se prestan a ello, el buen profesor de religión tiene que ser capaz de hacerlo o de buscar quien le ayude. Hay que recuperar el prestigio de la razón y la ciencia en favor de la religión y de la fe en Dios. - Todo ello tiene que ir refrendado por el testimonio de la propia vida. Los alumnos tienen que percibir que lo que se les está explicando es verdadero, consistente, sólido, y el modo de demostrarlo más efectivo es el testimonio de la propia vida. El niño y el adolescente tienen que ver que lo que les explica el Profesor es para él algo importante, querido, creído y sentido, aplicado a la vida y a las obras. Por eso en la clase de religión es esencial el testimonio de vida del Profesor o de la Profesora, fuera y dentro del Centro, con alumnos, profesores, padres de familia. - Los temas se deben seleccionar o privilegiar en dos sentidos: a. En primer lugar dando a los alumnos con especial atención los temas básicos, comunes, tradicionales, no polémicos. Los que de verdad van a fundamentar su conciencia de cristiano para toda la vida. Lo más actual no siempre es lo más importante. Los temas de mucha actualidad suelen ser efímeros y dejan de ser útiles en muy poco tiempo. Hay que tener la habilidad de descubrir el interés y la actualidad de los temas de fondo y de valor permanente. En eso se nota el que es buen profesor. b. Buscar la convicción personal, más que la erudición. Que los alumnos capten la importancia, la referencias, las consecuencias vitales de lo que estudian. Conseguir que la asignatura sea la base intelectual de su fe y de su práctica religiosa como buenos cristianos. 2)Exigencias de tipo subjetivo. - La primera exigencia es que os sintáis de verdad enviados por la Iglesia, que viváis con la satisfacción y la responsabilidad de saber que estáis haciendo una labor de Iglesia. Con todas las consecuencias. Y de manera correlativa que los demás miembros y las instituciones de la Iglesia os tengan en cuenta como tales agentes de pastoral y presencia de la Iglesia en el terreno pastoral, en un terreno que muchas veces resulta casi de misión. - Preparación doctrinal, que la funcionalidad no os absorba demasiado. Para explicar a los jóvenes de manera adecuada los temas que les preocupan y que verdad necesitan para su vida, hace falta dominarlos muy bien, y saber ir a lo substancial sin abrumarlos de citas ni de distinciones. - Y preparación espiritual. La labor docente es dura, para hacerla bien hay que tener el espíritu en forma. Tenéis que orar, meditar el evangelio, vivir relacionados con el resto de la comunidad cristiana. - Especialmente: . Con los servicios e iniciativas de la Delegación . Con las actividades pastorales y programaciones de la Parroquia y del Arciprestazgo. . Con otros profesores vecinos, tanto profesores de religión, como profesores cristianos de otras asignaturas que estén dispuestos a colaborar en vuestra labor. . miembros del centro . padres de familia . alumnos - Tenéis que saber encuadrar vuestro trabajo en los planes de pastoral de la Diócesis, de la parroquia, teniendo en cuenta las etapas que están viviendo vuestros alumnos. La colaboración entre profesores de religión y catequistas tendría que ser permanente, para que el trabajo fuera complementario, convergente, nunca contradictorio. Con la táctica de sumar y nunca restar CONCLUSIÓN Ciertamente esta tarea de ser profesor de religión o educador católico en el momento actual no es una tarea fácil. Se necesitan buenos conocimientos, una buena formación permanente, el apoyo del testimonio de vida y también una buena pedagogía. No será fácil encontrar libros de texto que planteen las cuestiones de la asignatura con las características que os acabo de señalar. El buen profesor tiene que ser capaz de recorrer con sus alumnos el programa entero, pero no perdáis de vista que en vuestra asignatura el fruto principal no es el que vuestros alumnos sean capaces de superar unos exámenes, sino que se lleven de vuestras clase las convicciones fundamentales, claramente entendidas y personalmente asimiladas, para que les puedan servir durante toda su vida como fundamento de sus decisiones religiosas y éticas, que es tanto como decir que les sirvan como fundamento de su vida. Vosotros, que impartís una asignatura no evaluable, sois quienes tenéis que ofrecer a vuestros alumnos esas convicciones capaces de superar todas las pruebas y las evaluaciones de la vida. Por eso tendréis que tener muy en cuenta las ideas, las dudas, las contradicciones que padecen vuestros alumnos, hablar con ellos, recomendarles lecturas adecuadas, ayudarles a situar cada idea en su sitio, a revisar los conocimientos falsamente científicos que les hayan podido transmitir en alguna clase y que resultan incompatibles con algunas afirmaciones de fe. Y tendréis que apoyar vuestras explicaciones en perchas intelectuales y afectivas que sean firmes y estén bien ancladas en la conciencia de vuestros alumnos. Habrá que comenzar por lo que ellos sienten, autenticidad, verdadera libertad, deseo de hacer el bien, ilusión por una vida verdadera y feliz, para desarrollar a partir de estas convicciones y deseos el verdadero camino de convencimiento y mentalización cristiana. Me arriesgo a señalar los temas que los jóvenes deben sacar bien fundamentados y perfectamente asimilados de su formación religiosa. Temas previos a la fe. El concepto de libertad como responsabilidad de la propia existencia y de la marcha de la sociedad, del bien de los demás. En relación con la verdad objetiva de las cosas, con el de la persona y de las personas en general. Superando el subjetivismo, el relativismo, el nihilismo. La inmortalidad del alma y de la vida, con identidad personal, comenzando por la recuperación del concepto de alma como núcleo original de la vida personal. El Concepto de creación, de criatura, con el esclarecimiento de todo lo referente a la existencia de Dios, relación de dependencia, ley natural, etc. Temas de fe Existencia y divinidad de Jesucristo. Fe en El como Hijo y testigo de Autor: diocesismalaga.es