NoticiaEntrevistas José Luis Navas: «Convertirse es como nacer de nuevo» J. L. Navasº · Autor: S. FENOSA Publicado: 10/04/2014: 24670 José Luis Navas Carrasco (Periana, 1936). Su experiencia de fe es una luz en esta semana en que celebramos la Resurrección de Jesus. «Soy periodista: Lo he sido siempre. Vocacionalmente según mi punto de vista. Genéticamente según mi familia. He sido director de RNE en Málaga, he sido jefe del informativo matinal en RNE, he sido director general de RTVE en Andalucía... Y ahora escribo en Diocesismalaga.es. Gracias a Dios se me permite. Me hacen propuestas, pero ya no estoy para revistas, estoy para contemplar la vida desde lejos que es una manera bonita de contemplarla». –Como en las mejores historias de amor, en la suya con la Iglesia, ha habido momentos de alejamiento... –Mi historia es complicada porque yo he tenido siempre la seguridad de una llamada de Jesucristo lo cual no debe entenderse en ningún caso como una vanagloria. La Biblia dice que a lo más pobre, a lo más débil, a lo más insignificante del mundo llama Dios. En dos o tres ocasiones estuve a punto de entrar en el Seminario. Fui protestante en una época ya lejana, durante 18 años. Nunca me sentí a gusto en el ámbito del protestantismo, lo cual no quiere decir nada en contra del protestantismo, ni muchísimo menos, al contrario. Recuerdo a algunos de aquellos hermanos verdaderamente santos en el sentido más amplio y profundo de la palabra. Después sentí la necesidad de volver al catolicismo. Volví. Me recibieron muy bien. Unos curas amigos míos celebraron una misa preciosa para mi reingreso en el hogar del principio y aquí estoy, sintiéndome cada día más a gusto. –¿Me puede explicar qué es eso de la conversión? –Esto de la conversión no acaba de entenderse del todo. Convertirse significa cambiar de dirección. Pero como dice una gran filósofa de Vélez Málaga, María Zambrano, “no es que te salves tú, sino que te vienen a salvar”. Es una experiencia de resurrección, una experiencia salvadora, es el encuentro personal con Jesucristo y, sobre todo, dicho por él a Nicodemo, es un nuevo nacimiento. Uno no “nace” cuando quiere sino, para decirlo con voz de María Zambrano, cuando “le nacen”. A mí “me nacieron” y estoy seguro de que cualquiera que busque a Jesucristo como lo buscó Nicodemo, nace de nuevo. Jesús no le niega nada a nadie. –Quien no ha tenido ese encuentro con Cristo piensa que debe ser como una especie de visión. –Como todas las cosas relacionadas con el amor son inefables. Porque el lenguaje es muy limitado y el lenguaje del amor amplísimo y el encuentro con Jesucristo es una experiencia de amor. Yo un día cuando menos me lo esperaba sentí que amaba al Señor, no que lo reconocía como Señor o que estaba ahí visible en el Evangelio, sino que lo amaba. Yo supe que amaba a Jesucristo y consecuentemente que amaba a mis hermanos. ¿Cómo se puede describir eso? No creo que haya un vocabulario específico. Si yo pregunto a alguien ¿Tú amas a tu hijo? ¿Cómo? No tiene explicación. –¿Y qué recomienda usted para quien quiera experimentarlo? –Que se ponga en manos del Señor como el Señor se puso en manos de Dios. Cuando te pones en sus manos totalmente, no con un ojo cerrado y otro abierto, sino con los dos ojos cerrados, sientes el más profundo sentido de la palabra existencia. La experiencia de Dios es interior, profunda y transformante y no hay otra manera de decirlo. Te tienes que poner en manos de Dios como un niño pequeño se pone en manos de su madre. Tú no verás nunca a un niño de cinco años que crea saber más que su madre o que recele de su madre o que se ponga a darle lecciones de cómo haría él las cosas. él no tiene más que ponerse en manos de su madre a sabiendas de que su madre lo ama de todo corazón. –Sin embargo, vemos cómo nuestra sociedad recela y huye de Dios... –Uno de mis mejores amigos me confesaba el otro día: “soy agnóstico porque si hago lo que tú me dices de ponerme en manos de Dios, me busco un problema tremendo con mi familia. Así que, si Él está, que se me dé a conocer”. Es una postura cómoda. No queremos sacrificio, ni partirnos la cabeza en la averiguación de nada, queremos simplemente vivir. El hombre actual es un ser martirizado por mil sitios y lo que trata es de quitarse de en medio los problemas. Y la existencia de Dios, ipso facto, crea problemas en el hombre.