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\"¿Dónde está tu hermano?\"

El Papa Francisco en Lampedusa
Publicado: 20/03/2014: 10472

Los recientes acontecimientos ocurridos en Ceuta y Melilla nos plantean un interrogante: ¿por qué se juegan la vida los emigrantes? Normalmente se considera que la pobreza es la causa fundamental. El papa Francisco para evitar confusión entre el sentido sociológico de la pobreza y su sentido cristiano, utiliza la palabra miseria. Distingue tres tipos de miseria: la material, la moral y la espiritual. Esta distinción nos puede ayudar en nuestra reflexión.

La miseria material que viven muchos pueblos africanos y algunos asiáticos situados a orillas del Mediterráneo, está provocando la presión migratoria. La falta de comida, de agua, de posibilidades de desarrollo… impulsa a muchas personas a buscar unas condiciones de vida más dignas para ellos y sus familias. Esta situación con frecuencia es fruto de los conflictos políticos o armados, que se viven en el Mediterráneo Sur y de las “guerras olvidadas” del África subsahariana (Malí, Níger, Chad, Sudán, República Centro Africana…)

Hasta llegar a Grecia, Italia o España los emigrantes tienen que soportar grandes penalidades y muestran una gran alegría cuando lo consiguen. Vislumbran la posibilidad de encontrar un trabajo en algún país Europeo. La miseria moral de aquellos que utilizan este drama humano para su propio enriquecimiento. Las mafias que se dedican al tráfico de personas, los traficantes de armas, las corporaciones que alientan estos conflictos para hacerse con el control de las materias primas, la actitud pasiva de la Unión Europea más preocupada por el control de su Frontera Sur que por promover el desarrollo de estos pueblos, determinadas actitudes de los partidos políticos más interesados por el rédito electoral que por buscar soluciones a los problemas que se viven en la frontera… la consecuencia es que los emigrantes son tratados como simples peones en el tablero de la humanidad.

La miseria espiritual fruto del alejamiento de Dios, de poner otros dioses como centro de la existencia: el poder, el lujo, el dinero… La cultura del bienestar nos hace insensible al grito de los otros y alienta una economía de exclusión. Los excluidos no son explotados sino desechos, sobrantes. Pero Dios nos seguirá interpelando: ¿Dónde está tu hermano?, ¿contestaremos lo mismo que Caín?

Autor: Ramón Muñoz, Delegado Diocesano de Migraciones

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