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Cristo, junto a las personas privadas de libertad

Publicado: 24/10/2024: 120

Cárcel

La Pastoral Penitenciaria diocesana arranca estos días la formación inicial y permanente para el voluntariado del ámbito penitenciario, dirigida a sacerdotes, religiosos y laicos.

El curso se imparte desde el 6 de noviembre hasta el 18 de junio, en sesiones de dos miércoles al mes, a las 20 horas y en modalidad online. Este proceso está coordinado con la Pastoral Penitenciaria de la Conferencia Episcopal y está dirigido a quienes quieren prestar este servicio de apostolado con las personas privadas de libertad.

«Somos conscientes que nuestra Pastoral no resulta muy atrayente ni ilusionante para el pueblo de Dios, sacerdotes o laicos, la de atender a los hermanos privados de libertad dentro de las prisiones. Sin embargo, para quienes vivimos este servicio como una vocación de ser “misioneros evangelizadores” en el ámbito penitenciario, supone una experiencia altamente gratificante, en lo humano y en lo espiritual», afirma Pedro Fernández Alejo OSST, coordinador y delegado diocesano de Pastoral Penitenciaria.

«Esta formación va dirigida a todos aquellos cristianos que deseen conocer más el mundo de la prisión, conocer a la persona privada de libertad, con toda la realidad dramática por la que está pasando. Para nosotros es muy importante una formación en la fe, desde el Evangelio, para descubrir a Cristo en su opción por los pobres. Jesús siempre está en los márgenes de los caminos para atender, sanar, liberar y llevar una palabra de esperanza a aquellos que social y religiosamente ya la habían perdido», añade.

La inscripción para formar parte de este proceso formativo puede hacerse por WhatsApp, al teléfono 627 89 30 98,  o mediante correo electrónico, escribiendo a pedrofalejo@gmail.com.

Del 25 al 27 de noviembre se celebra en el encuentro de voluntarios de esta pastoral a nivel nacional, el delegado malagueño compartirá la experiencia de iniciación cristiana de los internos en prisión.

¿CÓMO SER VOLUNTARIO DE PASTORAL PENITENCIARIA?

Conoce el testimonio de Benito Cachinero. 

Adelaida Ledesma lleva 25 años «al servicio de mis hermanos y hermanas privados/as de libertad y espero que Dios me siga dando fuerzas para seguir al servicio de ellos». Ella es colaboradora de la Delegación Diocesana, y nos cuenta que, si algo identifica a un voluntario de este ámbito, es «ser y vivir con un perfil marcadamente “samaritano”». En esta tarea hay personas de todas las edades y circunstancias, pero Adelaida nos detalla los requisitos: «ser una persona creyente, a la que la fe le lleve a comprometerse a favor de los demás, especialmente de los más marginados, los privados de libertad. Allí donde la razón no tiene lugar entrará la fe, y hemos de reconocer que en el mundo penitenciario muchas veces la razón no tiene lugar. También ser una persona de Iglesia (con sentido eclesial): su compromiso y su posterior acción pastoral no será nunca personal, sino que será la acción de la Iglesia en una determinada prisión, nos sentimos enviados por ella. A eso se suma el ser una persona vocacionada por el mundo de la prisión. Con los pobres no se juega ni se experimenta y con los presos mucho menos. La prisión es un mundo desconocido y por lo pronto atrayente, tiene morbo y encanto a la vez; y, por supuesto, una persona de equilibrio psicológico, afectivo y emocional. El voluntario de prisiones debe ser una persona estable, equilibrada, que no problematice la situación ni personalice los éxitos y fracasos de su pastoral. No es bueno sentirse culpable ni redentor, simplemente enviado de la Iglesia. Y para terminar estas condiciones, que sea una persona en proceso de formación, ya que nuestro compromiso nos exige una preparación seria y responsable».

Adelaida añade que al comenzar de cero la formación, el delegado tiene varias reuniones con los aspirantes para conocer sus motivaciones para emprender este voluntariado que necesita de un compromiso serio. «Para esto se exige un compromiso que nos lleva a compartir con nuestro hermano preso su pasión, su dolor, su angustia y sufrimiento, llevándonos a poner en marcha todo un proyecto de liberación acompañándolos en su recuperación y sanación que le lleve a la reinserción y hasta su liberación definitiva. Para esto y siempre con la ayuda de Dios, hay que estar preparados y firmes». 

Se valoran especialmente las capacidades como conocimiento de idiomas, medicina o enfermedades mentales, en costura, en peluquería, trabajos manuale... son alicientes para hacer talleres entre semana y que estos voluntarios/as entren a servir donde mejor pueden desempeñar su vocación».

Entre los voluntarios se presta también atención a los familiares. «Somos pequeños puentes entre los que quedan dentro y sus familias -explica Ledesma-. Y también hay un grupo que, junto a los capellanes, trabaja la prevención con los alumnos de los institutos. A ellos se aporta el testimonio de un interno, que les explica en primera persona cómo llegó a esta situación». 

Los voluntarios de prisiones visitan los centros penitenciarios de Alhaurín de la Torre, Archidona, el Centro de Inserción Social y a las personas que se encuentran en tercer grado o prestando trabajos en beneficio de la comunidad. «Esta vocación te enamora y no puedes dejar de agradecer a Dios haberte puesto en esta salida misionera. Nosotros llevamos la alegría del Evangelio a personas que la necesitan mucho», termina diciendo Adelaida.

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Ana María Medina

Periodista de la diócesis de Málaga

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