Aunque las cosas están claras no siempre se actúa consecuentemente. Las circunstancias que rodean pueden aliarse para hacernos tambalear la fe o la coherencia de vida. Aunque vemos lo que sucede y experimentamos la fe con seriedad, no siempre vivimos como cristianos nuestra existencia. La fe es un regalo de Dios y como tal hemos de cultivarla. La fe es don y debe ser alimentada a diario especialmente en la oración y en la atención a los más necesitados. Para evitar que las historias de cada día debiliten nuestra condición creyente. El hecho de que Cristo haya vencido al mundo es garantía suficiente para afrontar los problemas con serenidad y rotundidad. Algo que no siempre será sinónimo de que desaparezcan.