Noticia «Si un miembro sufre, todos sufren con él» (1 Cor 12, 26) ARCHIVO: Imagen de una concentración por los inmigrantes Publicado: 12/11/2018: 17691 La Delegación Diocesana de Migraciones de Málaga reflexiona sobre los últimos fallecidos en nuestras costas. «Debemos transformar la incapacidad de nuestra sociedad para abordar el drama de las migraciones en una oportunidad para la acogida, el encuentro y la hospitalidad» La trágica muerte de las dos personas que venían en la patera que llegó el sábado a la playa de Chilches nos llena de angustia y dolor. Estas muertes se suman a las acaecidas en las playas de Los Caños de Meca y cerca de Melilla el sábado anterior, y a la llegada de 139 personas rescatadas en el mar de Alborán, y que este domingo fueron trasladadas al Puerto de Málaga. En lo que llevamos de año, el total de personas fallecidas frente a las costas españolas es de 617 según la Organización Internacional de la Migraciones. No es cuestión de números son personas, rostros concretos, vidas truncadas, familias rotas por la pérdida de seres queridos en su intento de buscar una vida mejor. La reiteración de noticias como estas no pueden provocar que nuestro corazón se endurezca, no debe dejarnos impasibles. “Si grita el pobre, Yahvé lo escucha†(Sal 34, 7). «Estamos llamados a salir al encuentro del pobre, escuchar su grito y reconocer sus necesidades» nos dice el papa Francisco en el Mensaje para la II Jornada Mundial de los Pobres. Los cristianos tenemos que trabajar junto con otras personas que, aunque no comparten nuestra fe, hacen suyos los padecimientos de nuestros hermanos migrantes para ir cambiando esta situación. Somos conscientes de la complejidad del problema migratorio. Darle respuesta requiere la intervención decidida y coordinada de los Estados en los lugares de origen, de tránsito y de acogida, pero venimos observando que el problema no se afronta con radicalidad en el seno de la Comunidad Europea. Las respuestas se demoran. Solo la presión ciudadana puede lograr que los gobiernos afronten esta realidad. Mostremos públicamente nuestra preocupación por el drama de las migraciones. ¡Todos podemos hacer algo! Hablarlo en la familia, comentarlo con los amigos, dialogarlo con los compañeros de trabajo, participar en las iniciativas ciudadanas que se promueven en solidaridad con los migrantes y refugiados, valorar las respuestas que proponen los partidos políticos en sus programas electorales… debemos transformar la incapacidad de nuestra sociedad para abordar el drama de las migraciones en una oportunidad para la acogida, el encuentro y la hospitalidad. Tampoco será fácil, encontraremos personas que participan de los estereotipos y prejuicios que se han generado en nuestra sociedad con relación a los emigrantes y refugiados, pero, como dice el evangelio: «os digo que, si estos callan, gritarán las piedras». (Lc 19, 40)