DiócesisHomilías

Veinticinco aniversario de ordenación sacerdotal de varios sacerdotes malagueños (Catedral-Málaga)

Ordenaciones en la Catedral el 10 de julio de 1993
Publicado: 10/07/2018: 2172

Homilía pronunciada por Don Jesús Catalá con motivo del XXV aniversario de ordenación de Manuel Arteaga Serrano, Alejandro Pérez Verdugo y Eduardo Romero Pareja, celebrado en la Catedral de Málaga el 10 de junio de 2018.

VEINTICINCO ANIVERSARIO

DE ORDENACIÓN SACERDOTAL

DE VARIOS SACERDOTES MALAGUEÑOS

(Catedral-Málaga, 10 julio 2018)

 

Lecturas: Os 8,4-7.11-13; Sal 113 B,3-10; Mt 9,32-38.

1.- Sembrar buena semilla

El profeta Oseas recrimina a su pueblo que, al adorar dioses falsos apartándose del Señor, lo pierde todo. Se hacen sus propios ídolos: «Con su plata y con su oro se hicieron ídolos para establecer pactos» (Os 8,4).

Los ídolos no salvan, ni ayudan, ni enseñan, ni ven, ni oyen (cf. Sal 113 B,4); son manufactura humana: «¡Un artesano lo ha hecho, pero eso no es un Dios!» (Os 8,6); y por eso puede terminar hecho pedazos. Los ídolos son hechura de manos humanas (cf. Sal 113 B,4), confeccionados a imagen de quien los fabrica; pero no a semejanza del verdadero Dios.

El profeta advierte que no se puede sembrar algo vacío y sin vida: «Puesto que siembran viento, cosecharán tempestades» (Os 8,7).

Estas advertencias de Oseas sirven para nosotros hoy; y de modo especial para revisar el ejercicio de vuestro ministerio sacerdotal, queridos Manuel, Alejandro y Eduardo, que celebráis el veinticinco Aniversario de vuestra ordenación.

En primer lugar, mirad si habéis estado construyendo “ídolos”; es decir, propuestas y estilos pastorales propios, distintos de los diocesanos o eclesiales, búsqueda de aprobación de vuestras opciones y decisiones, prosecución de honores y reconocimientos. El Señor os pide que sirváis al pueblo de Dios según los criterios de la Iglesia universal y particular y de manera humilde y generosa.

En segundo lugar, hemos de preguntarnos si hemos sembrado la buena semilla de la Palabra de Dios y el Evangelio de Jesucristo; o si hemos sembrado vientos y simiente sin valor alguno. El Señor nos pide que sembremos la buena semilla de su Palabra, de su amor, de su misericordia, de su paz; que presentemos a Jesucristo como verdadero Dios y verdadero hombre, como al único Salvador del ser humano.

Además de examinaros sobre el ejercicio de vuestro ministerio, hoy es día sobre todo de agradecimiento al Señor, que os llamó a participar con él de su Sacerdocio, a pastorear al pueblo que él rescató con su preciosa sangre, a cuidar amorosamente de la grey que os ha confiado.

La Diócesis de Málaga da gracias a Dios por vuestra presencia y por vuestro ministerio sacerdotal; por la buena semilla que habéis sembrado en estos veinticinco años; por vuestra entrega diaria y generosa y por vuestra ilusión y gozo sacerdotal.

2.- Confiar en el Señor

El Salmo nos invita a confiar en el Señor, Dios nuestro. Puede que a veces confiemos más en nuestras propias fuerzas y en nuestras facultades humanas en el trabajo que realizamos por el Reino de Dios. Pero nuestras redes son débiles para una pesca abundante; nuestros instrumentos son imperfectos para construir el Reino; nuestros planes son cortos para fructificar hasta la eternidad.

El Salmo recuerda que Dios está en el cielo y hace lo que quiere (cf. Sal 113 B,3). En la oración del “Padrenuestro” le pedimos que se haga “su voluntad” y no la nuestra.

El verdadero fiel confía en el Señor, porque «él es su auxilio y su escudo» (Sal 113 B,9). El buen sacerdote confía en el Señor y pone toda su vida, su ministerio, su trabajo y sus planes en manos de Dios.

Los años van pasando y ahora, queridos sacerdotes, después de veinticinco años de ministerio sacerdotal, tenéis una experiencia que os va madurando y haciendo crecer en la fe y en el amor. Os animo a seguir relativizando las cosas triviales y a dar cada vez mayor importancia a lo fundamental de vuestra vida sacerdotal. Entráis en una nueva etapa de vuestra vida y debéis ser conscientes de ello. Debéis fiaros cada vez más del Señor, de sus planes, de su amor y de su gracia, que de vosotros mismos.

3.- Trabajar en la viña del Señor

El evangelio de hoy presenta a Jesús en plena tarea sacerdotal: anunciando el Reino y haciendo curaciones. Él debe ser nuestro modelo y ejemplo en el ejercicio de nuestro ministerio.

A pesar de curar a un endemoniado mudo, algunos le critican como aliado de los demonios (cf. Mt 9,33-34). No faltará gente que os criticará en vuestro ministerio; sobre todo si no les gusta lo que decís o lo que hacéis.

Pero Jesús, el Maestro de Nazaret, ajeno a las críticas, seguía recorriendo las ciudades y aldeas, «enseñando en las sinagogas, proclamando el evangelio del reino y curando toda enfermedad y toda dolencia» (Mt 9,35). Os animo, pues, a seguir anunciando, sanando, perdonando, apoyando, a pesar de las posibles críticas que podáis recibir por ello.

El Buen Pastor, Jesús, «al ver a las muchedumbres, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas, como ovejas que no tienen pastor» (Mt 9,36).

Vosotros, queridos sacerdotes, sois los ayudantes del Buen Pastor; las ovejas necesitan apoyo, curación, buenos pastos, alimento adecuado, aguas frescas y limpias. ¡Dadles lo que necesitan y lo que Dios quiere para ellas! ¡No les deis bazofia ni aguas turbias! Llevadlas al manantial de la vida y al pan de la vida, que es Cristo.

Rogamos al Señor de la mies, que, siendo la mies abundante, envíe trabajadores a su mies (cf. Mt 9,37-38). Y pedimos a la Santísima Virgen María que acompañe vuestro ministerio, para que siga siendo fecundo y gozoso. Amén.

Más artículos de: Homilías
Compartir artículo