DiócesisHomilías

Clausura de las XXVIII Jornadas Nacionales de Pastoral del Sordo y Ciego (Catedral-Málaga)

Detalle del cartel del XXVIII Encuentro Nacional de Pastoral del Sordo y Sordociego
Publicado: 08/07/2018: 1139

Homilía pronunciada por D. Jesús Catalá en la clausura de las XXVIII Jornadas Nacionales de Pastoral del Sordo y Ciego, en la Catedral de Málaga, el 8 de julio de 2018.

CLAUSURA DE LAS XXVIII JORNADAS NACIONALES

DE PASTORAL DEL SORDO Y CIEGO

(Catedral-Málaga, 8 julio 2018)

Lecturas: Ez 2, 2-5; Sal 122, 2-4; 2 Co 12, 7b-10; Mc 6, 1-6.

1.- Ser profeta en medio de un pueblo rebelde

(La homilía ha sido simultáneamente traducida al lenguaje de los signos, para que los sordos que participaban en esta Eucaristía pudieran entenderla).

El espíritu del Señor envió al profeta Ezequiel a los israelitas para anunciarles su mensaje y asegurarles que había un profeta en Israel. El profeta describe a los israelitas como «hijos que tienen la cabeza dura y el corazón empedernido» (Ez 2, 4).

El Señor envía a su profeta para decirles: «escuchen o no escuchen, ya que son una casa de rebeldía, sabrán que hay un profeta en medio de ellos» (Ez 2, 5).

El Señor nos envía también a nosotros a la gente de nuestra generación, para decirles que su Palabra es fuente de salvación; que es una palabra viva y eficaz (cf. Heb 4, 12); que es Luz que ilumina los pasos del hombre (cf. Sal 118, 105).

El lema de las Jornadas Nacionales de Pastoral del Sordo y Sordo-ciego, que se están celebrando en Málaga tienen como lema: “Tu palabra, Señor, es luz para nuestras manos”. Su Luz ilumina nuestras manos para realizar lo que él quiere que hagamos; nuestras manos pueden ser instrumento de su amor. Si la Palabra de Dios ilumina nuestra mente, nuestro corazón y nuestras manos, podremos ser testigos de Jesucristo, que es la Luz que alumbra a todo hombre (cf. Jn 1, 9).

Aunque algunos no quieran aceptar la Luz de Cristo y rechacen la fe, no tenemos que acobardarnos ni tener miedo. El Espíritu de Dios anima al profeta a no tener miedo de la gente: «Y tú, hijo de hombre, no les tengas miedo, no tengas miedo de sus palabras si te contradicen y te desprecian y si te ves sentado sobre escorpiones» (Ez 2, 6).

2.- Esperar en la misericordia del Señor

El Salmo proclamado hoy nos anima a poner nuestros ojos en el Señor, esperando su misericordia: «Como están los ojos de los esclavos fijos en las manos de sus señores, como están los ojos de la esclava fijos en las manos de su señora, así están nuestros ojos en el Señor, Dios nuestro, esperando su misericordia» (Sal 122, 2).

Queridos fieles, aunque el mundo nos desprecie (cf. Sal 122, 3-4) por nuestra fe en Jesucristo, nosotros seguimos esperando en la misericordia de Dios, en su amor, en su providencia y en la vida eterna.

3.- Presumir solo de las propias debilidades

San Pablo cuenta que el Señor le puso un “aguijón” en su vida, para que no presumiera de la sublimidad de las revelaciones que había recibido (cf. 2 Co 12, 7). No sabemos en qué consistió dicho “aguijón” o prueba; pero no debía gustarle, porque pidió por tres veces al Señor que se lo quietase (cf. 2 Co 12, 8); pero el Señor no se lo quitó.

Muchas veces le pedimos al Señor que nos quite lo que nos estorba, lo que nos molesta, lo que nos hace sufrir; pero no siempre el Señor nos hace caso. Dios quiere que su fuerza se muestre en nuestra flaqueza; pero nos concede su gracia para superar las dificultades, como le dijo a san Pablo: «Mi gracia te basta» (2 Co 12, 9).

Por tanto, conviene que nos gloriemos de nuestras flaquezas, para que habite en nosotros la fuerza de Cristo (cf. 2 Co 12, 9).

La misión del profeta Ezequiel fue difícil por la dureza y rebeldía del pueblo escogido de Israel. También san Pablo experimentó toda clase de dificultades en su predicación. Por eso nosotros debemos quedar animados por el ejemplo de estos personajes que nos precedieron y tener la valentía de afrontar los retos que hoy nos presenta la sociedad.

El mismo Jesús fue rechazado por sus paisanos, que se negaban a recibirlo como profeta y como enviado de Dios. Por eso decía: «Un profeta sólo en su patria, entre sus parientes y en su casa carece de prestigio» (Mc 6, 4) y es rechazado.

Volviendo al lema de las Jornadas Nacionales de Pastoral del Sordo, pidamos al Señor que su Palabra sea luz para nuestras manos y para nuestra vida, para ser testigos del amor de Dios.

Le pedimos a la Santísima Virgen María que nos ayude a aceptar nuestras debilidades y a ser en medio del mundo testigos de la Luz de Cristo. Amén.

Más artículos de: Homilías
Compartir artículo