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Miércoles de Ceniza (Catedral-Málaga)

Celebración de Miércoles de Ceniza en la Catedral · Autor: E. LLAMAS
Publicado: 14/02/2018: 1750

Homilía pronunciada por Don Jesús Catalá en la celebración del Miércoles de Ceniza de 2018 en la Catedral de Málaga.

MIÉRCOLES DE CENIZA

(Catedral-Málaga, 14 febrero 2018)

Lecturas: Jl 2,12-18; Sal 50,3-6.12-14.17; 2 Co 5,20 − 6,2; Mt 6,1-6.16-18.

La Cuaresma, tiempo de gracia para renovar el amor

1.- La Iglesia nos ofrece un año más el tiempo de Cuaresma para prepararnos mejor a la celebración de la Pascua. El tiempo cuaresmal es propicio para una escucha más asidua de la Palabra de Dios; os invito a leer y meditar uno de los Evangelios durante este tiempo cuaresmal. Es tiempo propicio la Cuaresma para pedir perdón al Señor de nuestros pecados y reconciliarnos con Él; tiempo para volver nuestro corazón hacia Él; para renovar nuestro amor a Dios y a los hermanos; para hacer memoria agradecida de nuestro bautismo. La Cuaresma nos conduce a la gran Noche de la Vigilia pascual, en la que renovamos nuestro bautismo.

La liturgia del Miércoles de Ceniza, que da inicio a la Cuaresma, se caracteriza por el austero símbolo de la imposición de la ceniza, gesto que nos ayuda a reconocer la propia debilidad y la mortalidad, fruto del pecado, que necesita ser redimida por la misericordia de Dios. Nuestra flaqueza la fortalece el Señor con su gracia y misericordia.

Más que un gesto puramente exterior, la Iglesia lo ha conservado como signo de la actitud del corazón penitente, que cada bautizado está llamado a asumir en el itinerario cuaresmal y que abre a la conversión y al esfuerzo de la renovación pascual.

2.- El papa Francisco, en su Mensaje para la Cuaresma de este año, desea ayudar a la Iglesia a vivir con gozo y con verdad este tiempo de gracia, inspirándose en una expresión de Jesús en el evangelio de Mateo: «Al crecer la maldad, se enfriará el amor en la mayoría» (24,12).

Jesús, respondiendo a una pregunta de sus discípulos, anuncia una gran tribulación y describe la situación en la que podría encontrarse la comunidad de los fieles: frente a acontecimientos dolorosos, algunos falsos profetas engañarán a mucha gente hasta amenazar con apagar la caridad en los corazones (cf. Francisco, Mensaje para la Cuaresma de 2018).

Existen estafadores y falsos profetas en nuestra sociedad, que ofrecen cosas sin valor y quitan lo más valioso: la dignidad humana, la libertad, la capacidad de amar. Son colaboradores del demonio, que es «mentiroso y padre de la mentira» (Jn 8,44), que presenta el mal como bien y lo falso como verdadero.

3.- La Cuaresma es un tiempo de gracia para discernir si buscamos la Verdad o seguimos las mentiras de esos falsos profetas; pero eso solo lo podemos hacer con la luz del Evangelio. La Cuaresma nos ayuda a examinar el propio corazón, para verificar si sigue encendido nuestro amor a Dios y a los demás.

Porque la caridad se apaga con el rechazo de Dios y la búsqueda de otros dioses como el dinero, «raíz de todos los males» (1 Tm 6,10); se enfría también con la acedia egoísta, el pesimismo estéril, la tentación de aislarse y de entablar guerras fratricidas, la mentalidad mundana (cf. Papa Francisco, Evangelii gaudium, 76-109).

Acojamos la invitación del profeta Joel: «Convertíos a mí de todo corazón, con ayuno, con llanto, con luto» (Jl 2, 12). Hemos de limpiar el corazón de las cosas que nos apartan de Dios y de su amor. «Convertíos al Señor Dios vuestro, porque es compasivo y misericordioso, lento a la cólera, rico en piedad» (Jl 2, 13). Nuestro corazón debe volverse hacia Dios para gozar de su misericordia y ser capaz de compadecerse de los hermanos.

El apóstol Pablo nos exhorta a la reconciliación: «Nosotros actuamos como enviados de Cristo, y es como si Dios mismo os exhortara por nuestro medio. En nombre de Cristo os pedimos que os reconciliéis con Dios» (2 Co 5, 20).

4.- La Iglesia, madre y maestra, nos ofrece en el tiempo cuaresmal la triple medicina de la oración, la limosna y el ayuno para que nuestro corazón vuelva al Señor (cf. Mt 6,1-6.16-18).

La oración ayuda a nuestro corazón a descubrir las mentiras secretas con las cuales nos engañamos a nosotros mismos (cf. Benedicto XVI, Spe salvi, 33); a buscar el consuelo en Dios, porque Él es nuestro Padre y desea para nosotros la vida y la felicidad. Jesús nos dice que cuando recemos, lo hagamos sin dar publicidad: «Tú, cuando vayas a rezar, entra en tu aposento, cierra la puerta y reza a tu Padre, que está en lo escondido, y tu Padre, que ve en lo escondido, te lo pagará» (Mt 6, 6).

La limosna nos libera de la avidez de poseer y nos ayuda a acercarnos al hermano necesitado. El Señor Jesús nos recomienda que la limosna debe ser hecha en secreto: «Cuando hagas limosna, no vayas tocando la trompeta por delante, como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles, con el fin de ser honrados por los hombres; os aseguro que ya han recibido su paga» (Mt 6, 2).

Y el ayuno nos ayuda a dominarnos y a vencer nuestra violencia. La práctica del ayuno hemos de hacerla ante el Señor y no para que nos vea la gente: «Cuando ayunéis, no andéis cabizbajos, como los hipócritas que desfiguran su cara para hacer ver a la gente que ayunan» (Mt 6, 16).

5.- La Iglesia recomienda a los fieles una participación más intensa y fructuosa en las celebraciones penitenciales, sobre todo en la confesión sacramental individual. Todas las parroquias suelen ofrecer en este tiempo cuaresmal las celebraciones penitenciales comunitarias, en las que hay que hacer confesión individual de los pecados.

La lectura y meditación más asidua de la Palabra de Dios fomenta la vida espiritual y hacer crecer un amor más intenso al Señor, porque en esa lectura estamos atentos a lo que nos dice en su palabra revelada. Y la celebración de la Eucaristía es fuente inagotable de perdón y alimento indispensable para el camino de la vida.

Recomendamos también los ejercicios de piedad, que responden mejor al carácter del tiempo cuaresmal, como el “Vía Crucis”, que nos preparan para la celebración del misterio pascual de Jesucristo. Las parroquias también suelen ofrecer este acto de piedad popular.

Queridos fieles, deseándoos una fructuosa Cuaresma, pedimos a la Santísima Virgen María que nos acompañe en este camino cuaresmal, que hoy iniciamos, y que nos ayude a ser dóciles a las inspiraciones del Espíritu Santo. Amén.

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