DiócesisHomilías

Toma de posesión de los nuevos canónigos (Catedral-Málaga)

Los cuatro canónigos, durante la profesión de fe · Autor: S. FENOSA
Publicado: 05/09/2017: 1907

Homilía pronunciada por el Obispo de Málaga, Jesús Catalá, en la toma de posesión de los nuevos canónigos, que tuvo lugar el 5 de septiembre de 2017, en la Catedral de Málaga.

TOMA DE POSESIÓN DE LOS NUEVOS CANÓNIGOS
(Catedral-Málaga, 5 septiembre 2017)

Lecturas: 1Tes 5,1-6.9-11; Sal 26,1.4.13-14; Lc 4,31-37.

1.- Ciudadanos del cielo

En su carta a los Tesalonicenses, que hemos escuchado, san Pablo anima a los cristianos a no dejarse sorprender por la venida del Señor, que «llegará como un ladrón en la noche» (1Tes 5,2; 5,4). No sabemos el día ni la hora, porque Dios quiere que estemos siempre con Él, siempre en su presencia. No podemos hacer el doble juego de vivir como paganos y como creyentes a la vez.

No somos de este mundo, enemigo de la cruz de Cristo, porque Él nos ha rescatado para la vida eterna. El apóstol Pablo llega a derramar lágrimas por quienes solo aspiran a cosas terrenas y tienen como dios a sus deseos mundanos (cf. Flp 3,18-19).

Nuestro Salvador y Señor es Jesucristo, a quien debemos imitar, y que nos transformará a semejanza de su cuerpo resucitado y glorioso ((cf. Flp 3,20-21); somos ciudadanos del cielo, porque nuestra verdadera patria está allí.

2.- Hijos de la luz

San Pablo insiste también en que somos «hijos de la luz e hijos del día» (1Tes 5,5). A los cristianos, al recibir el don de la Luz de Cristo en el bautismo, se nos confió la misión de ser luz en medio de los hombres de nuestro tiempo y de propagar la fe en nuestra sociedad.

Como una concreción de vuestra misión de ser ciudadanos del cielo y de ser luz, se os confía hoy, queridos nuevos canónigos de esta Santa Iglesia Catedral, Juan-Manuel, José, Antonio y Miguel-Ángel, una nueva misión eclesial: alabar al Señor, en representación de la iglesia particular de Málaga. Antes de empezar la celebración Eucarística habéis participado por primera vez como canónigos en las Laudes solemnes; os han acompañado hoy vuestros familiares y amigos, pero a partir de ahora lo vais a hacer en representación de la Iglesia. El coro de las Catedrales suele estar situado en el centro de las mismas; porque en ese lugar los canónigos alaban y dan gracias a Dios en nombre de la Iglesia particular. Tenéis, pues, una misión muy importante: celebrar y cuidar la liturgia en el primer templo de la Diócesis; evangelizar a quien se acerque a visitar este lugar sacro, que es expresión de la fe; y también conservar este precioso monumento histórico, que no podemos dejar caer.

Vuestra misión tiene como modelo lo que hacía Jesús, que enseñaba en la sinagoga y en diversos lugares, anunciando la presencia del Reino de Dios. Quienes le escuchaban «quedaban asombrados de su enseñanza, porque su palabra estaba llena de autoridad» (Lc 4,32). Vuestra predicación y enseñanza debe trasparentar la de Jesús.

3.- Moradores de la casa del Señor

En cierto sentido se cumple en vosotros el deseo que el Salmo nos ha presentado: «Una cosa pido al Señor, eso buscaré: habitar en la casa del Señor por los días de mi vida; gozar de la dulzura del Señor, contemplando su templo» (Sal 26,4). ¡Gozad, pues, de este templo, contemplad al Señor en el templo, y servid con alegría al Señor y a su Iglesia!

Como veis, no se trata de un cargo de honor, como algunos puedan pensar, sino de una tarea muy importante, vinculada al ministerio episcopal, que, espero, desempeñéis con gozo y prontitud. En vuestro juramento, realizado ante toda la asamblea, habéis dicho, entre otras cosas, que seréis fieles al magisterio de la Iglesia y que colaboraréis con el Obispo aceptando sus decisiones. Espero, deseo y pido al Señor que así lo realicéis.

Vuestra “Toma de Posesión” es para mí un buen motivo de acción de gracias a Dios, porque después de más de veinte años de obispo es la primera vez que nombro “canónigos”. Así que sois mis primeros “hijos canónigos”. Esto crea una vinculación y una relación espiritual, como ocurre entre el ministro del bautismo y el bautizando, o entre el obispo ordenando y el sacerdote ordenado. Entre ambos se crea una relación paterno-filial o de fraternidad. Deseaba expresaros esta vivencia, que en estos días llevo meditando en mi corazón y agradeciendo al Señor.

Como dice el apóstol de los gentiles, «no nos entreguemos al sueño como los demás, sino estemos en vela y vivamos sobriamente» (1Tes 5,6). La tarea canonical no está relacionada con el sueño, sino con la actitud de “estar despiertos”, como las vírgenes prudentes, a la espera del Esposo (cf. Mt 25,1-13). Ya sabéis que se dice una frase jocosa para hablar de la institución del oficio de canónigo; no se trata de “dormir”, sino de estar despiertos y dispuestos para alabar al Señor y cuidar el culto.

Por eso, os hago la misma recomendación de Pablo: «animaos mutuamente y edificaos unos a otros» (1Tes 5,11). Los que ya lleváis más tiempo en este oficio, tenéis la obligación de ayudar a los nuevos, acompañarles y enseñarles en el ejercicio de su misión.

4.- Sanadores contra el mal

El evangelio de Lucas nos ha presentado la escena del hombre poseído por un espíritu de demonio inmundo, a quien Jesús cura (cf. Lc 4,33-35). La gente quedó admirada y asombrada ante este prodigio, porque Jesús tenía autoridad y poder sobre los espíritus inmundos (cf. Lc 4,36).

Hoy también os confío, queridos nuevos canónigos, la tarea de sanar y curar a quienes sufren las consecuencias del pecado. Sois administradores de la misericordia de Dios para con los pecadores. Los canónigos con experiencia sabéis que aquí llega mucha gente pidiendo el perdón y la misericordia de Dios; muchos de ellos vienen dañados en su espíritu y desean ser sanados con la fuerza del Espíritu.

Jesucristo es el rostro visible de la misericordia de Dios (cf. Juan Pablo II, Dives in misericordia, 2; Papa Francisco, Misericordiae vultus, 1). Y “la Iglesia vive una vida auténtica, cuando profesa y proclama la misericordia—el atributo más estupendo del Creador y del Redentor—y cuando acerca a los hombres a las fuentes de la misericordia del Salvador, de las que es depositaria y dispensadora” (Juan Pablo II, Dives in misericordia, 13).

Mediante los sacramentos de la Penitencia y de la Eucaristía, estáis llamados a ejercer el don de la sanación y la gracia de la misericordia divina.

Queridos nuevos canónigos, deseo agradecer vuestra disponibilidad y generosidad al aceptar la misión que ahora os confío. Y suplico al Espíritu Santo que os ilumine en este nuevo ministerio.

Pedimos a la Santísima Virgen de la Victoria, nuestra Patrona, que os ayude en este camino que hoy iniciáis. Amén.

 

Más artículos de: Homilías
Compartir artículo