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Sonetos de Cuaresma

Publicado: 17/02/2010: 1231

•   Del poeta malagueño Joaquín Fernández

Cada semana de Cuaresma, el poeta, escritor, conferenciante y compositor malagueño Joaquín Fernández González, nos ofrece un soneto para orar.

MIÉRCOLES DE CENIZA

Detén tu laborar por un momento;
inclina tu cabeza y rememora
cómo sintió Jesús llegar la hora
de su entrega total al sufrimiento.

Enciérrate a rezar en tu aposento
y piensa seriamente que es ahora,
cuando el Señor, por una nueva aurora,
consiente en aceptar tanto tormento.

Comienza el desaliento y este día,
pongo a volar esa esperanza mía
de encontrar el hogar que se eterniza.

Y tengo que sufrir; yo no creía
que para orar, mi corazón tendría
que tener en su frente la ceniza.

 DOMINGO I DE CUARESMA

Dile al Señor que sí; las tentaciones,
envueltas en dorados oropeles
que suenan con rumor de cascabeles,
sólo serán castigos y tensiones.

Desecha las malvadas opiniones
que adornan de azucenas y claveles;
abre puertas a Dios y en sus dinteles
esculpe con amor tus oraciones.

Contéstale al pecado que se aleje;
dile al ángel caído que te deje;
desecha lo infeliz, que está en el suelo.

Que no te incite el mal; pon tu albedrío
a servir al Señor; dile me fío
de tu grata promesa, que es el cielo.

DOMINGO II DE CUARESMA

Es tiempo de implorar; éste es el día
de concentrar el propio pensamiento,
ocasión de aclarar qué es lo que siento,
a dónde va el lucero que me guía.

De que sepa por fin el alma mía
que debe meditar, que es el momento
de atender complacido el llamamiento
que desde siempre mi Señor me hacía.

Y doy gracias a él por esta vida,
por su amor, su consuelo, su venida;
y lloro de alegría por su espera.

Y le pido con fuerzas que me cuide;
que aunque no valgo nada, no me olvide;
que perdone mis culpas, que me quiera.

DOMINGO III DE CUARESMA

Tu andanza al predicar a tanta gente,
el eco de tu voz, tu cercanía,
el dar a tanta pena tu alegría
y tu exhortar de forma diferente.

El hacer revivir la fe latente,
prometer lo que tanto se pedía,
ser verdad lo que el pueblo más quería:
saber que va a vivir eternamente.

Y ¿cómo acabará tu compromiso?
Que puedas ofrecer un paraíso,
te costará dolores y aflicción.

Serás reo de muerte en una cruz,
para que puedas ser por siempre luz
que alumbre con amor mi salvación.

DOMINGO IV DE CUARESMA

Vas andando sin pausa tu camino
y sabes ciertamente qué te espera;
es tu vida como una enredadera
que te ciñe y te marca tu destino.

Tu libertad de humano y de divino
sin cuestionarlo, sin dudar siquiera,
acepta paso a paso tu quimera
y ante tal sacrificio yo me inclino.

Y me haces pensar que has asumido,
para que el hombre sea redimido,
el acabar, Señor, crucificado.

Y me ofreces tu amor para decirme
que solamente por arrepentirme,
tú perdonas del todo mi pecado.

DOMINGO V DE CUARESMA

Y tengo que rezar; cada momento
acordarme de ti, ir a buscarte;
en esa soledad, acompañarte,
decirte emocionado lo que siento.

Escucha, te lo ruego, mi lamento;
yo, desde aquí, pretendo consolarte,
prometo para siempre no dejarte;
lo digo, mi Señor, con sentimiento.

Y tengo que llorar, y no me importa,
cuando compruebo cómo se comporta
quien tendría que estar siempre a tu lado.

Y tú, Señor, perdonas de antemano;
todo el mundo, me enseñas, es tu hermano.
Un ejemplo de amor que nos has dado.

DOMINGO DE RAMOS

Pasa el tiempo, Señor, tan despiadado,
que te acerca aún más al sufrimiento.
Yo pretendo decirte cómo siento
el verte desvalido y sentenciado.

Muy pronto vas a estar crucificado.
Te quiero acompañar con mi lamento
y pienso en tu dolor, pujante y lento,
y al hacerlo me encuentro desolado.

El precio de mi alma caro ha sido;
un Señor azotado y dolorido,
que acabará muriendo en una cruz.

Medito cuánto tienes que quererme, 
para con tu martirio concederme
el cambiar mi tiniebla por tu luz.

PASCUA DE RESURRECCIÓN

¿Cómo puedo expresar mi sentimiento?
¿Es posible vivir tanta emoción?
Que pueda conseguir mi salvación
colma mi humilde alma de contento.

Han terminado el llanto y el lamento.
Gracias, Señor, de todo corazón.
Olvidemos la pena y la aflicción;
ya, por fin, acabó tu sufrimiento.

El hombre, ¿cómo puede agradecerte
tu sacrificio, tu dolor, tu muerte,
y apreciar qué regalo nos has dado?

Yo, rezaré mi suerte de por vida
y olvidaré el dolor de toda herida,
al verte, mi Señor, resucitado.


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Autor: diocesismalaga.es

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