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Encuentro con responsables de las comunidades neo-catecumenales (Hotel Los Abades-Loja)

Publicado: 26/10/2014: 684

Homilía pronunciada por el Obispo de Málaga, D. Jesús Catalá, en el encuentro con responsables de las comunidades neo-catecumenales (Hotel Los Abades-Loja) celebrado el 26 de octubre de 2014.

ENCUENTRO CON RESPONSABLES

DE LAS COMUNIDADES NEO-CATECUMENALES

(Hotel Los Abades-Loja, 26 octubre 2014)

 

Lecturas: Ex 22, 20-26; Sal 17, 2-4.47.51; 1 Ts 1, 5-10; Mt 22, 34-40.

(Domingo Ordinario XXX – A)

1.- Acoger con docilidad la Palabra de Dios

Las intervenciones que habéis tenido van en la línea de las lecturas que hemos escuchado hoy y que nos propone la Iglesia; sobre todo, la de Pablo a los Tesalonicenses, que habla sobre la Palabra.

La Palabra de Dios, en frases que son telegráficas pero que son muy importantes, no funcionaría si no fuera por la fuerza del Espíritu; que es lo mismo que habéis dicho en vuestros testimonios.

Vuestra vida, nuestra vida, la vida de cada uno no funciona si no es con la fuerza del Espíritu. Cuando yo quiero llevar mi vida y ser el timonel de mi vida, o el arquitecto de mi vida, es un auténtico desastre y todos tenemos experiencia de esto.

Cuando me dejo llevar por la fuerza del Espíritu me dejo llevar por Dios que actúa siempre sinérgicamente las tres personas, Padre, Hijo y Espíritu; no actúan nunca separadas, son tres personas que están unidas por su ser, por su amor. Por tanto, siempre van al unísono.

Pues, fijaros en el tema de la Palabra.

Sobre el anuncio Pablo dice a los Tesalonicenses: «Cuando os anuncié nuestro evangelio, no fue solo de palabra, sino también con la fuerza del Espíritu Santo y con plena convicción» (1 Ts 1, 5). El anuncio no se hace sin el Espíritu.

Segundo paso: la acogida. El evangelizador, el que habla, no habla con su fuerza, o habla con el Espíritu o no dice mensaje nuevo; no hay Buena Nueva. Puede haber recomendaciones entre amigos, consejitos, pero eso no cambia la vida de nadie.

La vida de cada uno de nosotros ha cambiado cuando hemos escuchado la Buena Nueva de alguien que nos anunciaba de parte de Cristo y con la fuerza del Espíritu.

En relación a la acogida dice san Pablo: «Y vosotros seguisteis nuestro ejemplo y el del Señor, acogiendo la Palabra en medio de una gran tribulación, con la alegría del Espíritu Santo» (1 Ts 1, 6). El que escucha la Palabra de Dios, debe permitir que penetre dentro de él; de lo contrario es como la lluvia que cae sobre la piedra. Cambia la actitud cuando se escucha desde el Espíritu, desde Cristo, desde Dios. Y esa fuerza hace que penetre dentro de mí, aunque aparentemente sea un pedernal, me trasformo en tierra mullida, en tierra blanda, en tierra fecunda.

Y en tercer lugar, el testimonio. «Llegasteis a ser un modelo para todos los creyentes de Macedonia y de Acaya. No solo ha resonado la palabra del Señor en Macedonia y en Acaya desde vuestra comunidad, sino que además vuestra fe en Dios se ha difundido por doquier, de modo que nosotros no teníamos necesidad de explicar nada» (1 Ts 1, 7-8).

No podréis ser testigos si no es desde esa acción del Espíritu. Los tres momentos de la Buena Nueva: el anuncio, la acogida y el testimonio, sólo se pueden hacer en el Espíritu, desde Cristo, desde Dios. Si no, son todas palabras humanas, horizontales, que no cambian ni transforman.

2.- Conversión a Dios, abandonando los ídolos

Por tanto, gracias a esa escucha de la Palabra podemos convertirnos a Dios, dejando los ídolos: «Os convertisteis a Dios, abandonando los ídolos, para servir al Dios vivo y verdadero» (1 Ts 1, 9).

Como me consta que el Camino habla muchas veces de la conversión a Dios y del apartarse de los ídolos, no hace falta hacer ningún comentario al respecto. Los mismos testimonios de hoy lo ponen de manifiesto. Hasta que no renuncias a ti mismo, a tu ídolo, porque mi ídolo en el fondo soy yo; aunque lo concrete en cosas, en otras personas, en actividades, en profesión, al final soy yo, me voy buscando a mí mismo.

3.- Tener a Dios como centro de nuestra vida: roca, alcázar, baluarte

Solución a esto. Lo que hemos cantado en el Salmo: tener a Dios como centro de nuestra vida, como roca y alcázar y salvación, como baluarte. No hay otra manera.

El Señor es mi roca, mi libertador, mi refugio. Fijaos que el pensamiento semita repite, dice lo mismo, es como un poliedro de muchas formas, pero en el fondo es lo mismo: ¡fíate de Dios! Haz de Dios el centro de tu vida, que sea tu Dios y que no haya otros ídolos.

«Señor, mi roca, mi alcázar, mi libertador. Dios mío, peña mía, refugio mío, escudo mío, mi fuerza salvadora, mi baluarte» (Sal 17, 3). Las palabras: roca, alcázar, libertador, peña, refugio, escudo, fuerza salvadora, baluarte... podéis añadir todas las que queráis, en el fondo nos hacen referencia a confiar en Dios.

4.- Amarás al Señor tu Dios y al prójimo como a ti mismo

Y al final todo se concluye en: “amarás al Señor tu Dios y al prójimo como a ti mismo”.

«Un doctor de la ley le preguntó para ponerlo a prueba: Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la ley?» (Mt 22, 35-36).

Los saduceos le preguntan a Jesús en medio de una maraña de mandamientos. Los israelitas tenían 248 preceptos, más 365 prohibiciones correspondientes a una por cada día. En total contaban con 613 preceptos, en su mayoría negativos. Y de todos esos preceptos, ¿cuál era el más importante?

Un grupo de fariseos entra a la carga para atrapar a Jesús, después del fracaso de los saduceos. Y Jesús le responde: primero, ama a tu Dios (cf. Mt 22, 37); segundo, ama a tu prójimo (cf. Mt 22, 38). Y para que nadie dijera cómo, les suelta: “ama a tu prójimo como a ti mismo” (cf. Mt 22, 39).

Este “como a ti mismo” no es un egoísmo, no es una fórmula egoísta, porque Jesús sabe cómo nos amamos a nosotros y cada uno sabe cómo se ama a sí mismo. Si somos capaces de amar a Dios y al prójimo como nos amamos a nosotros ya vamos bien.

Pues eso es a lo que la Palabra de hoy, de este XXX Domingo del Tiempo Ordinario nos invita. La Iglesia es muy sabia y nos va dando alimento cada domingo y conviene que lo asimilemos, que la meditemos, que escrutemos. Y hoy nos toca esta Palabra concreta, estas tres lecturas.

Vamos a pedirle al Señor que nos ayude a vivirlo así, desde Él, desde el Espíritu. Sino nuestras palabras, nuestra evangelización, la acogida de la Palabra y el testimonio no producen fruto. Y después lo más importante, dejemos los ídolos, que el fondo somos nosotros y sirvamos al Dios vivo y verdadero, no hay otro.

Va a ser muy difícil que a nuestros contemporáneos, que tienen otros ídolos, le animemos a amar al Dios vivo, no va a ser fácil. Seguirán riéndose de nosotros, seguirán pensando que estamos equivocados, que somos tontos, que no disfrutamos de la vida, que todo es malo; pero ya sabéis que todo eso es mentira, porque todo el bueno, lo ha creado el Señor. Lo único malo es el pecado, las cosas buenas de la vida son del Señor.

La primera vez que dije en una reunión de familias que el sexo era bueno, que disfrutaran del sexo como Dios quiere, hubo muchos fieles que dijeron que era la primera vez que oían decir eso a un obispo. Y les contesté que la Iglesia lleva predicando eso hace ya dos mil años.

Así que, en el Señor, en el Espíritu todo es bueno. Y la Buena Nueva produce sus frutos. Amén.

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