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Apertura del curso 2014-2015 en los Centros Teológicos (Seminario-Málaga)

Publicado: 17/10/2014: 537

Homilía pronunciada por el Obispo de Málaga, D. Jesús Catalá, en la apertura del curso 2014-2015 en los Centros Teológicos celebrada en el Seminario de Málaga el 17 de octubre de 2014.

APERTURA DEL CURSO 2014-2015

EN LOS CENTROS TEOLÓGICOS

 (Seminario-Málaga, 17 octubre 2014)

 

Lecturas: Ef 1, 11-14; Sal 32, 1-5.12-13; Lc 12, 1-7.

1.- Llamados a recibir la herencia divina

Comenzamos hoy la apertura oficial de nuestros Centros de estudio teológicos, en primer lugar, dando gracias a Dios que nos ha llamado a vivir con Él, a compartir la herencia de los elegidos, la herencia santa.

En la carta a los efesios, donde quiero centrarme y que acabamos de escuchar, aparecen tres ideas fundamentales.

La primera idea: estamos llamados a recibir la herencia divina. Somos unos privilegiados. No vamos a recibir cualquier herencia. Mucha gente paisana o contemporánea nuestra estaría contentísima si recibiera la noticia de que ha sido heredero de una fortuna económica. Nosotros somos herederos, tenemos una herencia divina.

El Señor nos ha llamado a ser herederos de su reino, como nos ha dicho san Pablo en su carta a los Efesios: «En él hemos heredado también los que ya estábamos destinados por decisión del que lo hace todo según su voluntad» (Ef 1, 11). No es la última voluntad, como decimos humanamente hablando, sino la primera y permanente voluntad de Dios: nos ha llamado a su reino.

Siendo herederos estamos destinados a ser alabanza de la gloria divina: «Para que seamos alabanza de su gloria quienes antes esperábamos en el Mesías» (Ef 1, 12).

Además de ser destinados a la gloria, a ser alabanza de esa gloria, a ser testigos de esa gloria, a vivirlo, a dar gracias a Dios por esa gloria; lo más importante es el contenido de esta herencia: Jesucristo «es la prenda de nuestra herencia, mientras llega la redención del pueblo de su propiedad» (Ef 1, 14).

Jesucristo es la prenda de nuestra herencia. No nos regala sólo la vida humana, temporal, sino que nos regala además el ser hijos suyos y participar después en la vida eterna; nos regala su gracia. Somos herederos de la prenda más hermosa que pueda un ser humano tener y gozar: Jesucristo, el gran regalo de Dios Padre a la humanidad. Seamos conscientes de esa herencia.

En este ambiente de estudios teológicos, tanto a profesores como alumnos, es lógico que no perdamos de vista que el objeto de nuestro estudio es fundamentalmente Dios, la Teo-logía; aunque se den antropologías y se den otras materias. El núcleo es la "Teo", el tratado de Dios.

Que sepamos descubrir realmente esa herencia y profundizar en ella, que sepamos ser alabanza, alabar esa herencia que recibimos y apreciar lo que significa la persona de Cristo para nosotros, para la humanidad y para cada uno de nosotros.

2.- Marcados con el sello del Espíritu Santo

La segunda idea es que además de recibir esa herencia divina hemos sido marcados con el sello del Espíritu Santo. Hemos sido marcados, signados.

A quienes escuchan la Palabra de la verdad y creen en Jesucristo son marcados con el sello del Espíritu: «En él también vosotros, después de haber escuchado la palabra de la verdad –el evangelio de vuestra salvación–, creyendo en él habéis sido marcados con el sello del Espíritu Santo prometido» (Ef 1, 13).

  En el bautismo hemos sido ungidos y consagrados por el Espíritu Santo; y en la Confirmación hemos sido ungidos, de nuevo, y fortalecidos con una mayor plenitud de ese don del Espíritu Santo; fortalecidos, robustecidos en esa fe regalada en el bautismo.

Algunos, además, hemos sido de nuevo ungidos, por tercera vez, en el sacerdocio, ungidos para la misión sacerdotal. Otros os preparáis para recibir esa unción. Mañana tendremos dos nuevos diáconos, aquí presentes, Miguel e Isidro; aunque mañana no vais a ser ungidos para el sacerdocio, sino deputados para el ministerio, es una fase anterior al orden sacerdotal en el que sí que seréis ungidos. Mañana no hay unción, hay encargo ministerial.

Hemos de ser conscientes de esa marca que llevamos, somos hijos de Dios y no se puede vivir como si no lo fuéramos. Es una marca indeleble, es una elección desde la eternidad.

Es una contradicción estar marcado con el sello del Espíritu, porque ese sello lo que hace es darnos la imagen de Cristo. El Espíritu, cuando nos marca lo hace con la imagen, con la figura de Cristo, al que nos debemos configurar. Se nos ha regalado la figura de Cristo en el bautismo y nos toca configurarnos a Él. Entonces, es un contrasentido haber sido marcados con el sello del Espíritu, con la marca y la figura de Cristo, haber sido "cristificados" y vivir como paganos. Por desgracia hay muchos en nuestra sociedad de este estilo.

Hemos de ser conscientes, al menos intentar vivir conforme a esa figura que el Señor nos ha dado en el corazón, ese sello, esa marca. Somos cristianos, por tanto, lo que dice san Pablo a los filipenses: "que yo ame, sienta, viva, entienda, piense, como Jesucristo" (cf. Flp 2, 1-5); que me identifique tanto con Él, que pueda decir como Pablo: «ya no soy yo, es Cristo quien vive en mí» (Gal 2, 20). Un poco lejos estamos de esa realidad, pero vamos caminando si os parece. Nos animamos mutuamente a caminar hacia ese objetivo.

3.- A la escucha de la Palabra divina

Y la última idea que os anunciaba al principio: debemos estar a la escucha de la Palabra divina, a la escucha de ese don recibido en herencia: Cristo y el Espíritu. A la escucha del Verbo Divino.

Para recibir la herencia prometida es necesario escuchar la palabra de la Verdad, el evangelio de vuestra salvación. Inauguramos hoy un nuevo Curso académico en nuestros Centros teológicos. El objetivo de la formación teológica es el conocimiento de Dios, la escucha y penetración de la Palabra de la Verdad, con mayúscula.

Sí que existe una Verdad absoluta, sí que existe el Absoluto; aunque nuestra sociedad nos diga que no hay absolutos, que todos son opiniones y que todas son válidas, que todas tienen el mismo valor, que nada es absoluto y todo es relativo, y que todo puede cambiar.

Los cristianos haríamos un favor a nuestra sociedad diciendo que existe el Absoluto, que existe Dios y que es absoluto, que es una verdad inmutable que no cambia, y que no valen las opiniones lo mismo que la Verdad.

Otro tema es el que nos acusan que nos creemos orgullosos porque decimos que tenemos la Verdad. No tenemos la Verdad, el giro es al revés, la Verdad nos posee. No poseemos la Verdad, no poseemos a Dios. Dios no puede ser poseído por un ser humano, somos poseídos por Él, vivimos inmersos en ese misterio. No tenemos el misterio guardo en el bolsillo, estamos inmersos en el Misterio.

A lo mejor las formas de hablar clarificarían las ideas, ayudarían a tener un mejor diálogo con nuestros contemporáneos. Los cristianos no tenemos la verdad, la Verdad existe ella sola y nos posee a todos, o nos hace participar a todos.

Os invito a que os apliquéis con todas vuestras fuerzas en el estudio de las distintas disciplinas teológicas. Profundizar en el misterio de Cristo nos sumerge en lo más profundo de nuestra vida y nos proporciona el sentido de lo que vivimos, pensamos y creemos.

4.- Enviados a dar testimonio de la Verdad creída y vivida

La Verdad conocida ha de ser creída y vivida, no sólo conocida intelectualmente, esa Verdad se lleva la praxis, se vive.

Lo que creemos, profesamos y vivimos hemos de compartirlo con quienes desconocen este tesoro. Se nos invita a dar testimonio de la Verdad, que implica muchas veces sacrificio y persecución.

5.- San Ignacio de Antioquía

Hoy celebramos la fiesta de san Ignacio de Antioquía, obispo y mártir, discípulo del apóstol san Juan y segundo sucesor de san Pedro en la sede de Antioquía. En tiempo del emperador Trajano fue condenado al suplicio de las fieras y trasladado a Roma, donde sufrió el martirio.

Durante el viaje, mientras experimentaba la ferocidad de sus centinelas, semejante a la de los leopardos, escribió siete cartas dirigidas a diversas Iglesias, en las cuales exhortaba a los hermanos a servir a Dios unidos con el propio obispo, animándoles a dar testimonio, a ser testigos de Jesús y a que no le impidiesen poder ser inmolado como víctima por Cristo.

San Ignacio de Antioquía nos da testimonio de su fe, que nosotros podemos ofrecer también a los demás. Permitid que podamos ofrecernos como harina candeal, como trigo triturado para formar pan. Es la única manera de hacer Iglesia.

Ignacio de Antioquía vivía la imagen de la Iglesia con mucha fuerza, sabía lo que significaba la centralidad, el instrumento de la comunión que es el obispo, como cabeza de la Iglesia particular. Y lo importante que son cada uno de los miembros que, –decía–, ajustados como una lira, puedan sonar en una gran armonía y sintonía.

Pues que vivamos también esa dimensión eclesial en una gran sinfonía de sonidos, instrumentos, ministerios, tareas y que entre todos seamos instrumentos del Espíritu para hacer Iglesia.

Le pedimos todo esto a la Virgen María, la Madre de la Iglesia, la Madre nuestra. Que así sea.

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