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Celebración de la "Luz de la Paz de Belén" (Catedral-Málaga)

Publicado: 19/12/2014: 586

Homilía pronunciada por el Obispo de Málaga, D. Jesús Catalá, en la celebración de la "Luz de la Paz de Belén" en la Catedral de Málaga el 19 de diciembre de 2014.

CELEBRACIÓN DE LA “LUZ DE PAZ DE BELÉN”

(Catedral-Málaga, 19 diciembre 2104)

1.- La Navidad ilumina la vida del hombre

Felicitamos a D. José-Luís y a Dª Carmen por el reconocimiento que reciben por parte de la Asociación; pero, sobre todo, por lo que significa de entrega vuestra a los Scouts católicos de Málaga.

También agradecemos a D. Pablo Castellanos por estos años que ha estado al frente de los Scouts, dando todo lo mejor de sí para que vosotros pudierais vivir en esa línea y actitud de ánimo con el que vivís.

Agradecemos igualmente al P. Tejeda, jesuita, la dedicación de toda su vida; es el alma mater de los Scouts católicos de Málaga.

Un año más, como se nos ha dicho en la monición de entrada, estamos celebrando la luz de Paz de Belén en esta Catedral de Málaga, para desde aquí irradiar a todos los hogares Scouts y también a otros fieles cristianos que quieren compartir esa luz que viene de Belén.

                  ¿Qué les pasó a los Magos de Oriente? Vieron una estrella, que cambió su vida, de modo que fueron capaces de dejar sus casas y seguir el camino que les señalaba la estrella; se fiaron de la estrella. La estrella les iluminó el camino y la vida. Y esta estrella les llevó al gran Sol, que nace de Oriente, que no se pone; el Sol que alumbra a todo hombre que viene a este mundo, como dice el evangelista Juan el Prólogo del Evangelio (cf. 1,1-18).

            En la Navidad celebramos esta Luz que nació en Belén y que ilumina la vida de todo hombre.

            En estos días precedentes a la Navidad todo se ilumina en torno a esta hermosísima fiesta. ¿Habéis visto cómo están las luces de la ciudad? ¿Hay muchas o pocas luces? (Responden los fieles: ¡muchas luces!). Algunas de estas luces nos deslumbran. Ahora, al salir del templo, vamos a ir con nuestras pequeñas luces. ¿Qué luz o qué luces van a alumbrar más, las luces de la ciudad o nuestras pobres velas? (Responden los fieles: las de la ciudad). Físicamente las de la ciudad dan más luz. Las nuestras parecen más pobres, más pequeñitas, pero hay una diferencia: las de la ciudad no dan amor, no dan afecto. Nuestras luces, que significan la luz de Cristo, iluminan nuestros corazones; con ellas saldremos de la Catedral por las calles hacia nuestras casas simbolizando el amor que Dios nos tiene; el amor con el que correspondemos a Dios; y el amor con el que amamos a los demás.

            Por tanto, esas luces van a tener mucho más valor y mucho más brillo que todas las luces de la ciudad. Las luces de la ciudad, ¿cuándo se apagaran? (Responden los fieles: después de Navidad). Nuestras luces, la luz de Cristo, ¿se apagarán? ¿Se apagará en nuestros corazones? (Responden los fieles: ¡No!). La luz de Cristo es un signo; pero lo importante es la luz de Cristo y esa no puede apagarse jamás en nuestros corazones.

2.- La Encarnación: derroche de Amor

Relacionado con la luz de Belén, ¿quién nació en Belén? (Responden los fieles: Jesús). Y Jesús, ¿nació en un gran palacio, bien vestido y muy bien cuidado? (Responden los fieles: no). ¿Dónde nació entonces? (Responden los fieles: en un pesebre, en una gruta). Nació pobre, no podía ir muy bien vestido.

            Jesús, el Hijo de Dios, se revistió de hombre, tomó la naturaleza humana. Se revistió porque Él ya estaba vestido; Él era Dios. Se revistió de hombre, de pobre.

            Había en esa época otras muchas personas muy importantes y muy bien vestidas: el Rey Herodes que quiso matarlo y otras personalidades del mundo del Imperio romano. Pero Jesús vistió pobremente y es parecido a lo que decíamos de las luces. Las luces de la ciudad relucen más que nuestra pequeña vela, pero la nuestra es más importante.

            Jesús cuando correteaba por Belén, por Nazaret y cuando fue a Jerusalén no tenía el prestigio, ni la fuerza, ni el poder de los reyes; era uno más. Pero, en verdad ¿quién tenía más poder: el rey Herodes o Jesús? (Responden los fieles: Jesús). Porque Jesús es el Hijo de Dios y su encarnación es un derroche de amor.

            Ha sido un verdadero derroche de amor el que el Hijo de Dios se haga carne de nuestra carne, nazca en condiciones del último de los pobres, de los desconocidos, de los que nadie quería, de los que no tenían ni posada. El Hijo de Dios se ha hecho uno de nosotros, para elevarnos en grandeza, para enriquecernos con su pobreza, para revestirnos de su vestido de luz inmortal, aunque Él haya venido con un vestido pobre. Para hacernos dignos hijos de Dios a los que sólo éramos hijos de pobres mortales.

3.- Un mundo malherido que necesita la presencia de Dios

En estos días hemos podido ver por televisión una serie de noticas de violencia, de muertes contra cristianos en Irak, en Nigeria, en la India; noticias de guerras, de divisiones, de pobreza, de hambre, de gente sin hogar, de niños que se quedan sin padres, de niños que no llegan a nacer porque sus madres los matan en su seno; todo esto es muy fuerte y muy grave. Hay mucha oscuridad y maldad en nuestro mundo.

            Pero Jesús con su luz quiere iluminarnos e iluminar nuestra sociedad y hacer que esas cosas vayan desapareciendo. Él quiere que haya un mundo de mayor luz, de más amor, de comprensión, de ayuda mutua, de generosidad, de paz.

4.- Abrir nuestros corazones a la esperanza

Vamos a abrirle el corazón a Jesús que viene a nosotros, que se encarna, se hace hombre y nace en Belén. Y vamos a abrirle la mente para que su luz nos ilumine.

¿Estáis dispuestos a abrir vuestro corazón y vuestra mente para que entre la Luz de Cristo? (Responden los fieles: ¡Sí!). Pues pasemos a la celebración de la Luz.

 

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