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Cuatrocientos años de la Familia Vicenciana (Catedral-Málaga)

Cartel del 400 aniversario
Publicado: 30/09/2017: 1630

Homilía pronunciada por el Obispo de Málaga, Jesús Catalá, en la Misa celebrada en la Catedral el 30 de septiembre de 2017, con motivo de los cuatrocientos años de la Familia Vicenciana.

CUATROCIENTOS AÑOS DE LA FAMILIA VICENCIANA
(Catedral-Málaga, 30 septiembre 2017)

Lecturas: Ez 18,25-28; Sal 24,4-9; Flp 2,1-11; Mt 21,28-32.

1.- Hacer realmente la voluntad de Dios

Hemos escuchado en el Evangelio que Jesús cuenta la narración de los dos hijos a los dirigentes de los judíos, que creían que con pertenecer al pueblo elegido de Dios ya estaba todo conseguido.

El primer hijo respondió a su padre que no le obedecería, pero después hizo lo que le pedía (cf. Mt 21,29). Podemos tener momentos de rebeldía contra la autoridad paterna o contra otra autoridad; podemos sufrir momentos de desaliento o de enfado, momentos de inconstancia y de cansancio. Pero en el fondo debemos aceptar nuestros compromisos de fe y asumir la responsabilidad de nuestros actos. A veces somos influenciados por ideas o modas externas.

Jesús nos invita a convertirnos y a cambiar de actitud. Lo que importa realmente es cumplir la voluntad de Dios.

Con un lenguaje claro, que rompe formalismos, Jesús responde a sus interlocutores con una expresión inesperada: los publicanos y las prostitutas van por delante de ellos en el reino de Dios (cf. Mt 21,31); porque éstos se convirtieron y aceptaron la salvación del Mesías (cf. Mt 21,32) y los otros no.

Más aún, Jesús considera hermano suyo a quien cumpla la voluntad de Dios: «El que haga la voluntad de Dios, ese es mi hermano y mi hermana y mi madre» (Mc 3,35). Éste fue el mejor piropo que Jesús dedicó a su Madre cuando le comunicaron que su Madre y sus hermanos le esperaban.

2.- Ejemplos de santidad en la Iglesia

A través de la historia hemos conocido muchas personas que han vivido su fe con gran coherencia, cumpliendo la voluntad de Dios; son los santos. Incluso algunos de ellos dieron inicialmente una negativa al Señor, que los llamaba a la santidad; entre ellos están Agustín de Hipona, María Magdalena, Ignacio de Loyola.

Otros santos dijeron sí desde el principio de la llamada del Señor: Teresa del Niño Jesús, Teresa de Jesús, Juan XXIII, Juan Pablo II, Teresa de Calcuta y tantos otros.

Pidamos al Señor que sepamos responder siempre con un “sí” acompañado de hechos, como lo hizo san Vicente de Paúl, de cuyo carisma celebramos el cuarto centenario.

3.- Cuarto Centenario de la Familia Vicenciana

El Superior General de la Congregación de la Misión, P. Tomaž Mavrič, c.m., en su carta con motivo del 400 Aniversario (Roma, 25.01.2017), recordaba la fecha en que se inició el Carisma Vicenciano, el “camino de San Vicente de Paúl”: el 25 de enero de 1617 en Folleville, en Francia”.

En ese pequeño pueblo el fundador Vicente “fue tocado por la tremenda pobreza espiritual de las gentes del campo. Unos meses después, tuvo la experiencia de la terrible pobreza material en la ciudad de Châtillon y tuvieron origen las Damas de la Caridad (…). Comenzó animando a otros a cambiar sus vidas desde dentro, así como a llegar hasta las personas de su entorno, que tenían necesidades materiales. Al mismo tiempo, experimentó su propia conversión personal, dedicándose totalmente a los material y espiritualmente pobres, provocando la colaboración de tantas personas, que siguieron su ejemplo”. El ejemplo arrastra. Vicente partió de una experiencia personal: el encuentro con unos pobres y enfermos. Hoy podríamos tener una experiencia similar con un enfermo, un pobre, un extranjero, un inmigrante, un anciano.

Como dice el papa Francisco en su mensaje para esta ocasión (Vaticano, 27.09.2017): “Este “granito de mostaza”, sembrado en 1617, hizo germinar la Congregación de la Misión y la Compañía de las Hijas de la Caridad, se ramificó en otros Institutos y Asociaciones y se ha convertido en un gran árbol (cf. Mc 4, 31-32)”.

El tema del Año Jubilar Vicenciano está tomado del Evangelio de Mateo, cuando Jesús se refiere al juicio final: “Era un forastero y me acogisteis” (cf. Mt 25,31-46), expresando que cuanto hagamos a uno de nuestros hermanos, los más pequeños, lo hacemos a Él.

Acojamos a nuestros hermanos, sobre todo a los más necesitados. Ellos nos ayudan a comprendernos mejor a nosotros mismos, a mirarnos dentro de nosotros, a pedir al buen Padre Dios que nos acoja y nos perdone también a nosotros.

Nuestra sociedad está últimamente muy sensibilizada con la inmigración; miles y miles de personas de otros países, que se encuentran en condiciones peores que los nuestros, acuden a Europa y pasan por España. El Señor Jesús también fue forastero en su más tierna infancia y tuvo que emigrar a Egipto con sus padres. Acoger al otro, al extranjero, al diverso, es acoger a Cristo.

Y no hace falta ir muy lejos; podemos acoger a quien está cerca de nosotros; al que piensa distinto, al que tal vez no está de acuerdo con nosotros, al que vive una tensión interior o una rebeldía. También eso es acoger a Cristo.

4.- Claves de la espiritualidad de san Vicente de Paul

La espiritualidad de san Vicente de Paul se asienta en tres pilares básicos (cf. Celestino Fernández, Vicente de Paúl un corazón sin medida. De la memoria al compromiso), que estructuran su vida interior y su respuesta activa.

1) La primacía de Dios. Dios ante todo. Es el primer pilar de su espiritualidad. Vicente ha experimentado en su propia vida haber sido conducido por la mano de Dios de su esclavitud de Egipto a la tierra prometida, porque se ha sentido perdonado, amado, acogido y salvado. Él también ha sido sacado de su esclavitud, de sus tinieblas, de sus cadenas. El amor de Dios ha sido la piedra angular de su vida; y el amor a Dios ocupó la primacía de su vida.

2) La centralidad de Cristo. San Vicente de Paul contempló a Cristo anonadado, que se hizo pobre para salvarnos, como hemos escuchado en la carta a los Filipenses (cf. Flp, 2,6-11). Su fuente de espiritualidad es Cristo, que se hace siervo y servidor, con tres rasgos que conforman su “cristología vicenciana”: Cristo como adorador del Padre, como servidor del designio amoroso del Padre, y como evangelizador de los pobres. Jesús explicó el texto del profeta Isaías, en el que se decía que había sido enviado para proclamar la buen noticia a los pobres y liberar a los cautivos (cf. Lc 4,18-19); se trata de un anuncio liberador, sanador, salvador. Los demás elementos de su espiritualidad serán un despliegue de estos tres rasgos de Cristo.

3) La pasión por los pobres. El tercer pilar su espiritualidad son los pobres, contemplados desde Dios. Ellos fueron su pasión dominante; los ama sinceramente en su situación propia, con sus heridas y limitaciones; y también desde el seguimiento de Jesucristo. Y ejerce sobre ellos una acción curativa y preventiva, porque el amor sana y salva; el amor hace iguales y produce fraternidad. Su lema: “Los pobres son nuestros señores y maestros” (Correspondencia, conferencias, documentos, Coste XI-3, p. 273). El pobre no es para Vicente de Paúl solo el objeto de su amor; el pobre le enseña y es su señor; al ponerse al servicio del pobre, aprende de él y se enriquece con su encuentro.

Damos gracias a Dios por la celebración del 400 Aniversario del carisma vicenciano. Y agradecemos la presencia en nuestra Diócesis de los sacerdotes de la Congregación de la Misión (Padres Paúles), la de las Hijas de la Caridad y la de otras hermanas de la gran familia vicenciana.

Termino con unas palabras del Mensaje del papa Francisco: “Deseo que este año de acción de gracias al Señor y de profundización del carisma sea la ocasión de beber en el manantial, de refrescarse en la fuente del espíritu de los orígenes. No olviden que las fuentes de gracia en las que ustedes beben, brotaron de corazones sólidos y firmes en el amor, modelos insignes de caridad”.

Pidamos a san Vicente de Paul que nos ayude a contemplar a los pobres como él lo hizo y a saber acercarnos a ellos con la misma delicadeza y amor; con gran respeto, sin avasallar ni imponer; sencillamente ofreciendo y aprendiendo.

Pedimos también a Nuestra Señora de la Milagrosa, a la que tiene gran devoción la familia vicenciana, nos proteja con su maternal intercesión y nos acompañe en nuestra vida y de modo especial en este Aniversario. Amén.

 

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