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Cristianos en el siglo XXI

Publicado: 15/06/2013: 10133

Reproducimos íntegra la intervención de D. Jesús Catalá en el Forum Europa-Tribuna Andalucía. El prelado malagueño ha reflexionado sobre cómo debe vivir el cristiano en la actualidad y ha señalado que «ninguna dimensión del ser humano y ningún ámbito de la sociedad deben quedar exentos de ser iluminados por la luz de la fe, que los cristianos del siglo XXI estamos llamados testimoniar».

CRISTIANOS EN EL SIGLO XXI

Conferencia en el Fórum Europa - Tribuna Andalucía

Mons. Jesús Catalá, Obispo de Málaga

(Hotel NH-Málaga, 14 junio 2013)

 

SALUDOS

Deseo agradecer la cálida presentación, que acaba de hacer D. Javier González de Lara, Presidente de la Confederación de Empresarios de Málaga, quien aceptó con agrado esta tarea y me honra con su afecto y colaboración. Sus palabras centran de manera clarividente el objetivo y tema de esta Conferencia.

Agradezco la presencia de Mons. Fernando Sebastián y de Mons. Antonio Dorado, del Sr. Alcalde, del Sr. Subdelegado del Gobierno, de la Sra. Vicepresidenta de la Diputación Provincial, de las autoridades civiles y académicas, de los sacerdotes, de los miembros de diversas instituciones educativas y empresariales, de los informadores y de todos ustedes, que han tenido la deferencia de hacerse presentes.

Agradezco, sobre todo, a D. José-Luís Rodríguez, Presidente de “Nueva Economía Fórum”, su invitación a hacerme presente en esta tribuna y al Sr. Victorino Lluch, director de La Caixa. Antes de la conferencia le he preguntado a D. José-Luís a qué se parecía más este foro: ¿al areópago de Atenas, donde habló san Pablo, o a la arena romana? Y me ha dicho: “Sin dudar, al areópago”. Muchas gracias, pues, a todos ustedes, por asistir a este areópago, o conferencia-diálogo en el presente caso.

CONTENIDO DE LA CARTA

El tema elegido para esta ocasión lo he titulado “Cristianos en el siglo XXI", que tengo la intención de desarrollar al hilo de una Carta, que un cristiano escribió hace un tiempo a un político no cristiano, que tenía mucho interés en saber cómo vivían los cristianos. El nombre del autor y del destinatario de esta carta los desvelaré al final de la exposición.

Paso a enumerar algunas características de los cristianos, según dicha Carta:

1. Los cristianos, como ciudadanos normales del mundo

“Los cristianos no se distinguen de los demás hombres, ni por el lugar en que viven, ni por su lenguaje ni por sus costumbres. No tienen ciudades propias, ni utilizan un hablar insólito, ni llevan un género de vida distinto”.

Los cristianos, como veremos a continuación, llevan un estilo de vida, pero son ciudadanos normales: hablan la misma lengua, tienen las mismas costumbres, se entremezclan con la gente y son un ciudadano más.

2. Profesan una doctrina no inventada por hombres

“Su sistema doctrinal no ha sido inventado gracias al talento y especulación de hombres estudiosos, ni profesan, como otros, una enseñanza basada en autoridad de hombres”.

San Pablo, en una carta que escribe a los cristianos de Galacia dice: «Os hago saber, hermanos, que el Evangelio anunciado por mí, no es de orden humano, pues yo no lo recibí ni aprendí de hombre alguno, sino por revelación de Jesucristo» (Gal 1,11-12). Esto refuerza la idea de la carta, que estamos comentando.

3. Tenor de vida especial de los cristianos

En este punto comienzan a distinguirse los cristianos de los otros ciudadanos. Dice esta carta: “Siguen las costumbres de los habitantes del país y, sin embargo, dan muestras de un tenor de vida admirable y, a juicio de todos, increíble”. Un cristiano entre gente no creyente, sorprende, por tanto, por su estilo de vida; por no dejarse llevar de ciertas modas; y se caracteriza también el cristiano por ir, muchas veces, contra corriente, en estilo y en formas de vivir.

4. Creencia en una vida, más allá de la terrena

La carta presenta las características del cristiano en sentido ascendente: van desde lo más común a lo más específico. La carta dice: “Habitan en su propia patria, pero como forasteros. Toman parte en todo como ciudadanos, pero lo soportan todo comoextranjeros”.

“Viven en la carne, pero no según la carne. Viven en la tierra, pero su ciudadanía está en el cielo. El alma inmortal habita en una tienda mortal; también los cristianos viven como peregrinos en moradas corruptibles, mientras esperan la incorrupción celestial”.

Se da aquí el paso de la fe. Lo que pueda trabajar un cristiano en su vida terrena, está marcado por la otra vida, por el más allá.

5. Respeto a la vida humana, desde la concepción hasta la muerte natural

El texto dice: “Igual que todos, se casan y engendran hijos, pero no se deshacen de los hijos que conciben”. No quiero extenderme más, porque creo que está bastante claro.

6. Solidarios y generosos.

“Son pobres, -dice el autor de la carta- y enriquecen a muchos; carecen de todo, y abundan en todo”.

Es conocida de todos la importante colaboración de los cristianos a las necesidades de los más pobres; es una actitud de siempre y no sólo en esta época de crisis.

La actitud de cercanía del cristiano con los pobres y necesitados le viene de la fe y del amor a Dios. Hay muchas instituciones, gobiernos y organizaciones que ayudan sobre todo en momentos de dificultad y de penuria, ante una catástrofe o calamidad. Han ocurrido, a veces, catástrofes naturales, ante las cuales se han volcado los Estados, las organizaciones y las instituciones en los primeros días; pero pasado el tiempo se han olvidado y ha quedado sólo las instituciones cristianas.

La Iglesia sigue estando presente donde hay necesidad; incluso, cuando han estallado guerras en ciertos países, han desaparecido todas las organizaciones y algunas ayudas de los gobiernos, y tan sólo han quedado allí las religiosas, los religiosos que llevaban allí desde hacía años.

Me comentaba el director de La Caixa la aportación que ha hecho ésta a través de Caritas y de otras instituciones. Quizás luego nos ofrezca algunos datos.

7. Respetuosos en las relaciones humanas

El texto de la carta, que es lapidario, dice: “Tienen la mesa en común, pero no el lecho”.

La persona humana, considerada como imagen de Dios, es respetada sin utilizarla para placer propio o manipularla a capricho.

8. Obedientes a la autoridad establecida

“Obedecen –dice el autor- las leyes establecidas, y con su modo de vivir superan estas leyes”. Esto es muy interesante, pues no se trata solo de obedecer o de soportar una ley. El cristiano, además de obedecer y acatar las leyes, es capaz de superarlas; es decir, es capaz de hacer una crítica constructiva, para que el ser humano sea mejor respetado; o también porque vive según unos valores humanos y unos criterios evangélicos, que van más allá de la ley; y en ese caso al cristiano no le hace falta dicha ley.

Pongamos un ejemplo: un conductor que respeta las normas de tráfico, y hace un “stop” no porque lo ponga una señal de tráfico, sino porque respeta la propia vida y la ajena; en este caso la motivación y el objetivo ya no es cumplir una ley, sino el respeto a la persona. O también el conductor que no rebasa la velocidad, para no arriesgar la propia vida y la de los demás. Si lo hace por respeto a la vida humana, no lo hace por simple obediencia a la ley. Caben muchos ejemplos acerca de otras leyes.

9. Perseguidos y, a veces, condenados a muerte

Cito textualmente al autor: “Aman a todos, y todos los persiguen. Se los condena sin conocerlos. Se les da muerte, y con ello reciben la vida. Son maldecidos, y bendicen; son tratados con ignominia, y ellos, a cambio, devuelven honor. Hacen el bien, y son castigados como malhechores; y, al ser castigados a muerte, se alegran como si se les diera la vida”.

Esto viene avalado por una larguísima tradición de persecución contra los cristianos en todo el mundo y en todas las épocas de la historia. Sigue habiendo hoy persecución y muerte contra cristianos; en 23 países islámicos existe persecución sistemática contra ellos.

Según estadísticas actuales, tomadas de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa - OSCE, el número de cristianos muertos anualmente por su fe sería de unos 105.000. No pensemos que sucedió en épocas pasadas, sino que está ocurriendo actualmente.

10. Odio del mundo hacia los cristianos

Existe un odio hacia los cristianos, de tal manera que “los que los aborrecen no saben explicar el motivo de su enemistad”. Parece que sea algo visceral.

El autor de la carta dice: “La carne aborrece y combate al alma, sin haber recibido de ella agravio alguno, sólo porque le impide disfrutar de los placeres; también el mundo aborrece a los cristianos, sin haber recibido agravio de ellos, porque se oponen a sus placeres”. “El alma ama al cuerpo y a sus miembros, a pesar de que éste la aborrece; también los cristianos aman a los que los odian”.

Esto refrendaría la frase lapidaria de Jesús de Nazaret: «Si el mundo os odia, sabed que a mí me ha odiado antes que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero, como no sois del mundo, porque yo al elegiros os he sacado del mundo, por eso os odia el mundo (Jn 15,18-19).

Como vemos, no lo tienen fácil los cristianos.

11. Los cristianos son como el alma en el mundo

El autor resume en una imagen la misión de los cristianos en el mundo: “Para decirlo en pocas palabras: los cristianos son en el mundo lo que el alma es en el cuerpo. El alma, en efecto, se halla esparcida por todos los miembros del cuerpo; así también los cristianos se encuentran dispersos por todas las ciudades del mundo”.

“El alma está encerrada en el cuerpo, pero es ella la que mantiene unido el cuerpo; también los cristianos se hallan retenidos en el mundo como en una cárcel, pero ellos son los que mantienen la trabazón del mundo”.

Una exhortación final del autor de la carta: “Tan importante es el puesto que Dios les ha asignado, del que no les es lícito desertar”.

TAREA DE LOS CRISTIANOS EN EL SIGLO XXI

Dejando el texto de la carta, deseo ahora hacer un comentario sobre lo dicho. ¿Cuál es la tarea de los cristianos en el siglo XXI?

Los cristianos, según el Señor, son «sal de la tierra» (Mt 5,13) y «luz del mundo» (Mt 5,14). Tienen la tarea de iluminar la realidad humana y social desde la luz de la fe; y poner un poco de sabor a la vida. La sabiduría cristiana aporta un nuevo sabor a la vida. Recordemos que el término “sabiduría” viene del latín “sapere” (saborear). Aquel que goza de una sabiduría más rica tiene la obligación de poner un poco de sabor a la vida.

Los documentos del magisterio de las últimas décadas han exhortado a los cristianos a vivir en el mundo, aportando su estilo de vida, sobre todo para transformarlo. El Concilio Vaticano II exhortaba a los cristianos a “actuar como fermento y como alma de la sociedad, que debe renovarse en Cristo y transformarse en familia de Dios” (Gaudium et spes, 40). Una tarea a la que todos los cristianos estamos llamados.

Pablo VI animaba a los cristianos a trabajar en el amplio mundo y complejo de la política, de lo social, de la economía, de la cultura, de los medios de comunicación (cf. Pablo VI, Evangelii nuntiandi, 70). En esos campos estamos los presentes reflejados.

El papa Juan Pablo II decía a los fieles cristianos laicos: “La viña es el mundo entero (cf. Mt 13, 38), que debe ser transformado según el designio divino en vista de la venida definitiva del Reino de Dios” (Christifideles laici, 1). Estamos en una viña, a la que hemos sido llamados para cultivarla.  La Conferencia Episcopal Española, en un hermoso documento de 1991, poco conocido -aquí hay dos Obispos que participaron activamente en dicha publicación-, animaba a los cristianos a llevar a cabo su misión ante los desafíos de impulsar una nueva evangelización y de promover una nueva cultura de la vida (Los laicos cristianos, Iglesia en el mundo, 43).

La tarea de los cristianos en pleno siglo XXI sigue siendo la transformación del mundo a la luz del Evangelio. Para ello es necesario formarse adecuadamente y afrontar el reto de dar un testimonio valiente.

CONCLUSIÓN

La carta a la que he hecho referencia al inicio de este discurso se titula: “Carta a Diogneto”, cuyo autor y destinatario son desconocidos documentalmente. Pero según datos históricos fue escrita, en el año 112, por Cuadrato, obispo de Atenas, y dirigida a un romano, nacido en nuestras tierras (actualmente Santiponce-Sevilla), llamado Publio Elio Adriano,a la sazón “Arconte” de Atenas y, posteriormente, emperador Adriano (años 117-138), de todos conocido.

Como hemos podido observar, la actualidad de la “Carta a Diogneto” es patente, a pesar de haber trascurrido 1900 años. Hacemos hoy memoria y elogio de esta hermosa Carta.

Al igual que el entonces obispo de Atenas, el actual obispo de Málaga invita a los cristianos del siglo XXI a vivir como tales, con un tenor de vida, un estilo y unas actitudes, que transformen a mejor la sociedad donde viven; que iluminen con su fe todos los aspectos y dimensiones del ser humano: el respeto a la vida humana, la defensa de la dignidad de la persona, la valoración e importancia de la familia, la empresa, la política, la economía, la enseñanza, la educación integral.

Ninguna dimensión del ser humano y ningún ámbito de la sociedad deben quedar exentos de ser iluminados por la luz de la fe, que los cristianos del siglo XXI estamos llamados testimoniar. Y como decía la “Carta de Diogneto”: que nadie renuncie a esta tarea.

Muchas gracias por vuestra presencia y por vuestra atención.

Autor: diocesismalaga.es

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