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Jornadas Nacionales de Cabildos (Catedral-Málaga)

Misa presidida por Mons. Catalá en las Jornadas Nacionales de Cabildos
Publicado: 20/04/2022: 2644

Homilía de Mons. Catalá en la Misa celebrada en la Catedral de Málaga en las Jornadas Nacionales de Cabildos

JORNADAS NACIONALES DE CABILDOS

(Catedral-Málaga, 20 abril 2022)

Lecturas: Hch 3, 1-10; Sal 104, 1-9; Lc 24, 13-35.

1.- Celebramos esta eucaristía en el marco de las Jornadas Nacionales de Cabildos, cuya misión propia es el cuidado de los templos catedralicios y la celebración litúrgica en los mismos.

Queridos capitulares, vuestros obispos os han confiado una hermosa tarea eclesial: mantener el fuego sagrado de la oración permanente de la Iglesia, celebrar la liturgia, predicar la Palabra y administrar los sacramentos en las sedes episcopales, como ayuda a su ministerio; además del mantenimiento y custodia del primer templo diocesano.

2.- La escena de la subida al templo de los apóstoles Pedro y Juan, narrada en el libro de los Hechos, nos ofrece una bella enseñanza. Entraban en el templo para la oración de la hora de nona (cf. Hch 3, 1). Muchos de vosotros rezáis esta Hora litúrgica, y otras, en la Catedral con vuestros hermanos. Os animo a perseverar en la oración personal y comunitaria, dando vuestra voz y vuestro corazón a la oración de la Iglesia.

A la entrada del templo de Jerusalén los apóstoles vieron a un lisiado de nacimiento que pedía limosna (cf. Hch 3, 2-3). Pedro lo miró y reclamó su mirada (cf. Hch 3, 4) dando esperanza al necesitado; pero no le dio la limosna que el pobre reclamaba, sino que le dio mucho más; le concedió la salud en nombre de Jesús Nazareno (cf. Hch 3, 6) y aquel lisiado comenzó a caminar entrando con ellos en el templo y alabando a Dios (cf. Hch 3, 7-8).

3.- También delante de nuestros templos hay pobres pidiendo limosna; y quizás pasamos delante de ellos con una mirada rápida o mirando tal vez a otro lado. Ellos esperan de nosotros una limosna; pero los apóstoles nos enseñan que podemos darles mucho más, sin negar la ayuda material.

¿Seremos capaces de anunciarles la Buena Nueva de Cristo resucitado? ¿Nos atreveríamos a mirarles con afecto y ofrecerles el mejor regalo que podemos darles? ¿Podríamos transmitirles que Dios los ama, los perdona y los acoge?

Debo confesar que, cuando veo a estos pobres a la entrada de nuestros templos, mi conciencia me dice que tendríamos que hacer algo más que un saludo cordial o una simple limosna.

El lisiado, curado por los apóstoles, terminó caminado y alabando a Dios (cf. Hch 3, 9). El objetivo final de esta historia es la confesión de fe y la alabanza a Dios, como dice el Salmo: «Dad gracias al Señor, invocad su nombre, dad a conocer sus hazañas a los pueblos» (Sal 104, 1). Demos a conocer la bondad de nuestro Dios y contemos sus maravillas (cf. Sal 104, 2), porque el Señor «se acuerda de su alianza eternamente» (Sal 104, 8).

4.- El evangelio nos ha narrado el encuentro del Señor resucitado con los discípulos camino de Emaús, que iban conversando sobre lo que le había sucedido a Jesús (cf. Lc 24, 14). Estaban tristes y decepcionados, porque esperaban la liberación política de Israel por el Mesías (cf. Lc 24, 21); y, sin embargo, ellos han sido testigos de su aparente fracaso por su muerte en cruz.

Jesús se acerca a ellos y camina con ellos, interesándose por su conversación (cf. Lc 24, 15-17). Al mismo tiempo les explica el verdadero significado del Mesías según las Escrituras (cf. Lc 24, 27).

Y con esta conversación les va llevando al verdadero conocimiento de los hechos y al sentido pleno de lo acontecido, pasando del desconsuelo a la fe pascual en el Resucitado.

El Señor resucitado sale al encuentro de sus abatidos y desalentados discípulos y les regala su Presencia. No se trata de una alucinación, sino de un verdadero “encuentro”, puesto que ellos lo ven, lo escuchan y lo sienten a su lado.

5.- Aunque nosotros conocemos bien la historia completa y el final feliz de la resurrección del Señor, que hemos meditado, rezado y predicado muchas veces, no estamos exentos de la decepción, del cansancio, del escepticismo y del desencanto en nuestro ministerio, como a veces escuchamos a algunos hermanos presbíteros.

Pero, al igual que los discípulos de Emaús, podemos pasar, aunque sea con dificultad y lentitud, desde la desolación a la plenitud de la fe pascual.

Al recorrer nuestro itinerario también a nosotros se nos acerca el misterioso compañero de camino, Jesús; se une a nosotros en cualquier momento de nuestro proceso y nos plantea las preguntas esenciales para nuestra vida; nos explica con su Palabra su obra redentora y nos confía la misión de hacerle presente entre nuestros hermanos.

Sobre todo, nos enseña que toda existencia humana debe pasar por la cruz para entrar en la gloria, devolviendo con ello la esperanza perdida.

6.- Los discípulos de Emaús reconocieron al Resucitado al partir el pan (cf. Lc 24, 31). Cristo también parte para nosotros el pan de vida y de comunión, ofreciendo el banquete eucarístico, en el que las Escrituras cobran su pleno sentido y revelan los rasgos gloriosos del rostro del Redentor.

Todo este gran milagro del encuentro con el Resucitado, de la escucha de su Palabra, de la participación en su banquete, se realiza en los templos que tenéis encomendados para cuidarlos.

Las presentes Jornadas nacionales de Cabildos tienen por tema: “Las catedrales y la gestión de su patrimonio”. Queridos capitulares, gestionad bien el patrimonio que vuestros obispos y vuestras diócesis ponen en vuestras manos. Deseo que profundicéis este tema y que os hagáis cada día mejores responsables de esta hermosa tarea.

La Santísima Virgen María supo cuidar de su Hijo, Templo divino encarnado. Pedimos su protección y su cuidado maternal, para que nos ayude a saber cuidar de los templos materiales y de los templos espirituales que el Espíritu Santo habita por el bautismo. Amén.

Diócesis Málaga

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